Bel Ami es una película que no está mal pero que le faltó pasión. Creo que habría sido mucho mejor que el protagónico lo hubiera tenido otro actor o que el director hubiera hecho un mejor trabajo con él. En esta oportunidad a Pattinson se lo ve muy sobreactuado en gran parte de las escenas careciendo además de seducción y magnetismo sexual. En Crepúsculo....
Tener o no tener Ambición, traición, poder, sexo y seducción son los tópicos que se manejan en Bel Ami, historia de un seductor (Bel Ami, 2012). La rigurosidad en el cuidado y en el despliegue visual ciertamente ayudan a un film que, si bien atrapante, también cae en ciertos arquetipos de las representaciones de época que ralentan el drama. El film de Declan Donnellan y Nick Ormerod cuenta la historia de Georges Duroy (Robert Pattinson), un atractivo joven que al llegar de Argelia a París se encuentra en una situación de pobreza y abandono. Un ex compañero de guerra que encuentra casualmente, le consigue un trabajo como periodista en un importante diario parisino. El dinero y el contacto con las clases altas, especialmente con las mujeres, despiertan en Georges la ambición y el deseo de poder. Qué se debe tener y qué se debe perder para triunfar en esa sociedad es lo que debe descubrir. Bel Ami, historia de un seductor retrata una época y un lugar, Paris en 1890: la opulencia de las clases altas, las hipocresías, los intereses, los secretos. Entre falsas sonrisas, escotes más que sugerentes, máquinas de escribir y hombres que fuman habano se teje el destino de un país. Georges de a poco se va tiñendo de la más despiadada ambición cuando comienza a entrever los artilugios de estas personas pero también sus posibilidades de ascenso. Gran parte de este cambio está retratado en el film a través del sexo como elemento de manipulación. Si bien, algunas escenas por momentos se tornan repetitivas y hasta sobrantes en este sentido. Los escenarios son impecables en su fidelidad a la época en que transcurre la película. Quizás gran parte de la bondad del film se deba a este logro estético, que funciona significando la historia. La ambición, el poder y la traición son marcas de los personajes del film, pero si el vestuario que visten cada uno de ellos o los espacios que recorre el protagonista no desprendieran ese aroma a riqueza y seducción el relato no se podría contar de la misma manera. Es ese particular y estético mundo el que funciona como signo de lo que no se tiene, pero que obviamente, se puede conseguir. Parecerían sobrar en el film algunos clichés de película de época, tal vez en la forma de retratar los vínculos y costumbres de aquellos años. También el papel protagónico quizás le sienta un tanto grande a Robert Pattinson y los papeles secundarios resulten pequeños para las tres actrices de trayectoria que lo secundan (Uma Thurman, Kristin Scott Thomas, Christina Ricci). El film, más allá de esto, se destaca por la temática abordada y por el clima vertiginoso que adquiere el relato.
El ocaso de un seductor Bel Ami, o como se llama realmente el personaje, Georges Duroy (Robert Pattinson), es un joven apuesto que llega a París luego de la guerra y procedente de Argelia. Sin dinero y ocupación, su único pasar es intentar disfrutar de un buen momento en los cabaretes del lugar. Gracias a la ayuda de su superior en el frente de batalla, se suma a la grandeza de París del siglo XIX y va escalando socialmente por sus amoríos con mujeres casadas. Los directores Declan Donnellan y Nick Ormerod no supieron plasmar los escritos de Guy de Maupassant (uno de los escritores más relevantes del siglo XIX), ni tampoco lo antes realizado por el cineasta Albert Lewin, quien en 1947, filmó una versión mucho más deslumbrante de Bel Ami, integrada en ese terceto de obras maestras del director que completarían El retrato de Dorian Gray (1945) y Pandora y el Holandés Errante (1951). Lewin había comprendido el texto original, colocando a George Sanders en otro personaje para recordar y lejos de la labor casi inexpresiva del ex vampiro, Robert Pattinson. La escasa conexión de Pattinson con su personaje, lo aleja de un Duroy (Bel Ami) que seduce a cada paso y deja dolor a sus espaldas. A la muy lograda ambientación de época se suman papeles secundarios dignos y una eficaz Christina Ricci que abarca todos los estados de ánimo. El reparto lo completan Uma Thurman y Kristin Scott Thomas, dos actrices que logran amalgamarse con cualquier papel y aumentan el valor de la producción. Bel Ami pudo haber sido mucho más de lo que es, pero solo se queda en el texto literario, sin aportar alma al relato y sin ensamblar las escenas con mayor pasión.
(Anexo de crítica) Pocas veces tenemos la posibilidad de, en una misma semana poder "apreciar” por partida doble de las dotes interpretativas de un actor, menos si en ambos casos es protagonista absoluto, y menos aún si muchos interesados en el cine (comercial) tienen los ojos puestos en el futuro de este actor que hasta ahora sólo ha sido reconocido por una saga exitosa. La realidad es que, en esta semana tenemos Robert Pattinson por dos (¡y la semana próxima vuelve con la culminación de Crepúsculo!), y comparando ambas películas podemos decir que en cada una toma los dos caminos obvios posibles, el de seguir perpetrándose como sex symbol, o el de arriesgarse para ser considerado seriamente como actor. Bel Ami, es la primera de las opciones. Basada (bastante libremente) en una novela clásica homónima de Guy de Maupassant, se nos relata la historia de Georges Duroy (Pattinson), quien se instala en París regresando de la guerra en Argelia. Decidido a convertirse en un exitoso (económicamente hablando) periodista para mejorar sus cuentas en rojo, prontamente descubre la falta absoluta de talento; y al no estar dispuesto a formarse adecuadamente, inmediatamente descubre otra cosa, la virtud de su belleza. Duroys mantendrá contactos y affaires con determinadas mujeres que lo ayudarán en su cometido de ingresar en las altas esferas de la sociedad y si se puede, ser periodista. En su novela, Maupassant nos hablaba del rápido ascenso de su personaje en la París de fines del Siglo XIX, y esto le servía de puente para retratar a la alta alcurnia societaria de la época, de una manera descarnada, ácida, y sin miramientos; algo común en los autores de entonces. Pero acá, ni los productores, ni los nóveles directores Nick Ormerod y Declan Donnellan, ni tampoco su guionista Rachel Benette tienen el mismo ambicioso propósito; como se esperaba, Bel Ami es un vehículo para que su protagonista siga haciendo lo que mejor sabe hacer, seducir. Hay una tendencia en el cine inglés de los últimos tiempos de adaptar grandes obras de la literatura y/u obras de teatro y convertirlas en meros muestrarios de escándalos de alcoba, exhibir hombres y mujeres guapos en trajes antiguos y con muchas ganas de sacárselos; sucedió con la última El retrato de Dorian Grey (por nombrar una de tantas) y vuelve a suceder en esta oportunidad. Todas las críticas sociales, las más que interesantes anotaciones al mundo del periodismo, y la sútil picardía del relato de Maupassant acá se encuentran más que diluidas; algo de eso queda, pero funciona como mascarada. Entonces, dadas las circunstancias, vamos a hablar de Pattinson que parece que es lo que importa. El muchacho sabe lo que hace, tiene que componer a un seductor sin escrúpulos, un hombre que utiliza a las mujeres con un propósito, y eso lo hace bien; el asunto es cuando se le pide que vaya un poco más allá (como podrán apreciar en la reseña de Cosmópolis). Digamos que para disimular ciertas posibiliades de dificultad, el hombre fue rodeado de un cast de mujeres más que interesantes (actoral y físicamente), Uma Thurman, Christina Ricci y Kristin Scott Thomas están sobresalientes en sus roles, y muy por encima de lo que el film tiene para ofrecer; casi vale la pena verlo por ellas. Ormerod y Donnellan son más reconocidos en el mundo del teatro y especialmente el musical; y eso se nota en este, su debut detrás de cámaras cinematográficas. Técnicamente Bel Ami es correcta, se nota un buen uso de una producción alta; aunque en el armado algo suene artificioso, ampuloso; claro, teatral. Similar sucede con los diálogos, con varios párrafos con una cadencia más propia de un musical recitado. La obra de Maupassant ya había sido adaptada previamente, en 1947 por Albert Lewin en unas versión mucho más fiel y conceptual. Lo que se nos ofrece ahora no es más que a un vampiro, si bien no literalmente (aunque a propósito en varias escenas les mira el cuello a sus féminas), un hombre que usa su belleza para engatusar, seducir, y controlar a su casual pareja, todo con el fin de exprimirlas y sacarles el provecho que necesita. Al final, Edward Cullen era más romántico.
