Bad Boys - Para siempre

Crítica de Diego Brodersen - Página 12

"Bad Boys - Para siempre": en busca de acción policial noventosa

La película, ruidosa y explosiva, confía su suerte a los gags físicos y verbales de Will Smith y Martin Lawrence. 

Hubo una época no tan lejana en la cual Michael Bay era amo y señor de la superproducción explosiva, ruidosa, plástica y, por sobre todas las cosas, grasienta. A tal punto que alguien se animó a arrimar su nombre a las filas de la autoría cinematográfica. Signo de los tiempos, el apellido Bay no figura en la lista de talentos involucrados en este regreso inesperado (a pesar de ello, el director de Transformers y La roca sigue en plena actividad). Tercera y tardía entrega de la saga iniciada en 1995 con la Bad Boys seminal, en esta ocasión dirigida por la dupla de realizadores belgas conocidos como Adil & Bilall, Para siempre intenta regresar a los goces de la acción policial noventosa, a su vez deudora de las buddy movies de la década anterior, aquella que dio origen a Arma mortal, Un detective suelto en Hollywood y, claro, la nave nodriza: 48 horas, de Walter Hill. Y si bien todos los títulos mencionados incluyen sus dosis de comedia, Bad Boys supo elevar la potencia humorística al máximo, confiando en los gags físicos y verbales y el carisma de sus protagonistas, Will Smith y Martin Lawrence. Con resultados casi siempre menores y algún que otro chispazo de ingenio.

Los chicos malos versión 3.0 no ejemplifican la excepción. Más bien todo lo contrario. Se agradece, eso sí, la autoconciencia, no sólo de la grasitud de la experiencia (los planos de autos carísimos pisteando cerca de la costa de Miami marcan el terreno) sino también del tono melodramático de sus secciones más serias. No es casual que Marcus (Lawrence), retirado luego del hecho que da origen al núcleo de la trama, pase varias horas por día maratoneando una telenovela mexicana de baja estofa. Aquellos que andan detrás del compañero Mike con la intención de acabar con su vida no son otros que una madre y un hijo nacidos del otro lado de la frontera, una dupla dispuesta a todo con tal de vengar la muerte del pater familias. Un intento fallido de asesinato deja al detective interpretado por Smith fuera de circulación y a su eterno compinche en las puertas del retiro definitivo. No ocurrirá, desde luego, y los villanos de turno no pasarán. Ni la madre, suerte de bruja narco imbuida de “pasión latina” (Kate del Castillo), ni su hijo, un esbelto joven experto en artes marciales, preciso francotirador y excelente motociclista.

Y por ahí van los tiros. Y las luchas mano a mano. Y las persecuciones en auto y en moto. Y las caídas y golpes. Los chistes sobre las edades de los protagonistas salpican las dos horas de proyección –dolores físicos, pastillas para el sexo, ansiedades varias– y el guion le adosa a la dupla un grupo comando de policías especializados en nuevas técnicas y tecnologías, cosa de poder contrastar diversas generaciones. Nada nuevo bajo el sol, aunque la historia va resintiéndose a medida que transcurren los minutos. Con guiño literal a la más famosa creación de George Lucas, Bad Boys – Para siempre cierra con inflamadas revelaciones y quichicientas explosiones, grandotas y con helicóptero incluido. Al menos ahí hay un buen gag, de esos que rompen la cuarta pared, para variar un poco el blanco de la destrucción.