Basada en hechos reales

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

"Basada en hechos reales", la última película de Roman Polanski es la adaptación cinematográfica del best seller homónimo de Delphine de Vigan. Vale la pena conocer un poco de la carrera de De Vigan como escritora porque es una clave importante para poder adentrarse más profundamente en la propuesta de este último opus de Polanski, en el que abandona por completo el teatro filmado de sus dos últimas producciones (“Un dios salvaje” y “La venus de las pieles”) para volver de lleno al thriller psicológico.
Delphine De Vigan alcanzó fama internacional cuando se atrevió a abordar en su novela “Nada se opone a la noche” un tema tan devastador como el suicidio de su madre.
Y precisamente el film de Polanski abre con una escena en donde la escritora Delphine Dayrieux (encarnada por Emmanuelle Seigner) se encuentra firmando ejemplares de su nuevo suceso literario en donde cuenta oscuros y dolorosos sucesos de su vida familiar.
El límite entre la realidad y la ficción se entrecruzan tanto en la obra de De Vigan como en el guion escrito por el propio Polanski junto a Olivier Assayas: y así como conocemos un subgénero de "cine dentro del cine", aquí logran armar un interesante juego de "literatura dentro de la literatura". De Vigan – Polanski trabajan permanentemente con la idea del doble / alter-ego por lo que justamente el personaje principal del filme se construye como un espejo perfecto de la autora.
Mismo nombre, misma profesión, mismo bloqueo creativo, mismas angustias: todo subraya la imbricación de la realidad en la ficción, haciendo difusos los límites entre lo autobiográfico y lo ficcional.
Delphine (Seigner, una vez más formando dupla creativa con su esposo luego de “Búsqueda Frenética” o “La Novena Puerta” y estrella de “Algunos días de primavera” de Brizé y “La escafandra y la mariposa” de Schnabel) conocerá a una enigmática “fan” de toda su obra, Elle, en una fiesta a la que asiste después de la firma ejemplares de su éxito editorial.
Elle también es escritora pero reconoce que no puede firmar con su propio nombre sino que lo hace bajo la forma de “ghost writer / escritora fantasma” con cierto talento y oficio dentro del género que desarrolla, escribiendo por encargo biografías de personalidades del deporte, la política o el mundillo artístico.
Desde el instante en que se conocen, Elle comenzará a intervenir no solamente en la vida sino también en el mundo emocional de Delphine, generando una relación asfixiante, enfermiza y adictiva.
Polanski es hábil y nos va llevando por caminos confusos, donde por momentos la amistad se tiñe de una fuerte atracción erótica y una emocionalmente vulnerable Delphine, parece ser la víctima perfecta para el mecanismo de seducción y vampirismo que despliega incansablemente Elle sobre su presa.
Pero a medida que el vínculo se hace más patológico y más nocivo, la película comienza a respirar un aire conocido, remitiendo permanentemente a la icónica "Misery" de Stephen King; al mundo del profesor de literatura alterado por el alumno que invade su vida privada en “Dans la maison” de F. Ozon, como así también a otros títulos del propio Polanski –se mezcla algo de "El escritor oculto" más el clima opresivo de "Perversa Luna de Hiel"- que hacen que todo lo que sucede se imponga como muy poco novedoso y falto de atractivo.
La historia comienza a estructurarse en base a demasiados lugares comunes del género y si bien el estilo de Polanski luce joven y vibrante a sus 84 años, todo lo que se cuenta tiene un tinte sumamente básico, elemental, completamente carente de vuelo.
Sumado a esto Eva Green compone su personaje de Elle como una malvada que es más una caricatura grotesca de trazo grueso, que un personaje siniestro en sí mismo.
Parece, en algunas secuencias, estar perdida dentro de una película de Tim Burton, con un estilo de actuación que cuesta ensamblar con el de Seigner, generando momentos en los que parecen componer personajes para dos películas diferentes –aún cuando, por supuesto, tienen momentos muy logrados dentro de un tenso duelo actoral-.
Que Polanski es un director que hace arte con su cámara ya está validado por toda su trayectoria.
Logra generar un ritmo de thriller y un suspenso sostenido pero como espectadores, sabiendo que el ojo de Polanski está detrás de la cámara, esperamos algo más... pero ese plus, nunca llega.