Big Eyes

Crítica de Marcelo Cafferata - Revoleando Butacas

Ojos Bien Abiertos

Me declaro absolutamente fanático del cine de Tim Burton.

Sus universos plagados de creatividad y fantasía, sus historias sumergidas en atmósferas particulares y donde se respira una estética completamente original, han creado a lo largo de su (extensa) carrera, tanto adeptos como detractores, podríamos decir que casi en partes iguales.
Tal como dije, me declaro absolutamente perteneciente al bando de los adeptos y aún con sus altibajos, es un director al que siempre me gusta prestarle atención ante un nuevo estreno. Ya desde "Beetlejuice", luego con la inolvidable "El jóven manos de tijera" y en "Sleepy Hollow, la leyenda del jinete sin cabeza", sus mundos han logrado transportarme.
Y yendo a su producción que podría encuadrarse como más dramática "Ed Wood" y sobre todo "El gran pez" son películas absolutamente necesarias.
Como todo gran director, encontró algunos tropiezos como pueden haber sido, desde mi punto de vista una adaptación completamente desacertada de "Alicia en el país de las Maravillas" donde por la capacidad y la inventiva de Burton se esperaba mucho más creativa y con su marca personal y el resultado irregular de su último film "Sombras Tenebrosas" que si bien buscaba volver a sus fuentes y contaba con un elenco de primer nivel, ciertas indefiniciones al momento de marcar el rumbo de la historia lo fueron lastimando hasta quedar como un engendro a medio camino entre la comedia, el terror y el homenaje.

Burton con "BIG EYES" vuelve a intentarlo el terreno del drama, la reconstrucción de época y el mundo interior de un artista. Antes, Wood con el cine, ahora Keane con la pintura.

La historia se desarrolla a principios de los años '60, momento en el que Walter Keane fue considerado uno de los artistas más famosos y masivos gracias a los retratos que pintaba que tenían una particularidad: niños, mujeres y animales con unos ojos enormes y en muchos casos, llenos de tristeza.
Si bien alcanzó popularidad y y reconocimiento a nivel del público, buena parte de la crítica menospreciaba su trabajo y lo consideraba como demasiado banal, demasiado kitsch como para ser considerado dentro de los verdaderos artistas plásticos del momento.
Pero además del público en general, Keane comenzó a codearse con el mundo de las estrellas de Hollywood, siendo reconocidos sus retratos de Joan Crawford, Natalie Wood, Kim Novak, Zsa Zsa Gabor o el de Jerry Lewis junto a su familia.

En poco tiempo, casi todo Estados Unidos comienza a estar invadido por las obras de Keane: no solamente comercializaban cuadros con esos ojos enormes y penetrantes sino que hubo postales, afiches, reproducciones y objetos de todo tipo donde la publicidad y el marketing de la época hicieron de Keane una figura de relevancia, que cierto hasta cierto sector del arte más encumbrado, como por ejemplo Andy Warhol, reconocían publicamente una profunda admiración.
Pero Burton se interna justamente en el secreto dentro de la personalidad de Walter Keane. Mientras él se estaba convirtiendo rápidamente en millonario, su esposa Margaret estaba recluida produciendo la obra: acá radicaba toda la cuestión y tal como dice el afiche de la película, el secreto de la existosa pareja fue que "Ella los pintaba. El los vendia. Todos se lo creyeron".

Dentro de un marco de colores brillantes y variados, realmente sorprendente, una vez más Tim Burton rodea a esta biografía de un diseño de arte sorprendente. Ya desde el inicio cuando Margaret huye de su casa, de su hogar con su primer marido, la pintura del pueblo es absolutamente hipnótica, una radiante postal como tantas otras que irán apareciendo a lo largo del film.

Toda la estética es perfecta y se luce, sobre todo, cuando muestra minuciosamente la reconstrucción del San Francisco de los años '60. Una vez que nos vayamos internando en la historia, descubriremos que Burton se vio seducido a contarla por sus ribetes oscuros y que el centro de la historia es la profunda soledad de Margaret en su encierro para que la verdad no saliese a la luz -central, pero quizás sin profundizarlo demasiado, mostrándolo más con un toque de fábula urbana que de drama personal-.
Burton, si bien relata este padecimiento, no pone el acento allí, sino en una narración más general de la vida y la obra de Margaret Keane y sólo toma este hecho como uno de los tantos elementos a tener en cuenta en su biografía.

Amy Adams, con unos ojos azules enormemente expresivos, tan o más expresivos que los de los cuadros de Keane, gana fuerza justamente en las escenas que muestran el tramo más doloroso de su vida, el encierro, la falta de reconocimiento, la angustia de vivir en un secreto permanente.

Una vez más entrega un trabajo sólido, sin caer en el trazo grueso y transmite la pasión interior de la artista y toda su fragilidad.

A su lado, Christoph Waltz logra salir del encasillamiento del villano de las películas de Tarantino, para componer otra especie de villano, más sutil, más bohemio, más seductor.

Aunque por momentos Waltz lo componga de una manera más exarcebada -y parece que esta es la manera que pinta Burton a sus protagonistas masculinos ya que por momentos parece tan desbordado como algunas de las creaciones de Johnny Depp con este director-, tiene la picardía, la malicia, el toque abusivo pero también la frescura y el caradurismo que necesitaba ese Walter Keane para esta mirada burtoniana en donde se confunden victima y victimario donde el mercado del arte y las ansias de notoriedad hacen que también haya otras redes en donde finalmente quedar atrapado.

Adams y Waltz llevan adelante casi sin mayores roles secundarios una "BIG EYES" que si bien no tiene la magnificencia de "El gran pez" o el delirio creativo de "Ed Wood" y se mantiene en un sendero más aferrado a los cánones de una biografía tradicional, son los toques de color, el vestuario, la construcción de época y la forma en que se exhibe toda la producción de Margaret Keane lo que le permite a Burton que la historia llegue a capturar el interés del espectador.

Se destaca también la presencia de Terence Stamp como un crítico de arte que está totalmente en contra de la obra de Keane, uno de sus principales detractores, aunque quizás por las particularidades del guión, su papel termina quedando como desdibujado en la totalidad de la película. Eso sucede también con el trabajo de Krysten Ritter como la amiga de Margaret, ambos presentándose como meros satélites de la historia central, sin demasiado desarrollo propio.

Amy Adams, injustamente olvidada a las nominaciones a los Oscar (personalmente a Felicity Jones la reemplazaría sin pensarlo...), como fue olvidada en general la película en todos sus rubros, se entrega de cuerpo y alma a Margaret.

Su composición es refinada, el sufrimiento no tiene ni un solo subrayado, su mirada primeramente ingenua y transparente y luego encargada de transmitir el dolor de que su vasta producción sea el éxito profesional y al mismo tiempo lo que fabrica su propio motivo de encierro.
Burton se muestra una vez más muy sólido en la conducción de actores y logra, sobre todo en la actuación de Adams, una cantidad de tonalidades de lo más variadas.
En este derrotero personal, la Margaret de los primeros encuentros con Keane no es la misma que en el momento de mayor éxito ni tampoco es la misma Margaret que se decide a luchar por su lugar.

En el año donde parecen estar de moda las biografias y sobre todo en esta temporada del Oscar que hemos tenido los exponentes de "La teoria del todo" "El código enigma" "Francotirador" y la próxima a estrenarse "Selma", Tim Burton logra, con "BIG EYES", un retrato trazado con su marca personal y más allá de no ser dentro de su filmografía el producto más acabado, logra de todos modos una pintura de época interesante y construye una mirada desde varias dimensiones para una artista singular como Margaret Keane.