Belle

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

La existencia de otro mundo, fantástico y exuberante, paralelo a este, cotidiano y ordinario, así como el pasaje entre ambos, es uno de los temas preferidos del realizador japonés Mamoru Hosoda. Podemos citar como ejemplos, entre sus films de animación más conocidos en esta esquina del mundo, Summer Wars (2009) y su mundo virtual al que se accede por medio de un avatar o El niño y la bestia (2015) con su mundo fantástico al que se accede de la mano de uno de sus también fantásticos habitantes que pueden pasar fácilmente de uno a otro. En el caso de Belle, ese otro mundo es, al igual que en Summer Wars, un mundo virtual que en este caso se llama simplemente U, una experiencia inmersiva creada por una megacorporación cuyos dueños-creadores-administradores responden al sugestivo apelativo de Las Voces y de los cuales sabemos prácticamente nada.

La protagonista, Suzu, es una adolescente tímida que perdió a su madre de niña cuando ésta se arrojó al río a rescatar a un niño que se estaba ahogando. Episodio que ella presenció y que, lógicamente, le dejó un trauma indeleble. Suzu tiene problemas para socializar y, tras el impulso de su mejor amiga que la invita de manera más o menos compulsiva a crearse una cuenta en U, se introduce con una nueva y secreta identidad en la arena virtual. Los avatares con los cuales uno se presenta en U tienen la cualidad de ser personalizados pero no electivos. El programa crea una identidad y una apariencia en base a un perfil que toma de una foto y, de una manera que tiene más de mágica que de tecnológica, construye el personaje tomando algo del alma o la esencia del usuario. El que le toca a Suzu es Belle, una joven estrella pop de largo cabello rosa y magnética presencia, que comparte con Suzu la voz y las pecas.

Suzu ama cantar y tiene talento para ello, pero después de la muerte de su madre ya no es capaz de cantar en público. El anonimato asegurado en U le permite hacerlo protegida por su nueva y secreta identidad. Actuando como Belle Suzu no solo recupera su capacidad de cantar sino que se convierte rápidamente en un fenómeno global, con lo cual se gana el amor y adoración de millones y también el odio y la envidia de otros tantos. En medio de una de sus presentaciones irrumpe El Dragón, una criatura gigantesca, irascible y peluda, perseguida por un grupo de vigilantes dentro del mundo U, reemplazo contemporáneo de la turba enfurecida. A pesar de su carácter y apariencia, Belle se conmueve y siente simpatía por El Dragón ya que percibe en él un alma doliente como la suya y, después de los iniciales rechazos, se construye un lazo entre ambos.

Belle es una nueva adaptación de La Bella y la Bestia, un cuento tradicional que cuenta con varias y célebres versiones cinematográficas desde la clásica de Jean Cocteau en 1946 a la popular película animada de Disney en 1991, pasando por la oscura y terrorífica versión checa de Juraj Herz en 1978 no apta para niños impresionables. Belle es la versión para la era del ciberespacio, al punto que varios medios la calificaron como una cruza del cuento tradicional con The Matrix. Pero si en un punto el film de Hosoda sigue la línea narrativa del cuento adaptada al nuevo contexto, y hasta se permite un homenaje escenográfico a la versión de Disney, cuando creemos prever lo que va a pasar, da un giro, una vuelta de tuerca que reenvía el relato hacia un lugar diferente.

Hosoda incluye temas universales que son además recurrentes en su obra como el duelo, la familia, el amor, la amistad, el crecimiento en medio de las dificultades y los problemas para encajar dentro de un mundo hostil. Suzu es uno de esos personajes sensibles, heridos y desamparados que son frecuentes en sus películas. Pero lo que el nuevo contexto permite es incluir otros temas más actuales que tienen que ver con la relación muchas veces tóxica que tenemos con las redes, como la fama instantánea, la agresión anónima, el Backlash y los justicieros del teclado, personificados aquí en esa suerte de grupo parapolicial autonombrado como guardián del orden en ese espacio que se supone libre.

También está de algún modo la ubicua presencia de las corporaciones que, de todos modos, no tiene aquí un gran desarrollo en la misteriosa entidad de Las Voces, pese a que Hosoda ha comparado a U con gigantes del negocio virtual como Google, Apple, Facebook o Amazon. Hosoda no suele ser sutil a la hora de dar mensajes y bajar línea pero aquí se permite insinuar algunas cosas interesantes como que los conflictos que se expresan en ese mundo virtual provienen y sólo pueden resolverse finalmente en el mundo real.

Lo que hace que Belle realmente valga la pena es que se trata de una experiencia visual fascinante donde todo el tiempo las imágenes capturan el ojo del espectador en ambos mundos retratados. El mundo real con su presentación hiperrealista y el mundo virtual como un espacio brillante y barroco que deslumbra con sus detalles, su diseño de escenarios, de personajes y vestuario. Los fanáticos del J-Pop tendrán también lo suyo con las canciones interpretadas por la protagonista. Este universo estético exuberante y seductor es el que puso a Hosoda en el panteón junto a otros grandes del anime como Hayao Miyazaki, Katsuhiro Otomo o Satoshi Kon, y hacen también que el estreno de uno de sus films sea un bienvenido acontecimiento.

BELLE
Ryū to Sobakasu no Hime. Japón, 2021.
Dirección y guión: Mamoru Hosoda. Voces: Kaho Nakamura, Ryô Narita, Shôta Sometani, Tina Tamashiro. Música: Taisei Iwasaki, Yûta Bandoh, Ludvig Forssell. Duración: 122 minutos