Bañeros 4: Los rompeolas

Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Nuevos bañeros con algunos chispazos de humor elemental

El fenómeno de los "Bañeros más locos del mundo" permite que el público se divierta en el cine viendo los disparates de las mismas figuras que lo divierten por televisión. Uno de los misterios más grandes es que el primer film de la saga, que data de 1987, haya vuelto a ser un éxito de taquilla el año pasado en versión restaurada digitalmente y en 3D de las saga. Con ese antecedente, no queda dudas del buen ojo de los productores al continuar con la serie mezclando esta vez al venerable Emilio Disi con un elenco de una nueva generación televisiva, especialmente del riñón de Tinelli y del programa cómico "Peligro sin codificar".

Más allá de este buen ojo en lo comercial, la verdad es que "Bañeros 4: los rompeolas" es un simulacro de película con momentos simpáticos de comedia que casi la terminan por redimir. El argumento es apenas una anécdota minimalista, con un villano decidido a destruir todo lo que se interponga en su construcción de edificios, poniendo en riesgo la playa de los bañeros que está ubicada al lado de un acuario (lo que da lugar a muy bonitas escenas con delfines amaestrados). Uno de los aportes más importantes del film son las presencias sexies de beldades como Karina Jelinek (una de las bañeras, discreta en malla enteriza), y la más atrevida Luciana Salazar.

Entre lo más destacable están las escenas con dos buenos imitadores como Fátima Florez y Freddy Villareal, y algunos momentos de humor elemental pero efectivo con Disi, Pachu Peña y Pablo Granados. La realización también es bastante minimalista, pero al menos está llena de explosiones digitales.