Batman: el caballero de la noche asciende

Crítica de Emiliano Fernández - CineFreaks

Heroísmo y fragmentación social

Vaya uno a saber cómo lo hace pero por quinta vez consecutiva el genial Christopher Nolan nos entrega una realización no sólo extraordinaria desde el punto de vista cualitativo sino además definitoria en cuanto a los límites concretos de lo que Hollywood puede llegar a ofrecer en términos de espectáculos para las masas. Al igual que Batman Inicia (Batman Begins, 2005), El Gran Truco (The Prestige, 2006), El Caballero de la Noche (The Dark Knight, 2008) y El Origen (Inception, 2010) antes que ella, El Caballero de la Noche Asciende (The Dark Knight Rises, 2012) es una película exitosa en múltiples niveles, una epopeya que interpela políticamente a su tiempo, desparrama cuestionamientos urgentes de todo tipo y a fin de cuentas calza perfecto en nuestras sociedades de injusticias flagelantes, estupidez estatal, solipsismo ciudadano y criminales con una cuenta bancaria gigantesca.

A esta altura del partido podemos afirmar que uno de los rasgos característicos de la producción del británico, central a la hora de despertar esa devoción casi fundamentalista por parte de los fanáticos, es la severidad de los convites en su conjunto, ese tono narrativo entre grave, solemne y parco que resulta tan ajeno a lo que suelen ser los estándares de la industria cinematográfica norteamericana de la actualidad. De hecho, este es el meollo del asunto: la obra solitaria motivada por una lectura adulta y compleja de la realidad circundante inevitablemente se abrirá camino -por más que sea sólo para destacarse sin mayores consecuencias- en un contexto cultural en el que predomina el entretenimiento hueco bobalicón, el mismo que siempre pretende facilitar el escapismo del público a partir de representantes singulares paupérrimos que ni siquiera alcanzan a cumplir su cometido.

Las primeras escenas dejan bien en claro la estructura coral y el pulso épico del film: luego de la “presentación en sociedad” de Bane (Tom Hardy) a través de una exquisita secuencia centrada en el secuestro en el aire de un físico nuclear, la acción corta a una Ciudad Gótica en paz que conmemora el octavo aniversario de la muerte de Harvey Dent y la desaparición del enmascarado, quien recordemos se hizo cargo de los asesinatos perpetrados por el ex Fiscal de Distrito. Mientras que el Comisionado Gordon (Gary Oldman) titubea acerca de la posibilidad de decir la verdad en un discurso y Miranda Tate (Marion Cotillard) pretende convencer a Bruce Wayne (Christian Bale) para que invierta en un proyecto de energía limpia, la bella Selina Kyle (Anne Hathaway) aprovecha la velada para abrir la caja fuerte del millonario, robar las perlas de su madre y extraer una copia de sus huellas digitales.

A su vez el joven oficial de policía John Blake (Joseph Gordon-Levitt) sospecha que “algo” está por surgir de las alcantarillas y hasta descubre intuitivamente la identidad secreta de Wayne. Como ocurría en la entrada anterior, el guión vuelve a estar a cargo del propio Nolan y su hermano Jonathan, sobre una historia previa planeada junto a David S. Goyer, y reincide en tópicos como la necesidad del heroísmo en comunidades fragmentadas, el rol del habitante común frente a la crisis social, las características punzantes del terrorismo, el carácter despiadado de los sectores económicos, la inoperancia del gobierno, los caminos sinuosos de la venganza personal y la alternativa planteada por un orden anarquista. Hoy el relato sorprende profundizando en una situación caótica símil golpe de estado -incluidos tribunales populares y suspensión del marco legal- motivada por el afán destructor de Bane.

Más allá de los señalados, en el maravilloso elenco nos reencontramos con Michael Caine, Morgan Freeman y Cillian Murphy en participaciones fundamentales (Matthew Modine es otro bienvenido “rescate” en la línea de Eric Roberts). Si bien El Caballero de la Noche continúa siendo la cúspide de la saga, esta tercera parte nos reenvía al dolor primigenio de Batman Inicia e indudablemente constituye otro triunfo absoluto de la inteligencia conceptual, la destreza técnica y el talento estratégico por sobre el mero negocio inerte sin el modelado meticuloso de la dimensión artística. No nos queda más que celebrar que semejante presupuesto haya caído en las manos apropiadas, que Nolan haya obtenido el visto bueno del mainstream y que la humanización del personaje central esté finiquitada: aquí Bane y Batman luchan con sus puños y el devenir del policial hardcore lo cubre todo.