Blackie: una vida en blanco y negro

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Con motivo de los 100 años del nacimiento de la multifacética periodista emblema del inicio de la tevé en sus comienzos, la semana pasada llegó de manera limitada al complejo Artecinema el documental Blackie, una vida en blanco y negro, el cual se encarga de repasar todos los aspectos de la vida de esta incansable artista.
Primero, para los desprevenidos, veamos quién fue (o es) Blackie. Paloma Efron, entrerriana de Colonia Novibuco comenzó su carrera artística cuando, trabajando como bibliotecaria despuntaba el vicio de la canción cantando Jazz, esto ya la definió como una pionera del género en el país. Pionera, un mote que la seguiría durante toda su vida artística, el Jazz le permitió entrar a la radio ganando un concurso de canto; luego de un paso por los EE.UU., volvió al país con el seudónimo que la convertiría en una mujer referente de la popularidad.
Incursionó en el teatro, brillo en la conducción radial en donde se formó como periodista; y luego sí, llegaría a la televisión, de la cual prácticamente se adueñó, creando un estilo propio, todos recuerdan la calidez de su ciclo Volver a Vivir en el cual se recordaba el pasado de grandes artistas, pero también entre muchísimos otros trabajos llegó a producir Titanes en el Ring, Yo me Quiero Casar ¿y Usted?, y Odol Pregunta; y hasta llegó a debutar como actriz en cine y productora musical; sin dudas una mujer que llevaba la veta artística en su sangre. Su pronta desaparición terrenal a los 64 años de edad dejó un vacio en toda una generación que vio nacer con ella un estilo propio.
Ahora sí, hablemos del documental. El documentalista y montajista Alberto Ponce vuelve a ubicarse en la silla de director por segunda vez en 21 años para llevar a cabo una obra de homenaje a la fascinante artista. Pero lo sorprendente, es que uno se encuentra con más de lo que se esperaba, convirtiéndolo así en un justo homenaje a una artista que siempre innovaba.
Más allá del clásico, repasado, y esperado material de archivo (que lo hay y de sobra), Ponce le imprime dinámica al documental haciendo de la voz en off de Dora Baret la voz de la propia Blackie quien va narrando por capítulos, los hechos de su vida; y hasta se atreve al reportaje (agua en la cual la homenajeada se movía mejor que nadie), otorgando varios testimonios. No solamente esto, el documental avanza unos cuantos pasos, y sin separarse de su artista reflexiona sobre el pasado, presente y futuro de los medios, en especial la televisión, siempre sobre la supuesta mirada de Blackie.
El conjunto resulta interesante para quienes admiren a la mujer y al personaje; para quienes quieran conocer aspectos desconocidos de la misma; pero también para quienes la desconozcan completamente, ya que su naturaleza episódica pareciera apuntar a quienes no saben de quién se está hablando, como un documental de descubrimiento, y en este aspecto es fundamental, dan ganas de averiguar más sobre quién fue Blackie y su vida maravillosa en varios aspectos.
Narrativamente, ese romper con la estructura básica lo hace atrayente, entretenido, aunque sabemos que no es Blackie quien habla; y como anoté anteriormente, el material de archivo, las anécdotas de reportaje, y una banda sonora precisa y embellecedora, hacen el resto.
Es una lástima que un documental de estas características tenga una difusión tan corta, Blackie, una vida en blanco y negro se disfruta por la persona, por el personaje, pero también por el documental en sí.