Barroco

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

Entrega en capítulos

Apenas entra a trabajar en una librería, a Julio, un villano de poca monta (esos patéticos personajes que supo retratar Bresson), ya se le ocurre robar libros junto a su amigo Lucas. Ambos tienen otros planes, de algún modo literarios, también. Circulan de noche por Buenos Aires para sacar fotos en lugares siniestros, con el fin de editar una fotonovela que están escribiendo. En el proyecto participan una chica curvilínea que llaman Traslado, con quien de vez en cuando Julio tiene sexo; un amigo recluido, fantasmal, llamado Mozeta, y la novia de Julio, flautista de un ensamble de música barroca. En torno a su novia se generan incidentes que dan tono a la película, como los celos hacia Oscar, ex novio de la chica, organista y conductor del ensamble. Los avatares de Julio tienen ritmo barroco, con un scherzo final compuesto por la fotonovela, narración fantástica de una Buenos Aires sin gas, protagonizada por un ladrón enmascarado y un tallerista que transforma motores de auto en generadores de energía. Este debut de Estanislao Buisel cuenta a Walter Jakob como su coguionista e integrante del reparto, y el aire superado de Julio recuerda al rol del mismo actor, Julián Larquier, en Los talentos, la notable obra de Jakob y Agustín Mendilaharzu. Barroco es una ópera prima entretenida y con la cuota de originalidad que se espera de la productora Rayo Verde Films.