Berberian sound studio

Crítica de Daniel Celina - Fuera de campo

No hablaremos aquí de los laberintos referenciales a los que da lugar Berberian Sound Studio por que el catálogo del festival Bafici 2013 ya lo hizo en su momento por nosotros (se menciona a Kafka y Lynch, dos comodines que se pueden aplicar a casi cualquier película incluyendo Te Rompo el Rating con el Gordo Porcel) y ya hemos ido y regresado más de una vez sobre ese tema: Tenemos para nosotros que Amer (2009, Bruno Forzani) hizo algo similar en cuanto a forma y estilo -cargarse la stampa Argento y la psiquiatría musical de Goblin- aunque en ese caso el resultado fuera sorprendente al principio, más o menos lindo hasta la mitad y aburrido de allí en más, ahogándose en un rulo insoportable semejante a una publicidad de Campari ó Gancia Spritz, hoy tan de moda ambos.

Berberian Sound Studio nos sumerge en un período de vida cortito pero contundente para su protagonista: Toby Jones, en la piel del sonidista inglés que acepta realizar trabajos de postproducción en un film de trama extraña y asesino fetichista (consideramos que decir "Giallo" es hacerse el cancherito). El estudio donde se desarrollará su trabajo está plagado de hombres cínicos y controvertidos y muchachas altas, extravagantes y con curvas dignas de colapso cardiorrespiratori para cualquier persona, excepto quizá para un sonidista.

Jones conmueve a la ampulosa hinchada femenina con su reducida bolsita de trucos (frota una bombita de luz contra un portavinilos 45rpm y genera magia sonora de navecita espacial) pero cuando a las damas se les pasa el pedo él se queda solo y jugando con una araña. La creación de sonidos sigue siendo algo interesante en su concepción y sus primeros ejemplos, para después convertirse en algo rutinario y medio aburrido (tal y como Amer en su totalidad, consultar el primer párrafo).

Cuando el oficio de sonorización se retrata de modo gentil y disparatado (como en Track Stars: The Unseen Heroes of Sound, 1979, Terry Burke / Andy Malcolm), este empleo puede resultar maravilloso y efervescente, pero cuando se lo retrata como un método catártico para liberar venenos internos, las cosas empiezan a descolocarse aunque aún exista un atisbo de efervescencia.

Amén de resultarnos regocijante, es sumamente injusto que Berberian Sound Studio se empeñe en convertir una sesión de foley en un clip de impulsos propios de un trastornado: Si de sonorizar una vagina penetrada por un hierro al rojo vivo se trata, no te queda otra que meterte tu bonhomía en el tuétano y lanzar un churrasco crudo sobre una sartén caliente, procurando que haya cerca un micrófono direccional encargado de captar el crepitar de los jugos y la carne. Tal vez resultaría más saludable dirigir nuestra mirada condenatoria hacia el reventado que dirigió/escribió la secuencia de la vagina penetrada por el hierro y no tomárselas con un sonidista que hace su trabajo con eficacia al punto de generar odio si se le ocurre sugerir que la ecualización de una escena se encuentra floja de agudos. Lo de advertir flojera de agudos podría interpretarse como el gesto de un imbécil, pero en realidad una escena floja de agudos en un film italiano de trama extraña y asesino fetichista es algo muy malo. Los agudos calan hondo a través de nuestros oídos, nos ofrecen una considerable alteración sensorial y nuestro cerebro puede permitirse el lujo de recibir esos impulsos eléctricos y transcodificarlos en emoción.Así las cosas, y con lo difícil que puede resultar hablarles de agudos a los productores que sólo quieren cogerse a las actrices, Jones debe realizar su trabajo sumergido en un ambiente poco competitivo pero sí profundamente hostil.

Acostumbrado a sonorizar obras audiovisuales más serenas (documentales sobre la campiña inglesa), este empleo supone su primer aproximación a aquél cine italiano donde las damas sufren vejámenes horribles. Por alguna razón (creemos que por ósmosis sonora) Jones comienza a sentirse mal y a tener pesadillas extrañas. La obra lo cubre de oscuridad y alucinación. Nosotros, como espectadores, nos sumergimos en su mambo por obra y gracia de la banda sonora diseñada por Joakim Sündstrom -que ya nos mostró su muñeca en el documental The Shock Theory- y esperamos una explosión que nunca llega pero que nos mantiene en sedado vilo hasta el final, tal y como aquéllos films que BSS intenta homenajear y/o condenar.

No adelantaremos el descenlace -de haberlo- pero lo que haremos es asegurar que Berberian Sound Studio contiene escenas muy didácticas a través de las cuales podemos observar lo que parecían ser las sesiones de doblaje de aquéllas películas: Un ejercicio de tortura y violación hecho y derecho, al menos según el prisma moralizante del inglés Peter Strickland, ciudadano del hermosísimo país que parió a Jack el Destripador, el lacerador de úteros más reconocido del universo. Esperaremos en vano una respuesta italiana a la denuncia implícita en BSS.