Blair Witch: La bruja de Blair

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Esta tercera entrega de la saga, iniciada por la famosa “El proyecto Blair Witch” (1999), es apenas una mala copia de la nombrada, sólo con algunos elementos tecnológicos actualizados, léase, GPS, Drones, y cámaras que no necesariamente deben ser sostenidas en mano. Algo del orden de lo ridículo e inverosímil que ya se había instalado en la original
Convengamos que “El proyecto...” era famosa y tenia seguidores antes de su estreno por la interesante estrategia estipulada por sus hacedores utilizando internet como medio.
Al mismo tiempo dejaba en claro que el acceso masivo (por el abaratamiento de los costos), a los elementos tecnológicos permitiría que cualquier individuo registrara imágenes sin mayor costo y con casi nulo conocimiento de lo que el cine como arte representa. Solo algo de técnica sustentada desde esa tecnología
Si algunos valores tenia era el manejo de la cámara en mano, la estructura de lo no visto, ya sea por el diseño de fotografía, el manejo de la luz y desde la banda de sonido, el fuera de campo.
Desde el guión, o la historia propiamente dicha, un grupo de jóvenes se adentraba en un bosque en busca del esclarecimiento del mito de la bruja, de larga data en el pueblo a las puertas de ese bosque.
La desaparición de los tres jóvenes en circunstancias nunca esclarecidas es el puntapié inicial de este filme. El hermano menor de una de las víctimas ve en internet, (otra vez internet), imágenes encontradas de lo que supuestamente sería el legado de su hermana desaparecida hace 17 años. Hacia allá va, muñido de todos los recursos que la distancia temporal le ha entregado, para encontrar esclareceré los hechos en términos de reparación, o no se sabe qué. Todo esto sólo para repetir de mala manera el recorrido de su hermana mayor.
Esta producción no aporta nada nuevo, solamente recurre a movimientos de las cámaras, pues son más de una, que no son movimientos de cámara, ya que en este caso es un maltrato sobre las mismas atrapadas en los cuerpos o cabezas de sus protagonistas.
Lo que se puede llegar a percibir, en tanto y en cuanto idea de miedo, son nada más que imágenes borrosas, a veces especulares de lo que debería ser la bruja del mito, o la cara desencajada de los nuevos protagonistas, pero la sensación que debería arreciar nunca aparece.
También están presentes como recurso, que por supuesto no funcionan, los exabruptos sonoros, que el único efecto que producen es despertar al espectador.