Las reglas del juego Esta transposición de la novela de Guy de Maupassant sobre el ascenso social de un joven en la París de 1890 parece rodada con el manual del cine de qualité (léase elenco de grandes figuras, espíritu tragicómico, toques perversos, ciertas ideas obvias sobre el cinismo, la doble moral y la hipocresía de la época, fotografía vistosa, música ampulosa que enfatiza cada situación y un cuidado diseño de producción con recreación de época en estudios). Nada es demasiado molesto, pero -al mismo tiempo- nada resulta particularmente creativo o provocador. Estamos, por lo tanto, en el universo de la medianía, de lo previsible, de lo esperable. Y eso en cine, se sabe, es poco menos que un pecado mortal. Un insulso Robert Pattinson (está mejor, creo, en la saga Crepúsculo, cuya última entrega se conocerá la semana que viene, y ni que hablar en otro estreno de este jueves como Cosmópolis) interpreta a Georges Duroy, un ex soldado que vuelve del frente en Africa y está casi en la ruina, con un precario empleo de cajero ferroviario. Pero, claro, es joven, apuesto y decidido. Y con eso basta para empezar la escalada en una París bastante libertina y exultante. Gracias a los auspicios de otro ex militar, comenzará a frecuentar los ámbitos distinguidos de la aristocracia local y, a partir de entonces, a seducir (manipular) a influyentes mujeres (esposas). Así, irán mejorando sus ingresos, su poder y hasta su posición política (escribe para un poderoso diario). El Don Juan de Pattinson tendrá romances con la joven Christina Ricci y la veterana Kristin Scott Thomas, se casará con la dominante Uma Thurman (bellísima, como siempre) e irá eludiendo peligros, trampas y confabulaciones varias hasta convertirse él mismo en un habilidoso conocedor de las reglas del juego (incluidas humillaciones de todo tipo), que utilizará para beneficio personal. En definitiva, un film sobre la ambición y el poder que resulta tan discreto como menor.
Deberían poner un anuncio en los cines. Mirar más de una película con Robert Pattinson por mes puede ser perjudicial para la salud. En este caso lo encontramos en Bel Ami, una nueva adaptación de la novela homónima de Guy de Maupassant, publicada en 1985, que fue llevada al cine previamente en varias oportunidades y hasta tuvo una parodia porno en los años ´70. Esta debe ser una de las peores adaptaciones que se hizo de este clásico relato y en este caso sí resultó clave el casting de Pattinson como el seductor George Duroy, un rol que le quedó demasiado grande al actor. Bel Ami es una película que logra hacerte reír por los motivos equivocados. Es imposible que no se te escape una carcajada cuando te encontrás con una historia como esta donde su protagonista tiene los mismos recursos expresivos que Karina Jelinek. Cuando el tipo intenta ser seductor en su rostro parece que tuviera problemas de acidez estomacal y la verdad que el joven Robert se le complicó bastante transmitir la complejidad que tiene el personaje de Maupassant. Con Bel Ami a las defensoras de Pattinson se les acaba los argumentos porque queda demostrado que el tipo sigue laburando en el cine porque fue parte de una propuesta popular para adolescentes como Crepúsculo. Cualquier otro actor que hubiera interpretado al desopilante vampiro Edward Cullen le hubiera ocurrido lo mismo. Robert Pattinson es un actor malo y en Bel Ami se hace evidente con un tremendo reparto femenino, donde cada una de las actrices lo pasan por arriba en las escenas que comparten con él. De hecho, si hay un motivo por el que valdría la pena ver esta película es debido al trabajo de Cristina Ricci, Uma Thurman y Kristin Scott Thomas, quienes son las que se cargan esta producción al hombro y logran que la trama dentro de todo sea llevadera. Bel Ami encuentra sus mayores virtudes en otros campos artísticos donde se destaca la fotografia de Stefano Falivene (colaborador de Wes Anderson en Vida acuática) y la reconstrucción de era victoriana que sobresale por el diseño de producción y los vestuarios. En ese sentido, los seguidores de los dramas de época tal vez encuentren a esta propuesta un poco más interesante.
Colmillo blanco a la francesa El eterno galán, el vampírico, el melancólico, pero también… el calculador. Así parece que el actor Robert Pattinson queda signado en Bel Ami, historia de un seductor , donde el apuesto y sin escrúpulos Georges Duroy, un simple recluta del ejército en Argelia, llega a la elegante París de 1890 y se encumbra en el poder de manera 100% fantástica. O mejor dicho, irreal. La película, representada en una época más tardía que en la novela original de Guy de Maupassant, muestra a un joven que hace sus primeras armas laborales en un diario que busca derrocar al gobierno francés. Y de allí en adelante sembrará el terror ante cualquier fémina del poder que se le cruce. Con solo mirarlas caerán rendidas a sus pies. Un ganador. En su debut en el largometraje, la dupla Donnellan-Ormerod eligió a tres actrices bien diferentes para encarnar a las presas de Duroy: la “comehombres” Madeleine Forestier (Uma Thurman), cerebro detrás del matutino, la “enamorada” y creíble Clotilde de Marelle (Christina Ricci), quien tendrá su propio nidito de amor y lo esperará por siempre a Georges y, por último, la menos agraciada Virginie Rousset (Kristin Scott Thomas) a quien Duroy trata con repulsión aunque ansía su poder y a ¡su hija Suzanne!, quien también caerá bajo su hechizo. Este filme muestra cíclica y repetitivamente cómo el colmilleante protagonista (que en siete días estrena dos películas, hoy Cosmópolis y el jueves que viene Amanecer, parte 2 ) no puede con su blanquísima estampa y ojos rasgados para alternar amantes (irrisorio su raid en un día), montar escenas fogosas (¿qué opinará la infiel Kristen Stewart?) y reflejar los tejes y manejes político-sociales de la elite francesa que horada de a poco las expectativas de Georges: denigrará su escasa moral y mostrará las peores caras de sus rústicos orígenes. La muerte misma dejará golpeado al galancete, quien no tarda en hundir sus románticas garras en Madeleine ¡frente al cadáver de su difunto marido! Ella, quien al principio se niega a los incorrectos deseos del muchacho, sucumbe insólitamente ante el vil ¿amor? La rimbombante música clásica, varias veces le queda grande a este filme producido por Uberto Pasolini ( The Full Monthy ), donde la fotografía y algunas secuencias urbanas se llevan los aplausos. En la novela se lo plasma a Duroy como alguien difícil, aunque la película lo muestre atribulado, pedante y con una superficialidad pasmosa. Es hilarante cómo Georges deslumbra a las mujeres y hasta comparte una mesa ¡con todas sus amante s juntas! ante la, no tan ingenua, presencia de sus parejas. ¿El rol de seductor encarcelará a Mr. Pattinson para siempre?
