Balada triste de trompeta

Crítica de Cecilia Martinez - A Sala Llena

Ridi, Pagliaccio

Balada Triste de Trompeta es una de esas películas que no le pasan desapercibida a nadie, independientemente de cuánto se admire a su director.

Con una fotografía macabra y oscura y una banda de sonido poderosísima, Alex de la Iglesia nos sumerge en este mundo de payasos, en este Carnivale, en este freak show de amor y muerte.

Ambientada en la España franquista, la película relata la vida de un payaso triste, cuyo destino es no hacer reír a los niños, ya que, habiendo vivido rodeado de dolor, jamás podrá llevar alegría al circo sino solo tristeza y dolor, a menos que haga virar su destino y elija la venganza como forma de vida. Inspirado por “Balada de la Trompeta” de Raphael, el payaso triste va mutando hasta convertirse en un ser macabro, diabólico, con infinitas ansias de venganza y dolor, obsesionado por el amor de una trapecista, novia de su enemigo, el payaso alegre, y por acabar con todos aquellos que se crucen en su camino.

Inspirado en los personaje de Lon Chaney, Alex de la Iglesia construye este payaso triste, tímido, sometido y humillado para luego transformarlo en un ser grotesco, siniestro y lleno de maldad.

El uso del material de archivo para ilustrar distintos momentos de la guerra deja entrever claras reminiscencias de Canciones para Después de una Guerra, gran documental sobre la España de Posguerra.

Alex de la Iglesia mezcla géneros y los lleva al extremo; cada secuencia es exagerada, recargada, creada para impactar visual y dramáticamente. La estructura narrativa se sostiene solo por el caos y los excesos reinantes. Surrealismo, oneirismo, humor negro y mucho mucho gore: sangre, mutilaciones, violencia grafica, sexo salvaje, mujeres exuberantes, sometimiento, humillaciones, animales, canibalismo; todo estos elementos contribuyen al hermoso caos que es esta película. Sumado a esto, el montaje sumamente violento, la música salvaje y macabra, y el vestuario y los efectos sorprendentes crean esta atmósfera grotesca, oscura y delirante que solo Alex de la Iglesia es capaz de crear. Porque él mismo se define como un payaso, “que se inmola haciendo el ridículo”, que debe salir al espectáculo disfrazado y dar lo mejor de si mismo cada vez.

“Ponte el traje
y la cara enharina.
La gente paga y aquí quiere reír,

¡ríe, Payaso, y todos te aplaudirán!
Transforma en bromas la congoja y el llanto;
en una mueca los sollozos y el dolor.”