Bañeros 5: Lentos y cargosos

Crítica de Victoria Duclós Sibuet - EscribiendoCine

Bañeros hace agua

Como si no hubiéramos tenido suficientes entregas de la saga, llega Bañeros 5: Lentos y cargosos (2018), una fórmula que pese a los intentos por sostenerla ya expiró.

Gino Renni quiere terminar de comprar un balneario y solo le queda una cuota por pagar. Los villanos principales son Joaquín Berthold y Alex Caniggia, quienes intentarán sabotearlo para que incumpla el contrato y así estafarlo.

El villano mayor es Matías Alé, alguien presentado desde el mismísimo tráiler pero que en la película juega el rol de personaje misterioso siempre de espaldas, ese es el primer paso en falso.

Bajo el mismo formato y con los mismos recursos de siempre entran en escena Pachu Peña, Pablo Granados y Nazareno Mottola, guardias de seguridad ultra tontos que por cuestiones azarosas terminan en el balneario contratados como “bañeros”. Una vez allí se completa el cuadro con Pichu, un guardavidas que no sabe nadar y hace voces “graciosas”, no mucho más.

Estos últimos son personajes que encontraron su línea humorística efectiva en el programa Sin Codificar y que no se entiende bien por qué se exponen a este tipo de papeles que no solo no les suma, sino que les resta.

La saga en sí nunca fue más que un desfile de los famosos del momento sin más pretensiones que sobrevivir en la taquilla de las vacaciones de invierno. Pero lo que más molesta es el poco cuidado de su propio producto. Las inconsistencias no parecen errores o malas decisiones, sino que da la sensación de que detrás no hay ni un poco de esfuerzo ni compromiso en hacer algo decente.

Entre lo más insólito está la aparición de un drone con cara que es demasiado difícil de explicar porque es complicado interpretar qué quisieron hacer: si era un intento del personaje típico de robot tierno esto falló.

Con la aparición del drone con cara llamado “Bongo” y también la presencia de un tiburón en la orilla se puede decir que si algo les importó menos que hacer una película mediocre, eso fue incluir una serie de efectos especiales que dan hasta un poco de vergüenza ajena.

Se nota, además, que a pesar de sostener el paisaje femenino en pequeñas bikinis, intentan cuidarse mucho más por cuestiones obvias de timing con la actualidad social. Por esta razón no vamos a ver ni un toqueteo de personajes, pero no van a faltar los planos detalle de colas, pechos y los chistes desubicados (es difícil para este formato prescindir de la cosificación). Pero como la esencia misma de la saga es machista, en varios momentos se les escapan escenas reprochables. Nunca faltan el par de hombres disfrazados de mujeres para engañar y manosear clientas con la excusa de la sesión de masajes. Agotadísimo.

Finalmente, no se puede obviar el homenaje a Emilio Disi que al menos no desentona, porque mantiene la línea de una pobre franquicia.