Bella addormentata

Crítica de Javier Mattio - La Voz del Interior

Sueño sombrío

La última película del italiano Marco Bellocchio parte de un caso real de eutanasia para trazar un fresco de vidas en encrucijada moral.

El claroscuro como tesis formal y moral: a ese contraste de contornos indefinidos apunta el veterano director Marco Bellocchio (El diablo en el cuerpo, La hora de la religión) en Bella Addormentata. El filme parte del caso real de Eluana Englaro, que, como puede verse de fondo en la cinta, puso en vilo en 2009 a la opinión pública de Italia tanto como a sus cúpulas políticas y religiosas. El padre de Englaro, muchacha que llevaba 17 años en estado vegetativo, pidió por la muerte digna de su hija, renovando el debate social sobre la eutanasia.

Pero Bella addormentata no trata sobre la eutanasia, sino sobre la ambigua relación entre libre albedrío, amor y lealtad. De naturaleza coral, aunque incluso esto es solapado (Bellocchio se ahorra las efectistas intersecciones a lo Iñárritu), la película despliega cuatro “historias de vida” de paralelismos simbólicos que tienen en su centro a una “bella durmiente” como Englaro, quien nunca aparece. Por un lado, un senador oficialista (Toni Servillo) se opone a votar la ley en contra de la muerte de Englaro por haber sido testigo de una situación similar con su esposa; su hija, católica practicante, se une a la manifestación que reza por Englaro a la vez que se enamora de un introvertido chico de anteojos; una actriz obsesionada por su propia imagen y al borde de la locura (Isabelle Huppert) dedica su vida a velar por su hija Rosa, también en estado de coma, mientras su marido y su hijo se preguntan qué hacer; y una ladrona suicida (Maya Sansa) es custodiada por un médico (Pier Giorgio Bellocchio) mientras duerme en una cama de hospital.

La bella durmiente también es Italia, la de siempre y la de Berlusconi, proyectada como ilusión fantasmal en pantallas y televisores que emiten el debate legislativo (una Italia “cínica y deprimida”, se escucha por ahí). Pero Bellocchio, al contrario de filmes anteriores, está lejos de la denuncia y mucho más cerca de la comprensión de sus personajes. Menos potente que Vincere (2009) aunque más meditabunda, compleja y abstracta e igual de majestuosa, Bella addormentata es un interrogante tan didáctico como borroso sobre el accionar amoroso en un estado de anomia y la supervivencia del humanismo en un mundo escéptico y amargo.