Ben-Hur

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Modas de Hollywood. Los relatos épicos parecen estar otra vez en la cima, con tanto superhéroe y ser salvador; también hay una creciente ola de cine cristiano, desde diferentes ópticas, atravesando géneros resaltando valores morales y éticos como hace tiempo no se veía.
Mezclando estos dos tópicos, y sumándole ese gusto actual que tiene la gran industria de actualizar todo en nuevas versiones; era de esperarse que una Ben Hur estuviese en cartera.
Sin embargo, y a la vista de los resultados, esta nueva adaptación del texto clásico, toma algunas decisiones que la podrían considerar riesgosa. Claro que de los riesgos no siempre se sale bien parado.
Al hablar de Ben Hur más de uno tendrá en su memoria el inmortal clásico de William Wyler protagonizado por Charlton Heston como ese desgraciado príncipe de Jerusalem. Sin embargo, la versión de 2016, a diferencia de varias de las adaptaciones que se hicieron con posterioridad al film de 1959, no pareciera apoyarse en ella, sino volver a los orígenes, el texto de Lewis Wallace.
Retomemos la historia, hechos que transcurren casi en paralelo a lo que conocemos como la Natividad y la Pasión de Cristo. Judah Ben Hur (Jack Huston) es un aguerrido príncipe de Jerusalem, que mantiene una fuerte amistad con su hermano adoptivo Messala (Tobey Kebbell), enamorado de su hermana Tirzah (Sofía Black D’Elia).
Ambos se defienden y se aprecian, pero Messala se siente inferior y ajeno a la familia, indigno de Tirzah. Es por eso que decide partir y alistarse al ejército romano; hecho que quebrantará (no tan) lentamente la relación con Judah.
El tiempo pasa, Judah logra contraer matrimonio con la esclava Esther (Nazanin Boniani) y se rencuentra con un Messala que ya no es quien solía ser. Los celos vuelven a aflorar y este traiciona a Judah, acusándolo de traición al imperio por respetar sus creencias de Jerusalem, desterrándolo hasta la (presunta) muerte y atacando a la familia (su ex amada Tirzah y su madre Naomi).
Al modo de un Conde de Montecristo (por lo menos en este film), Judah vaga por el desierto y Océano, y es rescatado por el árabe comerciante Ilderim (Morgan Freeman con un lampazo en la cabeza), quien lo reformará, pero no logrará cesar su sed de venganza.
Ilderim lo forma en las carreras de carruajes, entretenimiento por excelencia entre los romanos y en el que Messala es campeón, y desoyendo las súplicas de la sufrida Esther, se enfrentarán en una dura batalla final.
Al escuchar el nombre del director elegido para esta versión, Timur Bekmanbetov (Guardianes de la noche/día, Wanted), la espera era una recarga en la acción, un sobre exceso de digitalización, un montaje rabiosamente convulsivo, y un espectáculo visual de impacto. Pues no, salvo por algunos detalles digitales no muy logrados (incluidos un 3D inexistente) y una carrera de carruajes a modo Rápido & Furioso pero sin ser convulsiva; este Ben Hur se presenta como una representación dramática y con escasa épica de los acontecimientos. No encontraremos nada de la grandilocuencia de Wyler ni el efectismo esperado; tampoco una puesta en escena que equipare a una superproducción.
Sin tampoco recargar las tintas en lo religioso salvo en determinados tramos y un epílogo desatado, lo que queda es un reato bastante despojado, que apunta a los valores éticos y al mensaje de la hermandad por sobre la venganza que oscurece el alma. La historia de Jesús (Rodrigo Santoro) circunda todo el metraje, pero nunca se llega a profundizar, ni siquiera en el conflicto de fe planteado en la época, tratado de un modo superficial.
Sin nombres remarcables en el elenco, salvo Morgan Freeman (que ya está en una etapa de aceptar roles sin leer el guion) y ¿Rodrigo Santoro, Tobey Kebbell?, las interpretaciones están a tono con el film, correctas, aunque lavadas.
No hay mucho demasiado grave para criticarle a esta nueva versión, ofrece un entretenimiento justo para quienes busquen algo que no profundice en ningún aspecto. Se inclina al drama, pero no contiene diálogos pulcros; no posee épica ni gran aventura, pero tampoco llega a aburrir del todo más allá de una primera hora bastante aletargada; y ni siquiera se juega el todo en la escena que todos quieren ver la famosa carrera de carruajes.
Con anclaje en Gladiador, Montecristo (versión Kevin Reynolds), y la reciente Hijo de dios; es una propuesta menor, sin un rumbo fijo, pero que consigue sus bajas intenciones, pasando más desapercibida que odiada.
Esta Ben Hur podía ser esperada dentro de las nuevas/repetidas tendencias de Hollywood, lo que está en dudas es si era necesaria.