Baldío

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Uno de los mejores estrenos de este año fue Beautiful Boy, de Felix Van Groeningen, sobre la lucha de un padre contra la drogadicción de su hijo, mostrando los puntos de vista de ambos En Baldío, Inés de Oliveira Cézar aborda el mismo tema, pero lo traslada a Buenos Aires, enfocado en los padecimientos de una madre que intenta recuperar a su hijo de las garras del paco.

Este fue el último trabajo de Mónica Galán, que murió en enero, a los 68 años. Una despedida a la altura de su extensa carrera: se luce como Brisa, una actriz que está rodando una película mientras debe lidiar con la angustia de saber que su hijo está en algún lado quemando los últimos cartuchos de su vida. Basada en una idea de la propia Galán a partir de un caso real, Baldío está filmada en un blanco y negro que acentúa la lobreguez de la situación.

¿Qué se puede hacer con un ser querido que está coqueteando con la muerte, pero no se deja ayudar? Esta historia muestra la impotencia de una mujer que agotó todos los recursos posibles y parece tener que resignarse a esperar la pérdida de su único hijo. Sin la ayuda del padre del chico (Gabriel Corrado), ya golpeó las puertas de todas las instituciones pertinentes y conoce las respuestas: Hilario es mayor de edad, y sin su consentimiento no hay manera de internarlo.

“No doy más”, le dice Brisa a una amiga, a punto de derrumbarse tras las sucesivas desapariciones del hijo. Buscarlo por los rincones más sórdidos de la ciudad es desesperante, pero que aparezca puede ser peor: cae en estado calamitoso a la casa de la madre, y ella debe tener la fuerza de voluntad de no dejarlo pasar a menos que él acceda a someterse a un tratamiento.

El alivio cómico -tanto para los espectadores como para la protagonista - llega con las peripecias del rodaje en el que está trabajando Brisa. La procesión va por dentro mientras afuera hay un director vanidoso (Rafael Spregelburd), una estrella italiana que no llega, los contratiempos habituales en cualquier producción nacional. Esos problemas laborales que se convierten casi en distracciones divertidas cuando en otros ámbitos se están jugando cuestiones de vida o muerte.