Bajo mi piel morena

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

El prolífico director recupera buena parte de la potencia y la capacidad de sorpresa de sus primeras películas con esta historia que, desde la ficción, reconstruye aspectos reales de las historias de vida de varias transexuales y travestis del sur del conurbano bonaerense.

Morena (Morena Yfrán) ha trabajado desde los 16 años en un taller textil y, entre el acoso de alguno de sus compañeros y la solidaridad de otros, ha experimentado durante esa larga etapa su transición y su nueva forma de vida. En el terreno afectivo, ella mantiene una relación con un hombre que le oculta que en verdad está casado, es padre y lleva una doble vida. Claudia (Maryanne Lettieri) se ha recibido de profesora e inicia su primera suplencia, pero pronto descubrirá que no es precisamente bienvenida por la directora del colegio ni mucho menos por la madre de uno de sus alumnos. Myriam (Emma Serna, es una joven y atractiva travesti que ejerce la prostitución con protección policial y a la que le cuesta todavía más que a sus dos amigas conseguir algún mínimo de estabilidad.

Ellas son las protagonistas (aunque en la estructura coral hay espacio para otras historias como la de la Marcia de Belén D'Andrea) de una película en la que Campusano -sin por eso esconder o minimizar los miedos, riesgos y desafíos que sus heroínas enfrentan- luce particularmente mesurado. Hay desnudos, hay encuentros sexuales, hay escenas de violencia que exponen los prejuicios sociales que todavía imperan y las tienen como principales víctimas, pero Bajo mi piel morena es una película bastante recatada, más enfocada en lo psicológico, en los sentimientos de sus personajes, que en provocar impacto a partir de un regodeo en la sordidez.

Cuando Campusano se pone al servicio de sus tres protagonistas (las deja fluir frente a cámara) la película gana en empatía, encanto y vitalidad. En cambio, cuando son ellas las que quedan a merced de ciertos diálogos algo ampulosos y sobre-escritos es cuando lucen más forzadas y menos creíbles.

El uso de las locaciones reales (o muy similares a las verdaderas) en las que viven, trabajan o se divierten las personas / personajes de Bajo mi piel morena le otorgan a la película una verosimilitud y una autenticidad muy intensas incluso dentro de una filmografía como la de Campusano que suele desarrollarse en lugares muy particulares del Gran Buenos Aires (aunque últimamente ha viajado con sus historias por otros lugares del país y hasta del exterior).

No es que Campusano se haya convertido de golpe en un director austero, demagógico y calculador, tampoco que haya perdido la esencia de su cine que por momentos puede lucir algo torpe y ampuloso, pero que generalmente resulta potente, fascinante y audaz. En ese sentido, Bajo tu piel morena es una lograda, respetuosa y sensible incursión en un micromundo dominado por la marginalización y que en general suele ser abordado desde la estigmatización, el prejuicio o -con una postura muchas veces militante- desde la denuncia horrorizada. Campusano cuenta una realidad dura y compleja, pero afortunadamente no cae en ninguno de esos dos extremos.