Blade Runner 2049

Crítica de Mariana Mactas - TN - Todo Noticias

La importancia del acontecimiento, volver a la obra maestra que Ridley Scott filmó hace ya 35 años, marca el tono de esta secuela. Los Ángeles, en el año 2049, mantiene el aspecto de ese futuro apocalíptico, contaminado, sucio y lluvioso que inauguró aquella, basada en la novela de Philipp K. Dick. El diseño visual deslumbra y tiene efectos especiales apabullantes, aunque otros estrenos recientes, como Ghost in the shell, con su imaginería urbana del futuro, le robaron a esta secuela tardía algo de su paradójica capacidad de sorpresa. El nuevo relato, estirado en largas casi tres horas de duración, parece haberse quedado con la densidad filosófica, expuesta en parrafadas no demasiado inspiradas, pero perdido la vitalidad, la adrenalina, la audacia que hizo de Blade Runner un clásico de nuestro tiempo.

Hay un nuevo Blade Runner, policía cazador, que responde a un número de serie o a la letra K (Ryan Gosling), cuyo trabajo es, otra vez, retirar a ciertos viejos modelos de replicantes, bajo las órdenes de una jefa (Robin Wright), dura pero con cierta debilidad por el muchacho. En la primera, violenta escena, está la clave del hallazgo que siembra la trama y que no conviene revelar, pero que sumerge a K en una investigación que involucra su propia historia.

Villeneuve y sus cuatro guionistas se asientan de nuevo en el policial negro de ciencia ficción. Es una suerte, porque sino la película, con su gravedad y su exhibición de diseño, sería una pura alegoría tan difícil de acompañar como La llegada, el plomizo film anterior de Villeneuve, ganador de un Oscar. El gusto del director por lo alegórico hace que hasta la única escena de amor físico de la película suceda entre el protagonista y dos mujeres, una virtual y una real, fundidas en una: el tema de lo humano y lo inhumano simboliza en ese doble cuerpo, que apenas se materializa, termina, corte a otra escena, justo cuando venía lo mejor.

Blade Runner 2049 está plagada de escenas que podrían estar como no estar, sin que nada cambie demasiado. Menos mal que aparece Deckard/Harrison Ford. Gracias a él, en temporada alta de regreso a sus personajes icónicos de décadas atrás, esta Blade Runner suntuosa registra signos vitales, alguien tocable, con sentido del humor. Un humano, finalmente.