Historia de un seductor que no seduce tanto. La mayoría de las veces, la ambición como motor propulsor de la vida nos lleva a perdernos en un mundo de relaciones que aparentan ser verdaderas, donde los principios morales se desvanecen a favor del logro de objetivos personales. Es justamente el afán por el reconocimiento lo que motiva las acciones de Georges Duroy (Robert Pattinson), un joven de gran atractivo físico y encanto natural, que llega a París a probar suerte luego de pasar dos años en Argelia en cumplimiento de oficio con el ejército. No tarda en darse cuenta que con su agraciado aspecto puede escalar alto en los estatus sociales y, de esta manera, comienza una carrera a la cima utilizando como peldaños su arma más poderosa: la seducción. La historia transcurre en París a fines del siglo XIX y cuenta cómo este juego de continua incitación sexual le permite a Georges, a pesar de su poco talento, adentrarse en el mundo del periodismo y ascender cada vez más en este negocio, donde las mujeres inteligentes debían valerse de esposos (o contactos) poderosos para hacerse ver. Entre estas damas se destaca Madeleine Forestier (Uma Thurman), la sofisticada esposa del editor político de un renombrado periódico, quien será de esencial ayuda en los primeros pasos del protagonista. Bel Ami, como lo llaman sus amantes, se enreda con más mujeres de la alta sociedad, como Clotilde de Marelle (Christina Ricci) y Virginie Rousset (Kristin Scott Thomas) pero jamás deja su ambición atrás. La película, basada en la novela homónima de 1885 escrita por Guy de Maupassant, sabe reproducir muy bien el escenario parisino de la época. La vestimenta y los detalles en general hacen un aporte armónico muy grande, otorgándole más credibilidad. Sin embargo, si hablamos de actuaciones, las elecciones de Declan Donnellan y de Nick Ormerod (directores del film) no fueron las más acertadas. A pesar de que se nota el esfuerzo de Pattinson por despegarse del papel que le dio mayores satisfacciones (Edward Cullen, en La Saga Crepúsculo) y ser reconocido como un actor “más serio”, el personaje de Bel Ami es un saco que le queda grande. No por eso deja de ser correcto en lo que hace, aunque un poco exagerado. Lejos está ese Georges Duroy encarnado por George Sanders en The Private Affairs of Bel Ami de Albert Lewin (1947), la cual recomiendo por cierto. Una Christina Ricci desaprovechada y una Uma Thurman dejada en segundo plano, pero que sobresale satisfactoriamente en algunos momentos aislados. En fin, Bel Ami merece ser levemente recomendada por su historia en sí, pero lamentablemente lejos está de ser la mejor versión que hemos visto. Nada memorable.
Belleza que no convence Una nueva adaptación del escritor francés Guy de Maupassant, uno de los autores más adaptados en la historia del cine. Entre otros logros felices de Maupassant llevados al cine están Une partie de campagne, de Jean Renoir; Masculino-femenino, de Jean-Luc Godard y hasta cierta influencia no acreditada del todo en La diligencia de John Ford. Una nueva adaptación de Bel Ami -una de las pocas novelas de Maupassant- con varias versiones previas en cine y en televisión. En este caso, la historia del joven pobre que asciende vía su poder de seducción en la vibrante París de fines del siglo XIX tiene como protagonista a Robert Pattinson, un actor ciertamente de moda pero por ahora de escasos méritos más allá de cierto parecido en el rostro (las patillas, la boca) con Sandro (sí, el de Rosa, Rosa ). La imagen de Pattinson no desentona en una película de época: hay algo de antiguo en su rostro, en su porte, pero no logra sostener la idea de ser un imán absoluto e infalible con cuanta mujer exista en el relato, en parte porque parece difícil sentirse atraído por alguien tan desorbitado en su forma de actuar, sin centro que organice gestos, intensidades, explosiones de enojo, ira o deseo. Y no hablemos de su incapacidad para llorar de forma convincente, o para manejar diversos aspectos del sufrimiento en la pantalla en esta pantalla de bellos colores, bella luz, bella música extra intensa, bellos decorados y bellas mujeres que nos presenta Bel Ami . Tanta belleza, por momentos, se vuelve como una torta de casamiento recargada, aunque hay algunos elementos para disfrutar en el trío de actrices protagónicas: siempre vale la pena ver a Uma Thurman y a Kristin Scott Thomas (aunque a esta última el atropellado guión la haga infatuarse de pasión en imposible interacción gritona con Pattinson). Por su parte, Christina Ricci es la única que, a fuerza de simpatía, carnalidad y ojos vivos, entendió el juego de máscaras que proponía la historia, la que supo transcender la banalidad de un entramado débil, en el que todo suena apresurado, corto, atolondrado: las intrigas político-periodísticas, las alianzas y rupturas entre el "Bel Ami" (Pattinson) y las mujeres. Lo que en una novela puede explicarse en uno o dos párrafos, en el cine es menester transmitirlo de alguna manera, sobre todo si pasan muchas cosas y los personajes se reposicionan en deseos, emociones y ambiciones. Una película de una hora y media puede ser más tediosa que una de tres horas si las motivaciones de las acciones no se sienten genuinas debido a una puesta en escena que descansa en puros diálogos demasiado cargados y en la capacidad de los actores para manejar oscilaciones melodramáticas sísmicas. Este esquema, con mejores diálogos cruciales, que podría haber sido una tarea difícil para un gran actor joven, para Pattinson se vuelve una misión imposible.
Buenos ingredientes, un plato fallido “No hay nada más aburrido que un joven tonto.” Es una lástima que una película que a los quince minutos espeta una línea de diálogo tan cargada de verdad ponga todas las herramientas cinematográficas al servicio de su refutación. Porque Georges Duroy, protagonista absoluto de Bel Ami, tiene muy poco de la seducción que promete el subtítulo local. Quizá sea por la parálisis facial y la consecuente imposibilidad de transmitir una mínima expresión del siempre desangelado Robert Pattinson, quien sigue en su cruzada por despegarse de la abulia sufriente del vampirito de la saga Crepúsculo (basta ver en estas mismas páginas la crítica del estreno más importante de la semana para comprobarlo). Pero ése no es el problema. O al menos no el único, ya que hay otro de carácter si se quiere germinal: la guionista Rachel Bennette y los directores Declan Donnellan y Nick Ormerod pretenden contar una historia atravesada por la pasión sin siquiera atisbarla. Basada en una novela de Guy de Maupassant, la primera película de la dupla inglesa se ambienta en París a fines del siglo XIX. Veterano de la reciente guerra con Argelia, solitario y sin un franco partido al medio en el bolsillo, Duroy vagabundea por los burlesques hasta que tiene la suerte de cruzarse con un ex compañero de batalla, quien luego de compadecerse lo invita a cenar. La mesa será compartida con tres mujeres de alta alcurnia, menos influyentes por méritos propios que por el rótulo de “esposa de”. No llegan a los postres y el galancete, ávido de poder y dinero, ya les tiró los perros a todas y cada una de ellas. La primera que cae es Clotilde, madre estoica con el porte eternamente aniñado de Christina Ricci, cuya sensibilidad la ubica como la única integrante del cuarteto protagónico que parece creer en su personaje y en lo que se está contando. Después vendrá la mujer del compañero de trinchera de Duroy y autora de la frase del principio, Madeleine (Uma Thurman), quien pasa de un no terminante a un sí festivo en apenas segundos. El último turno será para Virginie, esposa aplomada, tímida y conservadora, interpretada por una Kristin Scott Thomas en plan de trabajar para llegar a fin de mes. El planteo inicial de Bel Ami promete una triangulación entre ambición, poder y sexo. Combo que, así escrito, promete. Pero para cumplir con las expectativas sería necesario saber qué hacer con esos ingredientes y cómo combinarlos. Se trata, en fin, de tener en claro qué se quiere contar. Y ni siquiera la misma película parece conocer su destino. Porque la guerra y el colonialismo decimonónico son apenas excusas argumentales, evadiendo así cualquier tipo de connotación política. Porque el poder de la prensa no supera el estereotipo. Y, último y no menos importante, porque si el personaje central tiene una capacidad extraordinaria para la seducción, el levante y el sexo, deberían explicárselo a quien lo interpreta. Robert Pattinson, teléfono.
