Batman vs Superman

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

Choque de luz y sombras

En abril de 1938 el mundo cambió. En la crisis de los ‘30 Jerry Siegel y Joe Shuster, dos chicos judíos de Cleveland, lograron que National Allied Publications les editara en el número 1 de “Action Comics” el debut de un personaje que habían creado: no era otro que Superman, al principio saltador y bastante antisistema. En el universo alternativo que Alan Moore creó para “Watchmen” ése fue el aliciente para que alguna gente se convirtiera en justicieros disfrazados (mientras leía cómics de piratas), pero en nuestro mundo fue el comienzo de los superhéroes tal como los conocemos.
Un año después, en mayo de 1939, la misma empresa lanzó en el número 27 de “Detective Comics” al Batman creado por Bob Kane y Bill Finger: el primer vigilante había nacido, y a partir de allí la cosa no paró nunca. La editorial se fusionaría más tarde con otras, como All-American Publications, donde debutó Wonder Woman en diciembre de 1941 (la primera amazona, literalmente, creada por William Moulton Marston).
Esos dos tipos fueron los padres del fenómeno. Uno extraterrestre, todopoderoso, casi inmortal, que recarga sus energías con la luz de nuestro sol amarillo; el otro humano, vulnerable, mortal, que se siente más cómodo en la noche. Uno fue criado por padres adoptivos amorosos y humildes, que le enseñaron la virtud del altruismo; el otro, por un mayordomo tras el asesinato de sus padres, hecho del que extrajo un sentido de la justicia cercano a la venganza. Al primero le alcanza con sacarse los lentes y despeinarse un rulo para que nadie lo confunda con su identidad secreta, un periodista algo pelmazo; el segundo usa una máscara para tapar el rostro del millonario playboy bajo la capa (ambos tienen algo de don Diego de la Vega). El de rojo y azul tiene una enamorada, y el de negro no tiene chances de pareja estable.
No podían ser más diferentes, y por eso sus encuentros siempre tuvieron que ser interesantes: también fueron pioneros en los team ups de héroes. Y con ellos empezó el equipo designado por Warner Brothers (actual propietaria de DC) para arrancar un Universo DC en la pantalla -algo que curiosamente nunca pudo concretarse-, que pueda hacerle frente al Marvel Cinematic Universe, gestado por la Disney en la vereda de enfrente. Estos dos tenían que limar sus asperezas antes de poder hacer la revolución de los metahumanos: hay que enchamigarse para ser superamigo. Y sí, tienen algo en común, que cuando el espectador cae es como darse cuenta de que el “Feliz cumpleaños” y “El payaso Plin Plin” tienen la misma música.
Mesías o demonio
La película en cuestión se encuentra en la continuidad de Superman, luego de “El Hombre de Acero”. Vuelve Zack Snyder en la dirección y David S. Goyer como uno de los guionistas, mientras que Christopher Nolan se baja de los textos y pasa a la producción ejecutiva (quizás para cuidar el tratamiento al murciélago, con el que tuvo sus buenos momentos).
La historia retoma los sucesos a partir de la batalla contra el General Zod: Bruce Wayne estaba en Metrópolis ese día, y vio con sus propios ojos la destrucción de una financiera de su propiedad, con la muerte de varios de sus empleados y la mutilación de otros. Como otros, comienza a desconfiar del alienígena bondadoso: también los políticos, a partir de otros sucesos. ¿Es Kal-El un Mesías terreno o alguien temible en virtud de su poder infinito? Alexander “Lex” Luthor, un joven millonario bastante loco, se plantea un dilema teológico: no se puede ser infinitamente bueno e infinitamente poderoso a la vez. Más terrenalmente, se mueve en dos direcciones: obtener kryptonita y mover los hilos para estimular la rivalidad entre el redentor y el que busca redención. Las cartas están echadas.
Ya en la “Superman regresa” de Brian Singer, había comenzado a explotarse la estética mesiánica para “el último hijo de Kryptón” (cuando flotaba con las manos abiertas), que Snyder explota más, cuando el de la S aparece en el cielo, en contrapicado, con la capa flameando de lado como las túnicas de los frescos renacentistas. Es interesante el desarrollo de una psicología supermanesca (que en realidad tendría que parecerse a la del Dr. Manhattan de “Watchmen”; en algún punto, Clark Kent es el ancla de Kal-El con la humanidad, de la mano de Lois Lane, por supuesto).
Del lado más oscuro, se vuelve a contar la escena fundante del asesinato de los Wayne, explotando todo lo que se contó en diversas ocasiones en los cómics (Snyder siempre fue muy bueno llevando viñetas a la pantalla, en “300” y la propia “Watchmen”: lo de las perlas es muy logrado).
Después, el enfrentamiento entre ellos es más en el terreno de las ideas, aunque hay un mano a mano como para cumplir con el espectador. Y la última media hora gira en torno a Doomsday y el subsecuente clímax de la acción, con las consecuencias que el lector de cómics imagina cuando decimos ese nombre. Entre medio, alguna que otra escena onírica que no suma nada (a menos que sea una clave de cómo sigue la franquicia).
Caras y caretas
Henry Cavill y Ben Affleck están bastante bien en su lógica binaria: uno medio buenazo y medio estólido, y el otro siempre enfurruñado (Affleck no es Keaton o Bale, pero lo recordarán mejor que a Clooney). Amy Adams como Lois nos ha crecido, es todas las Amy Adams que hemos visto en los últimos años y tiene mucho peso específico. Como Jesse Eisenberg como Luthor: un joven prodigio absolutamente pirucho, mezcla de su Mark Zuckerberg de “Red social” con el Joker. Pero la entrada se paga con Gal Gadot como Wonder Woman (la Mujer Maravilla, para fans de Linda Carter): es el verdadero personaje de acción, que pasa del glamour de publicidad de perfumes a convertirse en una guerrera temible y risueña (nada de vueltitas y bombachudos).
Entre los secundarios, el Alfred de Jeremy Irons es gracioso, y menos aplomado que el de Michael Caine. Diane Lane le pone oficio a Martha Kent, la mamá del supertipo, mientras que Laurence Fishburne hace lo propio con Perry White, el jefe de Clark y Lois, dueño de un par de diálogos divertidos para periodistas y estudiantes de comunicación. Y ahí está Holly Hunter, dotando de ambigüedad a la senadora June Finch. Después hay algunos cameos y reapariciones, y la aparición de varios periodistas reales, como para dar credibilidad a la cosa.
La semilla está plantada: el año que viene nos espera “La Liga de la Justicia Parte Uno”, y ahí sabremos si DC puede cantarle envido a Marvel en el salto a la pantalla.