Bienvenido León de Francia

Crítica de José Carlos Donayre Guerrero - EscribiendoCine

Un ómnibus radial

Bienvenido León de Francia (2014), ópera prima de Néstor Zapata, es una película cuyo único motor es homenajear al radioteatro argentino. Con elegancia y suavidad pomposa, abre el telón del escenario desaparecido que solo existía en la mente de los radioescuchas y que la televisión mandaría a su triste agonía. El film se queda solo en la superficie y sin ninguna profundidad atrapante, quedando apenas un gesto de reverencia de una época pasada.

Carlos Mendizábal (Raúl Calandra), el León de Francia, vuelve a la Argentina en una época difícil. Es 1956, ocurre el bombardeo a la Plaza de Mayo, cae Perón, y fusilan a ciudadanos. Pero él es un hombre de fama, las mujeres lo escuchan atentas y viven cautivas de su personaje: un héroe enmascarado que viene a salvar al resto de las injusticias. El actor es requerido por todos pero también seguido por colegas de radionovelas en vías de extición, y que pululan por conseguir un papel en la nueva producción del “León”. Con el éxito radial, llegan las giras en un bus colorido por barrios y provincias, para encontrarse con el público y poner en escena, en pequeños teatros, la obra del genial artista: Carlos Mendizábal.

Con una idea de querer rememorar épocas pasadas y trágicas, tanto políticamente como en lo más íntimo de los personajes, la narración se vuelve muy ligera y repetitiva. Todo queda en las giras de los protagonistas con puestas similares. Aquí empieza a desigularse el film, pues si bien intenta ser una copia de tiempos pasados, las actuaciones terminan por exagerar los afectos, las acciones, las palabras, quedando muy plástico como mera ilustración sobre el radioteatro argentino antes de su desaparición. No se introduce de lleno ni en los conflictos entre los actores teatrales, ni en el período de desgaste del León, resultando previsible y perdiendo atracción.

Finalmente otra razón por la cual Bienvenido León de Francia tiene puntos débiles, son los aspectos de realización y montaje que le restan al film. La puesta en escena por momentos es demasiado acartonada y algunas partes filmadas con demasiada ingenuidad y no bajo una mirada detallada. Eso se puede observar en la mezcla de tiempos, mientras los actores representan la radionovela en un estudio mientras la gente la escucha en sus hogares. La manera de mezclar los escenarios y los tiempos en un solo espacio, no logra ser un efecto determinante. Y por ese camino sigue el montaje con sus transiciones en ralentí y fundidos encadenados. Por ejemplo, el relato inicia de manera documental en blanco y negro con material de archivo, pero pasa al presente de la película en colores cuestión que resulta extraña y débil. Así es como termina uno por considerar que es un producto más televisivo que cinematográfico.