La seducción: el arma más poderosa Protagonizada por Robert Pattinson, la película basada en un libro de Guy de Maupassant cuenta la historia de un ex soldado que llega de Argelia a París y consigue, sin dinero, abrirse paso en una ciudad efervescente. Bel Ami es una nueva versión del libro de Guy de Maupassant, llevada muchas veces a la pantalla en la historia del cine y la televisión. El rostro más reconocido que interpretó a George Duroy, a quien las mujeres llaman Bel Ami, fue el actor de George Sanders. Habrá que ver si Robert Pattinson, estrella de la saga de Crepúsculo logra imponerse como el Bel Ami más famoso, aunque si de los méritos de la película dependiera, ya podríamos decir que no tiene esperanza alguna. En París, en 1890, un ex soldado que viene de Argelia, y no tiene nada de dinero, consigue abrirse paso en una ciudad efervescente mediante su arma más poderosa: la seducción. "Las personas más poderosas de París no son los hombres, son sus esposas", le confiesa una mujer, y George descubrirá que podrá conseguir un vertiginoso ascenso si sabe jugar bien sus cartas con ellas. Pero la seducción que Bel Ami deberá emplear para llegar a su propósito, no encuentra un equivalente en la forma en que la película está contada. A pesar de que hay mucho material interesante, la falta de originalidad de todo el relato y la puesta en escena de los directores, la convierte en una película sin gracia, completamente desangelada. No es absurda la elección de Pattinson, famoso por haber interpretado a un vampiro, para este papel. Es, Bel Ami, a su manera, un personaje vampírico, un seductor. No discutiremos su fama como ídolo adolescente, pero si hablamos de una película carente de todo carisma, Pattinson es el equivalente actoral en lo que a falta de gracia se refiere. Bel Ami se va oscureciendo y el control inicial que el personaje podía llegar a ejercer, encuentra nuevas barreras a superar, y la historia aristas más dramáticas. Es asombroso como la elección de un protagonista termina de hundir a un proyecto, o directamente le impide remontar vuelto. No es que Pattinson no pueda actuar, sino que simplemente este no era un papel para él. Ni actrices como Uma Thurman, Christina Ricci y Kristin Scott Thomas logran escaparse de esta rutina. Casualidad o no, vino a mi mente varias veces la película Relaciones peligrosas (donde Uma Thurman tenía una papel, casualmente) y su actor protagónico, John Malkovich. Aquel no era un galán, pero su capacidad de seducción y la forma en que el director lo filmaba, conseguían darle gracia. En Bel Ami ocurre exactamente lo contrario.
Relaciones convenientes Georges Duroy (Robert Pattinson) es un ex soldado que llega a París, procedente de Argelia, pobre y poco instruido, pero muy atractivo y consciente de ello. Una noche, en un cabaret, se encuentra con Charles Forestier (Philip Glenister) su superior en Argelia, quien ahora trabaja en un importante diario parisino, y decide darle una mano, invitarlo a cenar y presentarle a algunas personas influyentes; lo demás dependerá de Georges. Como una escena premonitoria, antes de la cena, se sientan frente a él tres mujeres que lo observan con entusiasmo: la esposa de Forestier, Madeleine (Uma Thurman), Virginie Rousset (Kristin Scott Thomas) y Clotilde de Marelle (Christina Ricci). Durante la cena, George, mal vestido e incómodo, comprende que a través de esos hombres de prensa, y sus esposas, él podrá conseguir lo que quiere. Y sale de allí con un trabajo de columnista. Por supuesto que como redactor no logra lucirse demasiado, y debe comenzar a desplegar sus otras habilidades, no para impresionar a sus jefes, sino a sus esposas. Las cosas no resultan tan simples como esperaba; a veces se manipula, y a veces se es manipulado. La gente con dinero no solo se dedica a gastarlo, sino también a generar intrigas para conseguirlo. George, parece a prueba de todo, y no solo resulta un gran seductor, sino también un gran estratega. La recreación de época es impecable, nada jugada en cuanto a lo estético, solo recrea la época en detalle. Hay muchos primeros planos, donde la cámara no necesita más que silencios y gestos, que no todos los actores pueden llevar con altura. La historia no es nada novedosa, ya hemos visto muchas películas sobre hombres que han trepado socialmente gracias a su encanto, pero la debilidad de la película recae en Robert Pattinson, que si bien genera mucho misterio con su mirada entre depresiva y bucólica, no parece tener toda la fuerza necesaria para sostener un personaje como este. Por otro lado los roles femeninos son muy interesantes, ya que no se limitaron a poner tres mujeres como simples objetos de seducción, sino como esposas que desde las sombras saben como lograr lo que quieren, en una sociedad de doble moral. El personaje de Uma Thurman es destacable, como una mujer brillante para su época, pero que no puede ponerle la firma a sus pensamientos, y necesita un esposo a quien manipular para poder escribir lo que piensa. Las tres actrices principales están correctísimas en sus roles, y logran alcanzar todos los registros necesarios para sus personajes. Una historia más, sobre un personaje que solo necesita de su encanto, para trepar en una sociedad con mucho dinero, pocos valores, y mucha hipocresía.
Y aquí, a diferencia de "Cosmopolis", el actor de Crepúsculo hace agua, casi desde el inicio de la cinta. Robert Pattinson no tiene la presencia necesaria para cargarse la película al hombro y esto se nota con lo poco creíble e inferior que es su performance en contraste con la labor de todo el cast femenino. Según la novela original, el personaje de Pattison tendría que resultar irresistible, ser sumamente carismático y seductor. Sin embargo, la actuación apática, la mirada perdida y los labios entreabiertos, lo acercan más a su papel de Edward en la saga Crepúsculo que a este “pichón” de Casanova. Así la enorme factura técnica de escenarios, vestuarios, ambientación, fotografía y banda de sonido, de nada sirven, si la historia no resulta convincente. Una oportunidad desperdiciada
Basada en la novela francesa publicada en 1885 de Guy de Maupassant, esta es una cinta que posee un destaque escenográfico, pero que carece de la intensidad del material original, desaprovecha a los intérpretes secundarios y presenta una actuación protagónica, por parte de Robert Pattinson, sobreactuada y poco creíble, convirtiéndola en una deslucida propuesta dramática.
Amigo de fierro, actor de madera Un actor de moda entre las adolescentes, un buen equipo de producción, artistas que mantienen la tradición británica del cine de época (ambientación, vestuario, fotografía, lindas locaciones), un elenco sólido, y, en especial, un título y un escritor de renombre, son los atractivos de esta película, pese a una adaptadora discutible, dos directores noveles algo anodinos, una música medio inadecuada, y el referido actor de moda entre las adolescentes. El tal sujeto es Robert Pattinson, pobrecito, queriendo elaborar con gestos neuróticos un personaje de seductor que ya hicieron con más aplomo varios galanes menos famosos pero mejor orientados, como George Sanders, Helmut Griem, Hardy Kruger, Armando Calvo, y sobre todo el austríaco Willi Forst, que impuso su expresión varonil de sospechosa ternura cómplice en la que todavía es la mejor versión, la «Bel ami» alemana de 1939, dirigida por él mismo. ¿Pero qué tiene esa historia, para que tanta gente quiera llevarla a escena? Porque de «Bel ami» ya hay una docena larga de películas y miniseries. Por empezar, dos cosas: la universalidad del personaje y el lucimiento de señoras y señoritas en situaciones de atractiva debilidad. Para el caso que nos ocupa, Uma Thurman, Christina Ricci, Kristin Scott Thomas, son las principales agraciadas. Ellas sucumben en brazos del protagonista, y de paso le roban la escena. En cuanto al personaje, es un trepador, que pule y desarrolla sus artes amatorias para ascender socialmente, sin importarle demasiado a quién deja en el camino o en el lecho. La acción transcurre en el Paris de fines del Siglo XIX, lo que sugiere lujos y placeres, lujuria y plata fácil, pero también podría transcurrir en cualquier otro lugar y tiempo de este mundo. Otra cosa le agrega interés: nos gusta saber cómo se las ingenia este tipo, pero también esperamos el momento en que algo le salga mal y caiga más rápido de lo que ha subido. En eso, la literatura y el cine pueden darnos satisfacciones que la vida nos niega. La novela es muy buena. Describe la sociedad y las figuras con un sarcasmo que esta versión no supo trasladar. Pero, en fin, aun con sus limitaciones esta película puede ser una primera oportunidad para que alguna adolescente se acerque al gran Guy de Maupassant, autor de notables cuentos de terror y dramas de la vida social que inspiraron a John Ford, Jean Renoir, Max Ophuls y otros maestros. Nuestro cine lo adaptó en «La herencia», de Ricardo Alventosa, con Juan Verdaguer y Nathan Pinzón, y el amargo «Chafalonías», de don Mario Soffici, con Luis Sandrini y Malvina Pastorino. Bien podría hacer ahora una versión local del «bello amigo» parisiense. Modelos sobran.
