Beata Ignoranza

Crítica de Paula Vazquez Prieto - La Nación

Vínculos familiares en la era digital

Como ha sucedido desde su explosión creativa a fines de los 50, la comedia italiana ha leído en clave satírica el devenir de los cambios sociales: la posguerra, el milagro económico, las migraciones, la crisis de los ideales, y ahora el impacto social de la era digital y las trasformaciones de las relaciones personales. Esos escenarios complejos y cambiantes siempre demandan reflexión, y también un poco de saludable ironía. A veces con sutileza e inventiva, otras con algo de gracia y bastante de oficio. Este es el caso de Beata ignoranza, escrita y dirigida por Massimiliano Bruno, que propone un juego de opuestos entre dependientes y resistentes de las tecnologías, entre modernos y conservadores, entre aprendices y educadores, siempre con el ánimo de iluminar algunas contradicciones del presente y reírse de otras.

Ernesto (Marco Giallini) y Filippo (Alessandro Gassman) son dos profesores de secundaria que se reencuentran después de 25 años de silencio, rencores y una mujer perdida. No pueden ser más distintos: Ernesto tiene un Nokia del 95, lee poesía y anhela el tiempo perdido; Filippo es un millennial de alma, fan de las redes sociales y de las relaciones sin compromiso. Las viejas disputas y las nuevas reflexiones sobre verdades y responsabilidades se despliegan en un tono nada solemne, sin deslumbramientos, pero con algunos gags logrados, confirmando que la comedia italiana no está en su mejor momento, pero sigue resistiendo.