Bárbara

Crítica de Daniel Cholakian - CineramaPlus+

SECRETOS Y SILENCIOS

Lo personal y lo político -incluso la medicina como espacio de la práctica política rebelde- son con el mismo nivel de interés y trascendencia, los ámbitos de los que se vale esta notable película de Christian Petzold para relatar la represión vivida por los habitantes de la República Democrática de Alemania (la Alemania soviética), durante los años ’80.

Bárbara, una inmejorable Nina Hoss, ha pedido autorización para exilarse y como respuesta ha recibido el traslado de un hospital berlinés a un pobre nosocomio en el campo. Ese traslado es desde lo institucional una suerte de castigo, de destierro, de enajenación de Bárbara en relación a su lugar de pertenencia y a su prestigio como médica. Y también parece serlo desde la perspectiva de la doctora que de algún modo desprecia el lugar y a sus colegas, como espacio interesante para la práctica de la profesión. Allí no solo deberá enfrentar la mirada de los otros -punto nodal en lo narrativo y lo cinematográfico- sino la persecución concreta de la policía secreta y la duda permanente sobre los demás.

El silencio profundo con el que Bárbara se relaciona con los demás es clave. No decir nada nunca a nadie es el modo de sobrevivir, de evitar el peligro permanente de la violencia estatal. Pero también es el modo de evitar que aquellos con quienes se relaciona puedan penetrar el secreto de su mundo personal y sus deseos.

Sin embargo la realidad del pueblo, su principal colega y los pacientes, estarán constantemente en colisión con esa muralla insoslayable que parece ser el rostro inexpresivo y el silencio inexpugnable. Petzold muestra con solvencia, ascetismo narrativo y sin apelar jamás al melodrama, la noción de totalitarismo político en tanto es lo absoluto en estado concreto. No hay espacio vital que escape al régimen totalitario, como si incluso fuera capaz de imponerse ante la propia pulsión vital.

De como Bárbara resuelve la contradicción a la que se enfrenta, y de cómo lo que hubiera sido meloso, doloroso y exagerado resulta real y sintético, todo ello se explica por el talento del realizador, que no apela sino a gestos, secretos, silencios y sospechas. De ese modo articula una película atrapante e inteligente, que no reitera viejas fórmulas hollywoodenses -como algún antecedente demasiado aplaudido sin merecerlo tanto- sino que respeta la mejor tradición cinematográfica de su país.