Otro seductor fallido Bel Ami - Historia de un Seductor cuenta con el innegable gancho que supone tener en pantalla la presencia de uno de los actores del momento, tal es el caso de Robert Pattinson, pero tan cierto es esto como lo son sus limitaciones en materia actoral para la creación de matices y de expresiones. Tal vez debamos reverenciar a Cronenberg que ha sabido lograr algo de histrionismo de la joven figura en Cosmópolis, el otro estreno de este jueves en el que interviene el actor británico. En este caso el film se basa en la novela homónima de Guy de Maupassant, publicada en 1885 que narra los maquiavélicos manejos de Georges Duroy, un hombre con poco para perder y escrúpulos dudosos que accidentalmente logra entrometerse en el mundo del periodismo. Valiéndose de sus dotes masculinas el personaje va ganando su espacio en el mundo del cuarto poder. A su lado desfilan mujeres socavadas por su papel de pasivas amas de casa que sólo buscan utilizarlo como vehiculo para satisfacer sus deseos, como así también para darles una voz a sus reclamos e ideales. Una a una pasan por su cama, no sin antes pagar un tributo que ha de rendir sus frutos en su ascendente carrera como cronista. Las aventuras de alcoba entrelazadas con las intrigas políticas y el rol de la mujer son parte del trípode sobre el cual descansa el relato que no termina de convencer tal vez por recaer en Robert Pattinson el rol principal. Ni las actuaciones de Uma Thurman, Kristin Scott Thomas o Christina Ricci logran aportar dramatismo al relato, aunque la dirección de actores en este caso sí dice presente. Ironías del destino, George Duroy supo rodearse de las mujeres convenientes para potenciar sus limitados dotes, algo que desgraciadamente Robert Pattinson no pudo realizar en este film.
Dos estrenos que protagoniza el joven Pattinson en una misma semana deberían ser más que suficientes para el espectador promedio. Por un lado, lo tenemos junto al gran Cronenberg en una de sus películas más pobres; por el otro, en un drama romántico de otra época que, como leerán más abajo, deja mucho que desear. De Francia con amor El escritor Guy de Maupassant fue uno de los hombres de letras más reconocidos del siglo XIX, si bien se dedicó principalmente a la escritura de cuentos, también escribió algunas novelas, entre las cuales se destaca Bel Ami. Dicha obra ya fue llevada al cine más de diez veces, y aún así, parece que los directores Declan Donnellan y Nick Ormerod no quisieron ser menos e intentaron un nuevo acercamiento a la obra. Con un elenco plagado de mujeres de renombre como Uma Thurman y Kristin Scott Thomas, y con el varonil Robert Pattinson en el papel de Bel Ami, la obra de Mapaussant se transpone nuevamente, convirtiéndose en la básica historia de un mujeriego con ambiciones más grandes que su inteligencia y capacidad. El debe y el haber Bel Ami nos retrata la historia del joven Georges Duroy, proveniente de una familia muy pobre de las afueras de Paris que llega a dicha ciudad sin un peso y que vive en un departamento que está a punto de ser carcomido por las cucarachas, y para colmo de males, derrocha lo poco que tiene en alcohol y prostitutas. Un día, su suerte parece cambiar ya que se topa con un viejo conocido del ejército, quien al verlo en la ruina, le tiende un brazo amigo y le ofrece trabajo en uno de los diarios más conocidos de Francia. Duroy, que tiene el síndrome del argento vivo y calentón, decide aprovechar la confianza que su amigo depositó en él y tomar la mayor ventaja posible, escalando sin parar en la pirámide social y laboral de una manera muy antigua. Además, demuestra sus dotes como amante a toda mujer de la alta sociedad que le pueda brindar algún favor a cambio. De esta manera, el protagonista se sumerge en un espiral de ambición, celos, locura y desprecio, hasta llegar a los límites más bajos de la moral humana con tal de conseguir un poco más de dinero y reconocimiento. La historia se repite Luego de ver Cosmopolis, supuse que podría existir una luz al final del túnel en cuanto a las capacidades actorales de Pattinson, pero evidentemente esta fiel servidora se encontraba equivocada. El intérprete no hace más que sumergirse en un sinfín de caras que no se entienden, balbucea sin parar, hace fuerza para hablar pero no habla, no se entiende si está compungido, con bronca o lleno de odio. Todo ese tipo de cosas hacen casi imposible que alguien crea que las mujeres caen a los pies de tal personaje. Limitado de carisma y de inteligencia, torpe y bruto como pocos, Pattinson es un muñeco de cotillón que no hace más que llenar espacio. Además de ese importante dato, hay un detalle no menor que es totalmente impreciso y que refiere a las circunstancias que rodean la historia y el contexto histórico-político del momento que no están para nada explicados. Uno debe deducir y tratar de entender el conflicto que ocurrió hace ya dos siglos como si fuese ayer. Si bien esto no hace a la película, es un tema que se trata sobremanera y que en parte determina mucho al personaje y su presente y futuro. Conclusión Ver esta película llena al espectador de dudas, sobre todo referidas al casting. Todavía trato de explicarme cómo ciertas actrices se prestaron a interpretar papeles tan pobres y con una transposición tan escueta como fue esta. Es un drama poco romántico sobre la historia de un tipo patético, que no puede producir empatía en el espectador, falla que se aplica a todos los personajes. Resulta imposible sentirse identificado con alguien y no hay punto de conexión que nos arrime a esa realidad. Recordaré esta película como la peor actuación de Pattinson hasta el día de hoy.
Relaciones peligrosas Bel Ami, Historia de un Seductor, basada en la novela de Guy de Maupassant, peca de recaer en los peores clichés de las llamadas "películas de época". Intrigas palaciegas, pero con un grupo de burgueses y nobles de poca monta en departamentos rococó, donde pululan lustrosos vestidos de satén, seda y raso, como si fuera una versión B de Las relaciones peligrosas, ambientada un siglo después. Para demostrar que las señoras bien de la alta sociedad también desean: pechos que se inflan y respiran agitados, contenidos por los las restricciones de los corsets y las normas sociales de la época. Bel Ami, Historia de un Seductor hace uso y abuso de dos dicotomías construidas burdamente. Por un lado, la pasión como enemiga de la razón puesta al servicio del avance económico individual. George Duroy (Robert Pattinson) es un hombre sin pasión, salvo la de subir la escalera social y ser rico, tras volver del servicio militar en Algeria y encontrarse en la más absoluta miseria mientras otros disfrutan de la buena vida. Los ojos ausentes de Pattinson, que pueden ser muy mal aprovechados como el vampiro más aburrido de la historia en la saga Twilight o muy bien utilizados por directores como Cronemberg en Cosmópolis (tanto más recomendable para ver si necesitan una dosis del rubio inglés), acá están a mitad camino de lo que pueden llegar a ser. El Duroy de Pattinson es profundamente resentido, con su mandíbula tensa y mirada fija de asesino serial. O eso pareciera intentar componer el actor, que a veces parece tan perdido en la construcción de su personaje como lo está Duroy entre la alta sociedad a la cual quiere llegar. Un encuentro fortuito con Forestier (Philip Glenister), un ex camarada del ejército, es el puntapié para que el protagonista inicie su ascenso. En una cena conoce a Madame Madeleine de Forestier (Uma Thurman), quien será su mentora y artífice en la incursión de Duroy en el periódico que dirige su marido. Madeleine hace honor a su título de Madame y lo presenta entre sus amigas casadas, ya que como bien le dice: "las 'mujeres de' son las que realmente manejan a la sociedad", en un incisivo y (reconozcamos revolucionario para la época) planteo de la novela original. Duroy se convertirá en el amante de dos de ellas, la ignorada por su marido Madame Rousett (Kristin Scott Thomas) y la joven e ingenua Clotilde de Marelle (Christina Ricci). Pero a ellas dos -al contrario de Madame Forestier que enérgicamente le deja en claro al protagonista que sólo serán socios de negocios (al menos en un principio)- las traiciona la pasión que les despierta Duroy, y que la película poco sutilmente postula es la razón por la cual las mujeres podían manejar todo entre bambalinas, pero no ocupar los mismos cargos que sus maridos. Se recalca una y otra vez que los sentimientos como los celos de los rivales de Duroy -empezando por Monsieur Forestier que no ve bien las andanzas de su mujer- son los que los hacen caer al desconcentrarlos del juego del ascenso social y la razón calculadora que requiere. La misma escalada del protagonista se tambalea al enamorarse de Clotilde y al recelar a Madeleine una vez que ésta sea su esposa. Por otro lado, el film reconstruye con más estereotipos a la París de la Belle Époque (aunque la novela data de cinco años antes), donde la Bohemia francesa reunía en bares decadentes a los hombres (y en medida ínfima, a mujeres) de la alta sociedad con los mismos que ellos se encargaban de condenar a la marginalidad: artistas hambrientos, prostitutas y borrachos. Están los departamentos elegantes decorados en colores pasteles y dorados de piso a techo por un lado, y por el otro los bajos fondos feos, sucios y malos. En el guión adaptado de Rachel Benette sus personajes sólo desean lo que tienen los otros, los pobres como Duroy quieren riqueza y los ricos quieren vivir desenfadadamente como la guionista y los directores Donnellan y Ormerand torpemente postulan. Así de lineal son las motivaciones del desaprovechado elenco de Bel Ami, Historia de un Seductor (sobre todo Scott Thomas), pese a los esfuerzos de este trío por adornarlos con secretos, mentiras y vueltas de tuerca intrincadas, como si fueran una parte más del más del mobiliario estilo Luis XV de las casas donde transcurre el film.
