Blair Witch: La bruja de Blair

Crítica de Guillermo Monti - La Gaceta

Por favor, dejen en paz a la bruja

Si están en un bosque embrujado, con peligros espantosos acechando desde todos los ángulos, ¿quién iría solo a buscar leña en mitad de la noche? Acertaron: uno de los personajes de “Blair witch: la bruja de Blair” (un poco redundante el título, en fin). De genialidades como esa está plagado el guión de la película, un festival de lugares comunes insertos en una franquicia absolutamente agotada, básicamente desde lo creativo.

Cuando se estrenó la original allá por 1999 (“El proyecto de la bruja de Blair”), al menos el recurso del falso documental llamaba la atención. La película fue un éxito, sin ser la gran cosa. Hoy, la repetición de la fórmula suena a estafa.

La hermana de James (James Allen McCune, con un paso por “The walking dead”) se perdió en ese bosque maldito y unas cintas de video halladas en el lugar parecen demostrar que está viva. Allá van entonces James y sus amigos, decididos a encontrar a la chica mientras acampan en plan boy-scouts. En el camino suman a dos sospechosos vecinos de la zona, mientras Lisa (Callie Hernández) va filmando todo con varias camaritas y un dron.

Eduardo Sánchez y Daniel Myrick, los padres de la criatura, figuran entre los productores ejecutivos de esta innecesaria revisita al mundo de la bruja de Blair. Un mundo de sustos berretas, gritos, rugidos, cámaras torpes (es un documental, lógico), diálogos insólitos y una historia que de tan previsible se hace larga y aburrida. Tarjeta roja para Adam Wingard.