Belmonte

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

Desde Acné, su tierna ópera prima, el director uruguayo Federico Veiroj viene desarrollando una obra más que interesante, donde su preocupación principal reside en personajes que experimentan crisis durante momentos claves de sus vidas. Belmonte, su cuarto largometraje, no se aleja de esa premisa.

Javier Belmonte (Gonzalo Delgado) es un artista plástico de 43 años. Un individuo cerrado, de pocas palabras y modos no muy expresivos. Está separado de Jeanne (Jeannette Sauksteliskis), aunque puede pasar mucho tiempo con Celeste, su hija, de 10 años. También va a ver ópera con su padre (Tomás Wahrmann), quien podría tener una vida secreta, y se las arregla para mantener relaciones ocasionales con mujeres. Recibe el encargo de preparar una muestra para el Museo de Artes Visuales de Montevideo. Los días de preparativos coinciden con la noticia de que la ex está embarazada de su nueva pareja y Celeste tal vez quiera pasar más tiempo con esa parte de la familia. Entonces Belmonte se propone abrirse mucho más a su hija y a todo lo que lo rodea.

La película trata acerca de la crisis de los cuarenta y la paternidad, pero sin estridencias, sin trazos gruesos. El mayor mérito de Veiroj consiste en acompañar a Belmonte bien de cerca, con un registro naturalista, sin imponer un juicio, lo que es propio del cine uruguayo. Conecta con la reciente Las olas, de Adrián Bíniez (argentino, pero con impronta charrúa), por su temática referida a la madurez, aunque sin los elementos de realismo mágico.

Gonzalo Delgado cuenta con poco pasada actoral, pero sí detrás de cámara: fue director de arte de films como Whisky y El otro hermano, coguionista de Veiroj en La vida útil y El apóstata, además de ser el verdadero responsable de las pinturas de Belmonte. Aquí tiene la responsabilidad de llevar adelante la película, y lo hace desde una presencia imponente (propia de un actor europeo de los de antes) y de una actuación medida. El antihéroe perfecto para una historia cien por ciento masculina.

Belmonte es un film pequeño, con dosis equilibradas de humor y drama, que puede no estar al nivel de los trabajos anteriores de Federico Veiroj, pero sigue mostrando a un director fiel a sí mismo.