En un cruel giro del destino, en el lapso de dos semanas tenemos tres películas que tienen como protagonista a una de las grandes mentiras de los últimos años: Robert Pattinson. El enclenque actor aparece en las salas argentinas en Cosmópolis, en la película que nos compete y cierra el circuito la semana que sigue en el producto que lo hizo saltar a la fama, el final de la saga Twilight. Es entonces que en Bel Ami, Pattinson le da vida al personaje de la novela de Guy De Maupassant, un joven cuyos talentos son una belleza incomparable y una despiadada astucia, talentos que pondrá en cruel práctica al intentar seducir a cualquier mujer influyente en la vida parisina para trepar en la escala social y pasar de la miseria absoluta hacia lo mejor de la sociedad de París. El joven actor realmente encaja físicamente en el papel, pero su versatilidad termina ahí; claro que es un referente, un epítome de la belleza actual, pero al frente de una historia con moraleja como lo es el cuento de Maupassant, sus herramientas actorales hacen agua terriblemente. Por suerte, un equipo de féminas experimentadas lo respalda sobriamente: ya sea la frigidez característica de Kristin Scott Thomas, el aire picaresco del personaje de Chrsitina Ricci o la hermosura y sensualidad de Uma Thurman, todas estas veteranas ayudan al subir el nivel de la propuesta. Pero no todo es color de rosas y definitivamente un elenco con trayectoria no subsana el hecho de que el guión de Rachel Bennette es bastante escaso y poco pretencioso, y el diálogo minimalista del protagonista tiende a empujarlo hacia el territorio de las constantes miradas petulantes para remediar el problema de lo escrito. Poco ayuda también el hecho de que los directores Declan Donellan y Nick Ormerod consigan con Bel Ami su opera prima, por lo cual juegan en un territorio seguro y no innovan en su dirección, lo que hace que se sienta aburrida y repetitiva, por más que los detalles y la fotografía a cargo de Stefano Falivene luzcan increíbles. La historia de Maupassant, aunque no se crea, es interesantemente moderna -sobre todo por el hecho de que hoy en día se puede alcanzar una gran fama sin ningún talento discernible-, pero la producción en general, con un gran elenco, tiene poco que ofrecer más que contar un cuento y ya. Bel Ami tiene poco corazón y, como su personaje, puede parecer atractiva en la superficie, pero por dentro está completamente vacía.
OTRA CON ROBERT PATTINSON Sobre un relato de Guy de Maupassant muchas veces adaptado a por el cine. Es la historia de Bel Ami, un joven arribista y seductor que llega sin nada a la Paris exultante de fines del siglo XIX. El hombre seducirá a esas damas insatisfechas y lustrosas. Y al final aprenderá que en ese mundo nadie gana, que solo se obtiene lo que ellos te permiten. Todo muy convencional, muy impersonal, muy decorativo pero sin fibra. Robert Pattinson da pena otra vez. La película no es interesante ni sutil, combina la guerra con las batallas caseras. Mucho baile, mucho traje de etiqueta, muchos brindis. Cuando Bel Ami comprenda que es más un instrumento que un aprovechador, no le quedará otra cosa que la cruel venganza.
No es que Guy de Maupassant sea un gran novelista y sin embargo se han hecho varias adaptaciones de su trabajo. En especial de los cuentos cortos. La novela “Bel Ami” ha sido llevada al cine una decena de veces. Recuerdo una de mediados de la década del ’70 que alguna vez rescató la industria del VHS, pero nada digno de recordar. El joven Georges Duroy (Robert Pattinson) vuelve a París luego de pasar un tiempo en la guerra de Argelia. Se encuentra en bancarrota, sin trabajo y sin un mango partido al medio, pero en la ciudad se encuentra con un viejo amigo y es invitado por éste a trabajar en el periódico local. Duroy tiene pocas luces, habla mal, escribe peor, no tiene alcurnia, pero eso sí, tiene mucha pinta, y en este atributo es donde encuentra la forma de ir trepando en la alta sociedad, ya que las mujeres más influyentes están loquitas por él, aunque a juzgar por cómo se van dando los acontecimientos, tampoco son un prodigio en el uso de la inteligencia. Así, el muchacho andará entre las sábanas de Madeleine Forestier (Uma Thurman), Virginie Rousset (Kristin Scott Thomas) y Clotilde de Marelle (Christina Ricci). Cada una le es funcional al plan de ascenso social y económico. Con todos los elementos para ser una producción interesante, los directores de “Bel Ami: Historia de un seductor” deciden ir contra la corriente del verosímil planteando situaciones que ni el elenco se lo cree, aunque los espejitos de colores con los que está decorada distraen bien: ambientación de época, vestuario, música, en fin… todo el decorado de la torta que ayuda al espectador a trasladarse en el tiempo (otro de los actos de magia del séptimo arte). Todo ayuda. Compramos. De ahí a creer que un “carlitos” es capaz de lograr que tres mujeres les metan los cuernos a sus maridos, o traicionen sus convicciones en un diálogo que duran menos que el sostenido entre cliente y kioskero para comprar puchos, es otra cosa. Ni hablar de los dos o tres momentos en los cuales los maridos en cuestión quedan como cornudos conscientes. Parece increíble que hayan sido necesarios dos directores para realizar una película con varios baches narrativos pero que, sobre todo, exige al espectador una exagerada predisposición a lo increíble. Uno puede entender la elaboración de productos para un target determinado, o para apuntalar la carrera de un actor. Robert Pattinson probablemente llegue un día a transformar la madera en algo creíble, por ahora debe confiar en su agente a la hora de elegir papeles favorables a sus capacidades. Para colmo se viene otra entrega de la saga “Crepúsculo”. Si acá parece un témpano de quijada cuadrada, imagíneselo maquillado como tal.
