Badur Hogar

Crítica de Pablo Suárez - Sublime Obsesión

Dieciocho años atrás, Rodrigo Moscoso estrenó su ópera prima Modelo 73, que narraba en clave de comedia dramática la historia de tres jóvenes amigos que compran un Chevy modelo 73 para disfrutar del verano salteño y deslumbrar a las chicas que intentan conquistar. A tono con el llamado nuevo cine argentino, Modelo 73 construía su relato a partir de detalles, pequeños gestos y anécdotas aparentemente superficiales. Uno de sus aciertos era transmitir el tempo perfecto que tiene la vida en el interior del país y otro no menor era construir climas envolventes y con vida propia.

Ahora Moscoso estrena Badur Hogar, que antes estuvo en la competencia argentina del BAFICI 2019, y construye una película de género con una narrativa muy diferente. Porque Badur Hogar es una comedia romántica que transcurre en Salta y es tan fiel a la idiosincrasia de la zona como a los resortes del humor más formulaico (en un buen sentido). Esta vez la forma fílmica está más pulida y ostenta un nivel de profesionalismo propio de un director experimentado – y eso que éste es el segundo largometraje de Moscoso. A la vez, ambas películas tienen un punto central en común: la transición de un estado de cierta inercia e inmadurez hacia otro más vital y maduro. Porque los personajes de Moscoso pueden no saber muy bien qué quieren al comenzar la película, pero ya sobre el final han recorrido un camino que los ha dejado en otro lugar.

Juan (Javier Flores) tiene 35 años, vive con sus padres, no tiene muchas aspiraciones ni deseo de vivir aventuras de ningún tipo. Apenas se dedica a su oficio de limpiar piscinas con un amigo que es tan quedado como él. Es que es un hombre que no quiere crecer que transita su vida a los tumbos. Pero todo va a cambiar de un modo radical cuando conoce a Luciana (Bárbara Lombardo), una chica de Buenos Aires muy despierta que está de visita en Salta y que es muy diferente a Javier. Como ya se sabe, los opuestos se atraen y no va a pasar mucho tiempo hasta comiencen a vivir una historia de amor que se parece a muchas otras, pero también es única.

Uno de los méritos de Badur Hogar es hacernos sentir que estamos frente a una pareja de verdad. La química entre los actores es auténtica y seductora. Como en Modelo 73, Moscoso muestra una vez más que sabe cómo hacer para que intérpretes encarnen a sus personajes sin tics ni manierismos. A diferencia de Modelo 73 aquí hay enredos, secretos y mentiras, desvíos e imprevistos a lo largo de una narrativa con marcada progresión dramática. Otro de los méritos es el buen timing en los gags que pueden, en ocasiones, no ser muy originales pero no por eso dejan de ser efectivos. Entre chistes y chistes los personajes, que quizás parecían unidimensionales al comenzar el relato, van mostrando sus pliegues y matices a medida que avanza la trama y así ya adquieren otro volumen. Y de la comedia al drama hay un solo paso, aunque el drama aquí no se exponga cruda o desgarradoramente. Pero sí es movilizador.

Sin ser costumbrista, Badur Hogar despliega muchos rasgos de un estilo de vida provinciano, un patrón de habla acorde y un no muy veloz transcurrir del tiempo. Luciana y su pertenencia a Buenos Aires son uno de los pilares del contraste tan necesario en este tipo de comedias románticas. En paralelo y a través de la historia del padre de Javier aparece la noción de que todo tiempo pasado fue mejor y que ahora solo queda la nostalgia – cuando no la melancolía. Aquí se puede vislumbrar material potencial para otra película entera y es acertado haberla abordado parcialmente de modo tal que esté en función de la trama central y nunca la opaque.

Después de estas dos películas tan diferentes pero también similares, es imposible no sentir curiosidad por saber cómo será la sigue. Probablemente sea otra sorpresa dentro de cierto tipo de cine local que tiende a repetir sus estéticas y contenidos. Bienvenido sea, entonces, este otro cine que mezcla el género y lo autoral en proporciones justas y sin impostaciones de ninguna naturaleza.

Badur Hogar (Argentina, 2019)

Dirigida por Rodrigo Moscoso. Escrita por Rodrigo Moscoso, Patricio Cárrega. Con Javier Flores, Bárbara Lombardo, Cástulo Guerra, Nicolás Obregón, Daniel Elías. Fotografía: Gaspar Quique Silva. Montaje: Federico Casoni. Dirección de arte: Mariela Rípodas. Sonido: Juan Camilo Giraldo. Música: Axel Krigyer. Producción ejecutiva: Mariel Vittori.