Bel Ami, historia de un seductor

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

No es que Guy de Maupassant sea un gran novelista y sin embargo se han hecho varias adaptaciones de su trabajo. En especial de los cuentos cortos. La novela “Bel Ami” ha sido llevada al cine una decena de veces. Recuerdo una de mediados de la década del ’70 que alguna vez rescató la industria del VHS, pero nada digno de recordar.

El joven Georges Duroy (Robert Pattinson) vuelve a París luego de pasar un tiempo en la guerra de Argelia. Se encuentra en bancarrota, sin trabajo y sin un mango partido al medio, pero en la ciudad se encuentra con un viejo amigo y es invitado por éste a trabajar en el periódico local.

Duroy tiene pocas luces, habla mal, escribe peor, no tiene alcurnia, pero eso sí, tiene mucha pinta, y en este atributo es donde encuentra la forma de ir trepando en la alta sociedad, ya que las mujeres más influyentes están loquitas por él, aunque a juzgar por cómo se van dando los acontecimientos, tampoco son un prodigio en el uso de la inteligencia. Así, el muchacho andará entre las sábanas de Madeleine Forestier (Uma Thurman), Virginie Rousset (Kristin Scott Thomas) y Clotilde de Marelle (Christina Ricci). Cada una le es funcional al plan de ascenso social y económico.

Con todos los elementos para ser una producción interesante, los directores de “Bel Ami: Historia de un seductor” deciden ir contra la corriente del verosímil planteando situaciones que ni el elenco se lo cree, aunque los espejitos de colores con los que está decorada distraen bien: ambientación de época, vestuario, música, en fin… todo el decorado de la torta que ayuda al espectador a trasladarse en el tiempo (otro de los actos de magia del séptimo arte).

Todo ayuda. Compramos. De ahí a creer que un “carlitos” es capaz de lograr que tres mujeres les metan los cuernos a sus maridos, o traicionen sus convicciones en un diálogo que duran menos que el sostenido entre cliente y kioskero para comprar puchos, es otra cosa. Ni hablar de los dos o tres momentos en los cuales los maridos en cuestión quedan como cornudos conscientes.

Parece increíble que hayan sido necesarios dos directores para realizar una película con varios baches narrativos pero que, sobre todo, exige al espectador una exagerada predisposición a lo increíble.

Uno puede entender la elaboración de productos para un target determinado, o para apuntalar la carrera de un actor. Robert Pattinson probablemente llegue un día a transformar la madera en algo creíble, por ahora debe confiar en su agente a la hora de elegir papeles favorables a sus capacidades.

Para colmo se viene otra entrega de la saga “Crepúsculo”. Si acá parece un témpano de quijada cuadrada, imagíneselo maquillado como tal.