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Otra película más sobre la vida burguesa Aunque intenta adueñarse de algunos tópicos que han hecho de Maupassant un escritor tan atractivo, Bel Ami no logra brillar. Puede que este resultado esté dado por la saturación de películas que trabajan con la misma temática. Tan sólo del relato en cuestión ya se han hecho diez películas, y eso sin contar las que trabajan ese mismo escenario desde otra trama. De ahí que la propuesta necesitaba mostrar algún punto que forme parte de su inventiva para que el público encontrara algo llamativo. Pero esto no sucede y se cae en la repetición. La película se centra en la consolidación de la clase burguesa, poniendo en juego un cambio de valores: el dinero pasa a ser el centro de la vida, mientras que el linaje y la virtud pasan a un segundo plano, en una nueva sociedad donde se iba expandiendo todo lo que se podía comprar. Lo que hoy vemos como algo común, en ese momento se estaba consolidando. Junto a estos comportamientos aparece la idea del matrimonio por conveniencia y no por amor. El poder y el dinero son el gran motor del protagonista del film Georges Duroy (Robert Pattinson), quien se encarga de conquistar mujeres para ascender socialmente, adquirir dinero y, por consiguiente, honor. El es un ex soldado que vivió toda su infancia en la pobreza y ya de adulto se empeña en hacer todo lo posible para no volver a vivir en la miseria. En su llegada a París se encuentra con un viejo amigo, quien le otorgará un puesto en la redacción de un periódico y le hará conocer todo un círculo de burgueses acomodados. No podemos hablar de una película desprolija, aunque Pattinson aparezca un poco sobreactuado. Sin embargo, no hay duda que al film le falta algún elemento innovador. Inclusive el hecho de poseer una temática tan transitada hace que no sea interesante y que hasta termine siendo aburrida. Hay de todas maneras un juego interesante de símbolos. Se complementa la narración con escenas o imágenes, que abandonan el diálogo directo para dar paso a la insinuación. Un ejemplo importante de este recurso es cómo en una de las primeras escenas el protagonista se queda observando la moneda que le brinda su amigo, marcando desde allí la que será su relación con el dinero. Lo mismo pasa con la interacción con las mujeres: la mirada juega un papel central en la narración. Bel Ami, en sus mejores momentos, deja de lado los diálogos innecesarios y redundantes, apoyándose en la construcción de escenas que permitan dar por entendido las proposiciones e intenciones de cada uno de los personajes. Aún así, podemos decir que aunque hubo una intención de generar una nueva propuesta sobre el clásico relato, la película no logra mostrar algo que valga la pena. Seguramente este resultado es producto, también, de la mala elección del actor principal. Pero hacer recaer toda la responsabilidad del fracaso en Pattinson sería injusto: Bel Ami es un film que termina siendo largo y pesado, intrascendente, y ni una buena actuación lo hubiera salvado del olvido.
Es la historia de un hombre que desea salir rápidamente de la pobreza, y utiliza sus contactos y el don de la seducción. Esta cinta cinematográfica se encuentra basada en la novela francesa publicada en 1885 del escritor francés Henry René Albert Guy de Maupassant (Dieppe, 5 de agosto de 1850 - París, 6 de julio de 1893), aquí los directores realizan una buena recreación de finales del siglo XIX de París y los que componen son actores que tienen sus seguidores. Esta transcurre en París en 1890, donde un joven humilde Georges Duroy (Robert Pattinson ), intenta forma parte de la sociedad francesa, no tiene dinero a su nombre y es cuando se encuentra con un amigo del ejército, Charles Forestier ( Philip Glenister ), quien le da algo de dinero y lo invita a cenar a su casa. En ese momento le ofrece un trabajo en la redacción de noticias sobre sus días en el ejército. Esa noche conoce a tres bellas mujeres: Madeleine, Clotilde y Virginie. Este hombre comienza a relacionarse con la esposa de Charles, Madeleine (Uma Thurman), solo laboralmente, ya que es quien lo ayuda en la escritura. Más tarde comienza a vincularse y a tener un apasionado romance con Clotilde de Marelle (Christina Ricci, actriz de “La leyenda del jinete sin cabeza”; “Monster: Asesina en serie”), pero ante una pelea deciden separarse. Ante una situación que se le presenta bastante complicada, utiliza su seducción y va a visitar a Virginie Rousset (Kristin Scott Thomas). A esta la conoció la noche de la cena y es la esposa del propietario del periódico, Rousette (Colm Meaney), para finalmente ingresar en la cama y en la vida de estas mujeres. Sus propósitos van aumentando cuando Madeleine queda viuda, él no tardará en casarse con ella, sin dejar sus proyectos de lado. Georges no conoce mucho a esta mujer y con el tiempo ambos se van descubriendo. El destino se va metiendo en la vida, que algo muy especial le tiene preparado a Georges, su deseo es tener poder y mucho dinero, no importa como, él no tiene escrúpulos, se va a acercando a cada una de estas mujeres con la intención de salir de la pobreza e integrarse a la sociedad de París, pero el tema es si la élite lo va a aceptar. Es un film intenso pero no melodramático, esta presenta la pasión, la traición, la ambición, la inseguridad, la política y los medios de comunicación. Como surge el negocio de los periódicos a través de algunas mujeres, algunas escenas con su torso semidesnudo es para la fans de Pattison, un actor que por estas horas está de moda, pero aquí no logra llenar la pantalla, no logra sacarse ciertos tics, sus expresiones son casi las mismas que cuando hace de vampiro y resulta totalmente inexpresivo. La historia conlleva una crítica sociológica. Posee un buen vestuario, escenografía y ambientación, la banda sonora resulta reiterativa, el elenco está conformado por europeos y americanos. Una referencia especial para las actrices; Uma Thurman se destaca, le da matices, Christina Ricci esta correcta y excelente el trabajo de Kristin Scott Thomas.
Seguramente conocen esta novela, emblemática, de Guy de Maupassant, sobre un personaje de clase baja (soldado desocupado), quien relega sus principios morales y sentimientos en pos de un sostenido ascenso social, usando su belleza como moneda de cambio. La historia de un trepador en un mundo cruel, la sociedad parisina allá por fines del 1800, lugar donde la riqueza era ostensible en algunos sectores y los círculos intelectuales florecían conspirando contra la realeza a cada paso del camino… Un gran libro, realmente. Ahora bien, Declan Donnellan y Nick Ormerod llevaban tres décadas trabajando en teatro hasta que decidieron dar el salto y animarse al cine. Fundaron una compañía (Chick by Jowl) y se lanzaron a producir un guión para su ópera prima. El resultado es correcto, “Bel Ami” es un film promedio, sin demasiado relieve que se hace fuerte en el carisma de sus protagonistas, más que en la fuerza dramática que logra trasmitir. Georges (Robert Pattinson), regresa sin gloria ni dinero de Argelia, donde fue soldado. Vive una existencia miserable y cierto día llega a un tugurio donde da con un viejo compañero de armas. Este, lo invita a su casa y lo conecta con otro círculo social: un grupo de mujeres que ostenta mucho poder: Madeleine (Uma Thurman), Virgine (Kristin Scott Thomas) y Clotilde (Christina Ricci), las tres con edades y condiciones distintas, pero atractivas e influyentes en el círculo social dominante en ese momento… Ya se imaginarán que sucede, Georges, carilindo, será captado por el sistema, se convertirá en amante de alguna de ellas, logrará conseguir un buen trabajo como periodista en un diario e irá modelando un perfil de aristócrata con pocas luces, pero intuitivo y bien conectado. Las mujeres que sucesivamente irán apareciendo en su vida dejarán huellas y el seguirá adelante, tratando de lograr el ansiado ascenso social, alternando malas y buenas decisiones a la hora de resolver algunas cuestiones que se le irán presentando, de orden político y amoroso. “Bel Ami” (el apodo que una de sus amantes le pone a Georges) es una cinta aceptable, llevadera, que nunca alcanza intensidad ni vuelo (a pesar de algunas actuaciones sólidas) pero que se deja ver. Pattinson es poco expresivo y le cuesta transmitir la fuerza interior de su personaje, en ese sentido cualquiera de las tres mujeres del trío (Thurman, Scott Thoms y Ricci), lo dejan mal parado en las escenas cruciales del film, superando su performance y dejando establecido que todavía tiene un largo camino para consolidarse desde lo actoral. La puesta en escena y la dirección de arte están cuidadas y todos los rubros técnicos lucen ajustados, acordes al momento histórico que presentan. En líneas generales, una pequeña y aceptable adaptación de un clásico cuya nota saliente es la presencia de grandes personajes femeninos. Esperamos aún el salto de Pattinson como actor de relieve. Seguramente con el tiempo encontrará su lugar, entretanto, lo seguimos esperando (este noviembre con tres títulos que lo encuentran como protagonista)
Esta adaptación modelo 2012 de la novela francesa de 1885 publicada por Guy de Maupassant retrata la llegada a París de Georges Duroy (Robert Pattinson), miembro del ejército que durante dos años se encontró prestando servicio en Argelia. Conciente de su atractivo físico y de las posibilidades que esto le traerá aparejado, su ambición comienza a ser alimentada por las damas de la alta sociedad que no pueden resistirse a sus encantos. Este buen amigo complacerá sexualmente a las mujeres correctas para ascender a las más altas esferas parisinas, dejando atrás y bien enterrado su pasado de origen humilde y sufrido. Bel Ami tardó algunos meses más de los estipulados en un principio para llegar a las salas de nuestro país, espera que no rindió sus frutos y que fue totalmente en vano. Que alguien de personalidad tan distante y frívola como Pattinson despierte pasiones y conflictos tan encendidos es, como mínimo, irrisorio y para nada convincente. Por estos días vivimos una innecesaria sobredosis del actor británico, ídolo de hordas de adolescentes hormonales pero quien poco tiene para ofrecer en historias de calidad. Por fortuna, siempre es positivo contar con Christina Ricci y sus tan expresivos ojos, actriz que se toma su personaje con soltura, gracia y ligereza, dentro de una andamiaje que se presiente suntuoso y anticuado.
