Bailando por la libertad

Crítica de Daniel Lighterman - Visión del cine

Otro estreno de este jueves que renueva la cartelera es Bailando por la libertad de Richard Raymond,
Afshin Ghaffarian es un estudiante en Teherán que durante el 2009, en medio del clima de las elecciones que pueden cambiar el clima represivo del país, decide formar un grupo clandestino de baile moderno, y con la ayuda de una conexión también clandestina de internet, el elenco descubre las técnicas y los pasos que los pueden llevar a la grandeza, a pesar de la fuerte censura reinante en el país.

La historia es interesante, más si se tiene en cuenta que es real, y aparentemente bastante fiel en lo que se cuenta, pero la película es más bien fallida. El código de telenovela que atraviesa tanto a los diálogos como a las actuaciones, vuelve muy difícil que el espectador se sienta conmovido por lo que les sucede a los personajes.

El elenco en líneas generales hace lo que tiene que hacer, bailar. Reece Ritchie y Freida Pinto como la pareja protagonista es poco creíble. El personaje principal esta mas basado en el parecido físico con Afshin y no tanto en cómo se comporta el personaje, dejándolo mas cerca de Michael Jackson que del propio protagonista.

En un papel secundario, Tom Cullen queda un poco desaprovechado, ya que sus capacidades para la danza (está lejos de ser un prodigioso, pero se mueve con la expresividad que se necesita) hacen de su representación un punto alto en la película.

El mejor y más logrado momento de la película es la coreografía filmada y realizada en el desierto, no solo por lo interesante de la coreografía, sino por la sensibilidad con la que esta filmada.

Lamentablemente, la simplicidad con la que el novato director intenta resolver los entretelones emocionales del relato, hacen que muchas veces el producto que se ve en pantalla no sea demasiado interesante (uno de esos ejemplos es, por desgracia, el final de la película, el cual es mucho mas fuerte e interesante en la vida real, pero que queda muy vacuo en la película, por la carga melancólica que el director fuerza en ese momento).