Bad Boys - Para siempre

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

El fenómeno del blockbuster es la otra cara del Hollywood de alto presupuesto que ha prefigurado su esquema industrial de las últimas décadas mediante una fórmula sumamente exitosa: poco riesgo artístico y grandes efectos especiales que solamente buscan el rédito económico. Podríamos primero definir que entendemos por blockbuster: un término acuñado al nacimiento del relato posmoderno, sucedido en aquel cambio de paradigma que posibilitara fenómenos masivos como un modelo de film que excedió claramente la pantalla para convertirse en ícono popular.

Como parte del aparato publicitario que el sistema de estudios avala, un blockbuster debe poseer un argumento high-concept. Esto significa que la sinopsis se puede resumir en una única frase o imagen impactante. Es decir, vincula el gusto del espectador contemporáneo con una extensa estrategia publicitaria, un fenómeno característico del citado relato posmoderno, evidenciado en la anodina repetición en la que se ha visto sumida Hollywood, ante lo cual esta reinvención de “Bad Boys” viene a corroborar la regla. Una corriente que termina cimentando a sagas, secuelas y remakes como las propuestas comerciales más rendidores los últimos años. Designando fórmulas originales en los últimos años, el cine de animación y la ciencia ficción se convierten en un referente de la experimentación virtual para el desborde (el llamado cine hiperbólico y de vocación consumista), que buscan unos propósitos menos arriesgados y personales, como indican los estudios de mercadeo.

Michael Bay, cineasta que dirigiera los primeros dos episodios de “Bad Boys”, pareciera la persona más oportuna para llevar a cabo semejante empresa, habiendo saturado su filmografía de títulos prescindibles y pasatistas, que utilizan la parafernalia visual como centro motor del relato y no como instrumento anexo, saturando el film de acción incesante que cubra baches narrativos, en las antípodas del ritmo entendido como elemento gramático unificador. Similar estilo persiguen las mega producciones de Jerry Bruckheimer, rey del cine de acción más pochoclero y rendidor en taquilla en las últimas tres décadas.

La pareja protagónica está conformada por Martin Lawrence, exitoso comediante americano y Will Smith, convocante y carismático intérprete, efectivo en el terreno dramático cuando se lo propone. Lejos de ese registro y en el eterno personaje que siempre intenta reestablecer el orden, recurre al héroe prototipo que encarnara en “Yo, Robot”, “Men in Black”, “Soy Leyenda” e “Independence Day”. Smith saltó a la fama con la serie televisiva “The Prince of Bel Air” y dos años después tuvo su bautismo de fuego cinematográfico con “Bad Boys”, una película que veinticinco años después luce pasada de moda.

El viejo ardid de la buddy cop movie con toques de comedia y la pareja despareja que lucha contra el crimen es otro de los tantos clichés imposibles de sortear en esta ópera prima de Bilall Fallah y Adil El Arbi.