Tan pálida como la piel de Pattinson "Bel Ami" es una película débil que intenta maravillarnos con la historia de ascenso social de un vago seductor encarnado por el sobrevalorado galán Robert Pattinson. ¿Estuve muy duro? Bueno... es la verdad. Para que una historia tan simple despierte interés, hipnotice, realmente entretenga, debe tener algún tipo de factor diferenciador que la distinga de otras historias comunes, y no sólo eso, sino que debe destacarse en la ejecución de los aspectos técnicos e interpretativos. En esta cinta, no hay ningún factor fuerte, no hay un drama realmente complejo, no se percibe el trauma de los protagonistas en el juego de usar y ser usado, no conocemos ni llegamos a conectar con los personajes. Es una lástima porque la mayoría de las obras del escritor Guy de Maupassant han sido exitosas no sólo en la literatura, sino también en el cine, ejemplos de esto son "Masculino-Femenino" de Jean-Luc Godard o "El Placer" de Max Ophüls. Seguramente el escritor debió transmitir muchas más sensaciones en su novela que lo que se logró transmitir con esta adaptación cinematográfica, que por momentos aburre demasiado y se torna molesta. El rol seductor de Pattinson en esta película resulta menos creíble que Adam Sandler haciendo de héroe de acción. Creo que en lo interpretativo ha mejorado bastante, sobre todo desde su 1er protagónico en "Crepúsculo" que fue insufrible, pero en cuestiones de seducción, este rey de la palidez ha demostrado que levanta más por su aspecto físico que por su actitud seductora. Le faltó pasión, soltura, calidez, gesticulación... sólo parece estar en este film como movida comercial por el éxito que adquirió por su participación en la saga vampira y no por sus verdaderas dotes seductoras e interpretativas. Pero bueno, no todo es culpa del pobre Pattinson. La dinámica y la carga emocional con la que se filmó esta historia son bastante insípidas también. Suceden varios acontecimientos que debían suscitar sensaciones fuertes en el espectador, pero finalmente lo que terminó produciendo eran bostezos y miradas de reloj. El trío protagónico de mujeres también estuvo desaprovechado, ya que aún contando con nombres como Kristin Scott Thomas, Christina Ricci y Uma Thurman, no se pudo disfrutar de sus intervenciones, salvo en muy brevísismas ocasiones. Sin más, no es una peli que aconsejo ver salvo que seas una/un incondicional del joven Robert, que para aplacar un poco más las ganas, ni siquiera se muestra demasiado en situaciones calientes con las protagonistas.
Cuestión de época Robert Pattinson está viviendo su crucial era pos Crepúsculo, aunque en cierta manera siga reiterando su rol de vampiro: el cínico y bursátil que encarna en la inminente Cosmópolis, y el joven inescrupuloso que se aprovecha de sus amantes para ascender en la Francia del siglo 19 en Bel ami. Así, ya sea a bordo de una limusina o de una carreta, el actor británico no para de exhibir su singular rostro herméticamente triste, oscuro y de una sonrisa inquietante que despunta de a ratos: compilado de gestos mínimos que funciona en Cosmópolis (Cronenberg sabe cómo dirigirlo) y no en Bel ami: la frialdad ambiciosa y los esporádicos estallidos de ira del joven Georges Duroy no bastan para componer a un personaje que se supone ambivalente, escindido entre la misión personal de triunfo social y la seguidilla de traiciones que va llevando a cabo; el Duroy de Pattinson es opaco, forzado y esquemático. Algo similar ocurre con las amantes del protagonista, entre las que resalta la más comprensiva Clotilde (Christina Ricci) y la experimentada Madeleine (Uma Thurman). Meras piezas de ajedrez de un tablero secundario que hacen tambalear a Duroy sólo un instante, para que éste después se salga con la suya. A pesar de cierto tono de “feminismo” de época (“Quiero una libertad absoluta, tenés que reflexionar sobre eso”, le advierte Madeleine a Duroy), Bel ami está concentrado única y exclusivamente en la figura del “bello amigo”, que avanza implacable ante la mirada resignada de sus varias mujeres. Más que una película “de época”, la cinta de los debutantes Declan Donnellan y Nick Ormerod es un signo de esta época, en la que la mera lista de nombres en el elenco supone razón suficiente para vender el filme: en efecto, el argumento inspirado en la novela de Guy de Maupassant parece una simple excusa para mostrar a Pattinson en una serie de peripecias amorosas en un contexto “libertino”, aunque paradójicamente Bel ami sea posiblemente recordada en el tiempo sólo por los desnudos fugaces de Christina Ricci. “No tenía idea de la profundidad de tu vacío, no hay nada ahí”, le dice una decepcionada Madeleine al turbio Duroy, y en esa sentencia se condensa el espíritu mismo de Bel ami.
Publicada en la edición digital #245 de la revista.
Detrás de cada hombre Película rara en todos los sentidos. Nunca se sabe bien qué es lo que narra, cuál es su objetivo, cómo planea conseguirlo, para qué sucede tal cosa o, en todo caso, cuál es el propósito de los acontecimientos. Basada en la novela de Guy de Maupassant, "Bel ami" presenta todos los problemas de las adaptaciones literarias: no hay vida en las actuaciones, las escenas se suceden sin un rumbo claro, etcétera. Si no fuera por el gran calibre del elenco y la hermosa puesta en escena, la película carecería de valor. Cuando uno está viendo la película no puede dejar de pensar que está ante una versión infantil de la adultez. Se habla de romance, sexo, poder, política, economía, pero siempre de la manera más superficial posible. Nunca con profundidad. Aunque cada personaje tiene sus complejos y ambigüedades, e incluso la historia tiene aristas sumamente interesantes, todo parece ser transportado al mundo del cliché y, por ende, cualquier intento de originalidad o creatividad desaparece por completo. Lo único que queda es un relato vacío y sin fuerza. Sin embargo, lo más preocupante de toda la producción es la falta de un hilo conductor claro y definido que delinee el andar de sus protagonistas. Todo se sucede sin que el espectador tenga una noción clara de porqué le debe importar que pase tal o cual cosa. Incluso, la película también carece de conflicto alguno. La sinopsis, habla de la disputa entre la moral y el beneficio personal, pero en ningún momento se sienta la base de que el protagonista tenga algún tipo de escrúpulos. Por lo tanto, si nunca se sabe que busca el personaje principal y ni siquiera se tiene claro cuál es el obstáculo que debe enfrentar para conseguirlo, cómo van a pretender que el espectador se sienta atraído por esta película. Lo único destacable de la película es el nivel interpretativo de los actores, con picos en las actuaciones de Uma Thurman y Chirstina Ricci, el impresionante despliegue visual y ambientación de la época y, aunque parezca mentira, el cuento original que se narra. El relato de cómo el protagonista asciende los estratos sociales es apasionante, lástima que como cualquier historia, sin importar que tan buena sea, siempre va a depender de la habilidad del narrador.
Robert Pattinson saltó a la fama por su composición de un vampiro de corazón tierno en la saga “Crepúsculo”. Esa mezcla de ángel y demonio rindió sus frutos y acá lo vemos como Georges Boroy, un joven ambicioso que arriba a París desde Argelia, donde tuvo tarea activa en el ejército por dos años. Apuesto, seductor, Georges conoce sus encantos y los usará para ascender vertiginosamente en la escala social. El film pretende ser una actualización en versión muy libre de un clásico de Guy de Maupassant. Los personajes femeninos constituyen piezas claves para el irresistible ascenso de Boroy en los niveles de poder de la clase alta francesa. Se destaca la estupenda Kristin Scott-Thomas, verdadero prodigio de sutileza y encanto. A Pattinson le falta todavía recorrido para convertirse en un actor de peso.