Black Widow

Crítica de Ezequiel Boetti - Página 12

"Black Widow", la Avenger busca saber quién es.

Cuando el film de la australiana Cate Shortland parece encaminado hacia una típica historia de Marvel, elige un lado mucho más humano y menos pirotécnico. Y para eso resulta indispensable la interpretación desasosegada de la protagonista.

El periodista Sebastián Tabany publicó el martes un hilo de Twitter en el que contaba que la idea de llevar a Natasha Romanoff/ Black Widow al cine no es nueva. Para principios del milenio, sus derechos estaban en manos del estudio Lionsgate, que luego del éxito de X-Men (2000) y Spiderman (2002) dio luz verde para una película centrada en su historia. Contrataron a David Hayter para escribir un guion que, sin embargo, nunca se materializaría en pantalla: entre diciembre de 2005 y marzo de 2006 se estrenaron Blood Rayne, Ultraviolet y Aeon Flux, tres películas con personajes femeninos como protagonistas, que resultaron un fracaso.

Lionsgate, entonces, retrocedió y archivó el proyecto. Lo que sigue es conocido: el pase a Disney, el debut en Iron Man 2, un creciente protagonismo a medida que avanzaba el Universo Cinematográfico de Marvel (UCM) y, finalmente, su debut como solista en la película con su nombre. No hay que ser un genio para pensar estas postas como consecuencia de los movimientos sociales encabezados por mujeres en los últimos años. Incluso la propia película se hace cargo de su contexto, aunque no necesita andar gritándolo en cada escena.

Con Pantera Negra, Disney hizo un panegírico del Black Power para intentar congraciarse sin tapujos con la comunidad afroamericana. Esa matriz culpógena es la misma que mueve los hilos de Black Widow. Pero aquí la culpa sociocultural no ópera como techo sino como plataforma de despegue para la que quizás sea la película más chica, íntima –o todo lo íntimo que puede ser un producto pensado para su consumo global– y tristona de Marvel, una condición para la que resulta indispensable la interpretación desasosegada, como si estuviera auténticamente compenetrada con la búsqueda de su personaje, de Scarlett Johansson. Hay en ella una sensación de vacío que dialoga muy bien con los pilares emotivos y los temas que aborda la película de la directora australiana Cate Shortland. No debe olvidarse que Black Widow marca el inicio de la llamada fase 4 del UCM y, por lo tanto, el punto final para esta etapa del personaje, más allá de que nunca puedan descartarse futuros renacimientos o regresos, y el pase de mando a su hermana Yelena (Florence Pugh).

¿Natasha tenía una hermana? Sí, y una familia, como muestra una escena introductoria que transcurre en 1995 y en la que las dos hermanitas están a punto de compartir la mesa familiar con mamá (Rachel Weisz) y papá (David Harbour), hasta que este último, intranquilo, los levanta a todos para huir con urgencia con destino a Cuba, donde son recibidos por un grupo de rusos. Rusos, Cuba, espías, el modelo familiar como fachada: el esquema inicial remite al de la serie The Americans, en la que una pareja de espías secretos de la URSS se camuflaba, en plena Guerra Fría, en Estados Unidos apelando a los usos y costumbres norteamericanos. Incluso allí también había una hija que empezaba a oler que los padres no eran quienes decían ser, abriendo así una trama que podría definirse como melodrama identitario. Un camino similar al que sigue Black Widow, ya que lo que narrará luego de esa secuencia inicial no es otra cosa que la búsqueda del personaje por saber quién es.

La búsqueda la llevará primero hasta su hermana y luego, ya juntas, a una poderosa organización, liderada por el general Dreykov (Ray Winstone), que utiliza mujeres para intentar timonear, cuándo no, los destinos del mundo. Todo muy Marvel hasta aquí, pero Black Widow elige ir hacia un lado mucho más humano, menos pirotécnico, priorizando las resonancias del reencuentro de Natasha consigo misma y con su historia. Habrá, indefectiblemente, varios set-pieces de acción con luchas cuerpo a cuerpo, viajes por todo el mundo y los inevitables apuntes humorísticos a cargo de, en este caso, el personaje de Harbour. La diferencia es que, al menos por una vez, todo le ocurre a alguien un poco más cercano al común de los mortales.