Ben-Hur

Crítica de Fernando Alvarez - Todo lo ve

Si aún se recuerda la famosa secuencia de la carrera de cuádrigas en las arenas del gran circo romano, acá los toques de la tecnología digital hacen perder el brillo y el relato no encuentra la tensión que ofrecía el film original 57 años atrás.

Aunque esperada y también cuestionada incluso antes de su estreno, esta remake del film de 1959 que cosechó 11 premios Oscar, llega para defraudar a los amantes de la película original. Si bien Ben-Hur presenta un gran despliegue que ahora firma el realizador ruso Timur Bekmambetov -el mismo de Se busca- el resultado está lejos de alcanzar el clima que la historia requería.

Si aún se recuerda la famosa secuencia de la carrera de cuádrigas en las arenas del gran circo romano, acá los toques de la tecnología digital hacen perder el brillo y el relato no encuentra la tensión ni la adrenalina que generaba el film 57 años atrás.

La historia presenta a Judah Ben-Hur -Jack Huston- y Messala Severus -Toby Kebbell-, el príncipe acusado de traición y el hijo de una familia romana que luego de quedar huérfano, es adoptado por la familia de Judah. Fascinados por los caballos y las carreras, el destino dividirá a los hermanos. Despojado, separado de los suyos y de la mujer que ama, Judah es forzado a la esclavitud y regresará a su tierra natal en busca de venganza, pero encontrará la redención.

Basada en la novela de Lew Wallace, el relato presenta diferencias con respecto al film de William Wyler, ya que los villanos no brillan por su maldad y pierden fuerza dramática dentro de la historia. Por otro lado, el anodino elenco, a excepción de Rodrigo Santoro -300- dando vida a Jesús y de Morgan Freeman, en el rol de Ilderim, el anciano sabio con rastas que acciona como entrenador de Judah, queda deslucido.

Quizás lo que más molesta en esta nueva versión es el tono excesivamente religioso que domina la trama y que fagocita el espíritu de aventura y de acción que presentaba la película original. La recreación de los grandes escenarios, la secuencia de la batalla naval y la más esperada, la del circo romano, no levanta la polvareda que que se esperaba en esta realización de mirada contemplativa, donde los buenos y los malos se desdibujan en un tibio enfrentamiento que culmina en un abrazo.