Bernarda es la patría

Crítica de Ezequiel Boetti - Página 12

Hace ya casi cuatro años que Albertina Carri presentó Cuatreros, un documental ensayístico que, tomando como punto de partida la figura del legendario “gaucho rebelde” Isidro Velázquez, operaba como vehículo para replicar audiovisualmente el torrente de recuerdos y pensamientos de la directora. Si bien se trataba de un film inclasificable, cercano a la videoinstalación pero armado con herramientas propias del cine, no era una búsqueda novedosa para alguien que, como Carri, ha construido una obra cuya voluntad principal es indagar en los pliegues del pasado. Un pasado personal aunque con resonancias generacionales y en el que lo político es indivisible de lo íntimo. O más: un pasado, legible para ella a través del cine, en el que lo íntimo ES político. Sobre esa misma idea gira Bernarda es la Patria, que nada casualmente tiene a Carri como productora y guionista junto a Diego Schipani, quien aquí también dirige y antes había producido y guionado con ella Cuatreros.

El destino de este nuevo viaje comandado por Schipani es el transformismo en la escena under porteña de los ’80, un movimiento tan anárquico y caótico como la película que intenta reflejarlo. Pero no hay datos duros ni bibliográficos, así como tampoco el intento de construir una verdad absoluta. Bernarda… utiliza como pilares las subjetividades de quienes vivieron en carne propia las particularidades de esa época, voces representativas como las Vanessa Show, Fernando Noy, Mosquito Sancineto, Mario Filgueira y Willy Lemos. Es un periodo mucho más recortado en tiempo y espacio que el de Cuatreros. Desde ya que están las inevitables imágenes de archivo caseras (algunas son auténticos hallazgos), así como también las visitas los lugares que fueron y ya no son, como Cemento y el Parakultural.

Lo de “ser” es literal. Si durante el casting escucha con atención a cada actor, cuando le toca ensayar, lejos de interpretar, Lemos se apropia del personaje creado por el español, como si en esos parlamentos encontrara resonancias propias vinculadas al dolor de la infancia, a la incomprensión de la adolescencia, a las dudas de su primera adultez. Revelaciones que la cámara escucha con atención, dejándose llevar por el cauce de los recuerdos y reflexiones del actor. Porque Bernarda es la Patria es un registro del pasado pero también del presente, una nueva exploración de la íntima relación entre teatro y libertad. Una libertad creativa pero también identitaria. Ser quien uno quiere ser: pocos actos más libres que ése.