Barroco

Crítica de Josefina Sartora - Otros Cines

El arte de robar

Muchas de las películas de los más jóvenes directores argentinos giran alrededor de un monotema: los jóvenes que se niegan a crecer. Por eso resulta atractivo cuando los directores del NCA se interesan por otros temas, más variados y fértiles, como sucedía en süden, Invernadero o Yatasto, por ejemplo. Pero una consigna del trabajo realista lleva a filmar sobre lo que uno mejor conoce, y eso no está nada mal.

Barroco no es una excepción a esa generalidad. Su protagonista es un joven que acaba de conseguir trabajo en una librería -ama los libros- y novia flautista barroca, y con un amigo está pergeñando una fotonovela que transcurre en una Buenos Aires sin gas, en pleno invierno. El problema es que Julio irá tomando decisiones que habrán de complicar cada uno de estos frentes. El tema del robo vuelve una y otra vez en el film: en la fotonovela habrá un robo de artefactos eléctricos, un compañero de Julio roba libros de la librería y él no vacila en seguir su ejemplo, de manera cada vez más osada. Robo y mentira se van articulando alrededor de Julio, frente a su novia y a sus empleadores, mientras el muchacho rehúsa asumir cualquier responsabilidad.

En su opera prima, Estanislao Buisel sabe mantener un ritmo y una tensión acorde con el relato que, si bien no es fascinante, logra su suspenso. Al final, inserta un film dentro de otro al presentar la fotonovela, con rasgos de humor, personajes y referencias a la historia que se narró antes. Con un elenco cohesionado, con nombres ya frecuentes en el nuevo cine más joven -los siempre eficaces Julián Tello y Julia Martínez Rubio- y una música barroca concebida para el film por Gabriel Chwojnik, se trata en definitiva de un estreno valioso.