Baywatch: Guardianes de la bahia

Crítica de Tomás Ruiz - EL LADO G

Una película que cumple a duras penas su función de entretener pero se queda sólo en eso.

Hollywood sigue atentando contra la infancia de los consumidores mundiales de cine y esta vez llega a la gran pantalla Baywatch: Guardianes de la Bahía (Baywatch, 2017), la serie que catapultó a la fama a Pamela Anderson y David Hasselhoff, más por sus atributos físicos que actorales, llega ahora en una versión renovada con ánimos de pelear la taquilla mundial a los gigantes proyectos que están en la cartelera. Para los desmemoriados, la serie original de Baywatch (1987-2001) consistía en un grupo de guardavidas de la costa de California que además de dedicarse a broncearse, coquetear con la gente de la playa y cambiar la bandera de la marea, se dedicaban a salvar vidas tanto dentro, como fuera del agua. Baywatch fue una de las series precursoras a la hora de mezclar el género policial con el de la comedia. Semana tras semana y por casi 20 años, los bañeros más sexys se dedicaban a salvar a aquellos que sufrían accidentes en el mar pero también resolvían crímenes fueras de las costas. Asesinatos, tráfico de drogas y corrupción eran los temas recurrentes para esta ficción que estuvo 11 temporadas al aire y que trajo consigo 2 secuelas: Baywatch Nights y hasta una película: Baywatch Hawaiian Wedding.

Ahora con un espíritu joven y renovado, los socorristas de la costa de California intentarán copar la parada de nuevo y convertirse en quizás los héroes más comunes del mundo. Ahora bajo el liderato de Dwayne “The Rock” Johnson en el papel del Teniente Mitch Buchannon y el de Seth Gordon (Horrible Bosses, 2011) detrás de las cámaras, un nuevo peligro acecha su playa cuando encuentran en recurrentes ocasiones, paquetes de drogas desparramados por toda la costa. Para detener esto, Mitch necesitara de sus compañeros de turno y de nuevos integrantes en su escuadra de modelos en traje de spándex. Uno de estos nuevos reclutas es Matt Brody (Zac Efron) un ex medallista olímpico orgulloso, egoísta y fanfarrón que no sabe trabajar en equipo y que deberá acoplarse al grupo para poder limpiar las costas del mal que estas sufren.

La peli juega a dos puntas durante todo su relato pero sin jugársela, no se puede catalogar como película de acción, porque sus escenas más peligrosas tienen bastantes defectos a la hora de la ejecución. Previsible y con más entusiasmo que otra cosa, la trama policial del film se termina resolviendo hasta por casualidad sin tener demasiado que ver con el transcurso de lo que se ve. Algunos tramos parecen sacado de Los Bañeros Más Locos del Mundo (1987). Tampoco se la puede encasillar como si quisiera pertenecer estrictamente a una comedia, ya que esa no es su premisa inicial.

Lo más destacado de la película es sin dudas Dwayne Johnson. Imposible no reírse en las situaciones con él y Efron, pero solo por el carisma del bueno de Dwayne. Chistes fáciles y ya clásicos en el cine que supieron ser precursores están todo el tiempo dando vueltas y no siempre queda bien que todas las situaciones “dramáticas” tengan en el medio una broma de penes y sexo . A pesar del discurso siempre optimista de Mitch, sobre el trabajo en equipo y metáforas del cuerpo, el alma y el mar este cuasi eslogan es siempre el mismo. Sobre su fornida espalda cae el único sustento del film, pero todo no lo puede. Los personajes secundarios cumplen solo su papel y no destacan, incluso al ver a Efron en la pantalla se puede inferir que está ahí sólo por su físico y no por su faceta de actor. Lo mismo con la participación femenina, que si bien en su momento con Pamela Anderson pasaba algo similar y nadie se oponía a que siempre haga el mismo papel, otros son los tiempos que corren y las mujeres de este grupo podrían haber tenido otra importancia en la película.

Los papeles de Alexandra Dadario (Summer Quinn), Kelly Rohrbach (CJ Parker) e Ilfenesh Hadera (Stephanie Holden) tenían que tener alguna participación un poco más preponderante en el film, solo parecería que están ahí para rellenar la pantalla con su femineidad. Luego esta el gordito del grupo, Ronnie (Jon Bass) que no se sabe bien qué hace ahí, solo que por su perseverancia y amor propio logra conseguir el trabajo que siempre quiso, el sueño americano. La villana Victoria Leeds (Priyanka Chopra), deja mucho que desear también y nunca termina siendo la antagonista que, por momentos, promete.

Claro está que este tipo de películas no pueden representar en el espectador la típica historia que transmite un mensaje, es más una producción para distenderse un rato, comerse unos pochoclos, reírse y al poco tiempo olvidarse de su existencia. El director juega con el homenaje permanentemente, la música, las locaciones, las vistas y las tomas, todo hace que se recuerde a la serie original de principios de los años ’90. Siendo esta, un tipo de película que depende mucho de cuántos billetes recauda y no tanto así de lo que diga la critica, si la película se ve respaldada por los fans en las salas de todo el mundo, muy probablemente tengamos una segunda parte de esta película que en un balance general, se ahoga sola.