Bárbara

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

La vida de los otros

El director Christian Petzold, conocido por el público argentino a partir de “Triangulo” (2008), vuelve a aparecer en la cartelera porteña (convengamos que hubiera merecido un mejor mapa de exhibición), con la realización por la cual mereció el premio al mejor director en el Festival de Cine de Berlín en el año 2012.

En esta ocasión el guión, de su autoría, se centra principalmente en relatar la vida de la Dra. Barbara Wolff (Nina Hoss) luego de ser castigada por el régimen comunista de la Republica Democrática de Alemania, al osar pedir permiso para irse del país. Luego de la condena, de la que el espectador nada sabe, es enviada a proseguir con sus tareas profesionales en un pueblo perdido al norte, cerca del Mar Báltico.

Allí conocerá al Dr. Andre Reiser (Ronald Zehrfeld), su joven jefe, quien quedara subyugado por la belleza, en apariencia gélida, de su colega, la personificación, el derrotero, la evolución del personaje, los lugares ocultos de su personalidad, a la vez que su calidez y calidad humana que lo atrapan, como atraparan también al espectador, sostenido sobre todo por la gran actuación de la actriz alemana a la que pudimos ver en la anteriormente la ya mencionada “Triangulo” y en “Anónima, una mujer de Berlín” , también del 2008.

De cómo la sospecha constante sobre su persona, y de la persecución de la que es objeto, termina por transformarse en algo más de lo cotidiano, casi soportable; de cómo éste personaje no sólo pone al servicio su saber, sino de cómo hacer jugar sus afectos, su pensamiento ideológico, y hasta su propio cuerpo como parte de lo intrigante o misterioso.

Pero, y esto es lo más interesante de la construcción del texto fílmico, es el lugar de importancia que empiezan a tener a partir del desarrollo de las acciones las subtramas, que si bien no son de resolución vertiginosa, aportan para la creación de climas para el sostenimiento de la intriga, pues el responsable último del filme decide no dar nada por sentado, y en algunos términos sostener lo ignoto de los acontecimientos en pos de lograr un efecto cautivante.

En principio, y como una curvatura de la evolución del personaje, vemos como la Barbara se relaciona empaticamente con Stella (Jasna Fritzi Bauer), una joven que se escapo de uno de los campos de adiestramiento-castigo impuesto por el régimen, y que llega al nosocomio donde trabaja la doctora, quien descubre un principio de meningitis en la paciente y su condición de futura madre. La relación con esta niña, a la que le robaron la infancia y la adolescencia, le hará cambiar también su postura engañosamente egoísta frente a las injusticias cometidas.

Las otras historias laterales son la relación de amor-necesidad con un médico de Alemania Occidental que la quiere ayudar para que se escape de su país, y en su trabajo el sentirse necesitada por un joven con intentos de suicidio.

También juega un rol muy importante la dirección de arte, en relación a la luminosidad del filme, el estilo realista haría puente con la estructura clásica elegida para narrar, a la que se le contrapone los colores vivos, principalmente el rojo y el azul, sobre una estética de tonos pasteles, como para reforzar los estados de animo de todos los personajes.

En cuanto a escenografía y vestuario, ambos son utilizado para ubicación más certera desde lo temporal, se sabe, pues algunos indicios el director va entregando paulatinamente, que todo transcurre a finales de la década de 1970 o principios de los ´80.

Es asimismo muy interesante el manejo de la banda de sonido por parte del director, no sólo desde lo hablado sino que se lo nombra en la radio a Wilhelm Furtwangler, el gran director de orquesta especialista en Richard Wagner, sobre su interpretación de la Obertura en Mi Mayor, grabación perteneciente a las realizadas por el director de orquesta berlinés, y que estuvieron en poder de la égida comunista hasta 1990, sin olvidar que la versión de la 9ª sinfonía de Beethoven realizada en 1951 es considerada la más lograda.

Este estilo musical clásico será el preponderante empaticamente durante casi todo el filme cuando hay música, pero llama la atención que en dos momentos se escuche jazz, en ambas vemos el origen de la música, sendas radios, una en el salón de un puerto internacional, donde llegan turistas extranjeros, y en otro momento, en el hotel donde Bárbara tiene un encuentro furtivo con su “novio” foráneo.

Una viable lectura, para nada taxativa, de esto estaría en relación al tema del deseo de libertad, que posiblemente sea el que con más fuerza, aparece en la comunión entre los personajes.

Pero toda la reconstrucción de época hace foco no tanto en los espacios por los que transcurre la historia, sino en los objetos que son mostrados, y como estos juegan hasta un papel narrativo, primariamente los autos, las bicicletas, luego el diseño de vestuario de los personajes. Esto reforzaría parte del discurso sociopolítico del filme, que a posteriori se puede pensar como que no es algo particular, característico del sistema gubernamental de esa Alemania Oriental, sino inherente a todos los regimenes totalitarios.

Posiblemente, podamos dejar de lado a la resolución, muy condescendiente con el espectador y conciliatorio con el personaje consigo mismo, tanto personal como social, que termina planteando la cinta, no así del conflicto, tanto personal como social, tanto íntimo como general, que termina trazando la película