Bacurau

Crítica de Marcelo Cafferata - Lúdico y memorioso

“Bacurau”, la nueva película de Kleber Mendonça Filho (“Aquarius”, “Sonidos Vecinos/O som ao redor”) en este caso codirigida junto a Juliano Dornelles, que se presenta, fiel al estilo de los directores, como una parábola distópica sobre la historia sobre un pueblo perdido en el nordeste de Brasil, que sirve de dura crítica al contexto sociopolítico del país que se extiende, además, como un reflejo de gran parte de la actualidad que vive Latinoamérica.

Si bien “Bacurau” no es un pueblo que exista en la realidad, ese pueblo desolado en donde nos sitúa el guion -en un futuro cercano aunque impreciso-, en esa zona ubicada bien al norte del país -más precisamente la denominada sertao, una región semiárida de difícil acceso-, podría ser tan real como cualquier otro del resto del país. Y es así como ese territorio imaginario planteado por los directores y guionistas del filme se presenta como una geografía en donde reinan las diferencias de clase, la inequidad y la deshumanización de las ciudadanos, que son el caldo de cultivo propicio para que se genere esa violencia que busca liberarse en un contexto de desoladora opresión y sin salida.

Personajes que luchan cotidianamente contra la escasez de los recursos naturales tan básicos como el agua (se sabe que el Alcalde dentro de sus negociados ha autorizado el bloqueo de la represa) , contra las carencias de todo tipo (en la escena inicial una enfermera lleva vacunas desde la ciudad porque de otra forma nadie tendría acceso a ellas) y fundamentalmente contra la desidia de los políticos de turno, que sólo recuerdan esos lugares alejados del mapa en los momentos previos a las elecciones, en sus campañas electorales. Allí aparecerán las donaciones: camiones que descargan libros como si fueren pilas de cascotes para una construcción, donaciones de remedios y alimentos vencidos hace varios meses, situaciones vergonzosas a las que se sumarán unos extraños negociados con “turistas” extranjeros.

Kleber Mendonça y Dornelles inician la historia, presentando no sólo la naturaleza salvaje de la geografía sino que nos presentan este pueblo en un momento muy particular: presenciaremos el día del entierro de Carmelita, una anciana matrona que ha impuesto su figura matriarcal y que fue una de las piezas fundamentales de la lucha contra los avances de un imperialismo voraz.

En esta primera parte, la mirada se concentra en los detalles y, en esa procesión al cementerio iremos conociendo a algunos de los diferentes personajes, sus particularidades, sus costumbres, su dolor, sus necesidades: nos vamos sumergiendo dentro de ese pueblo con calles completamente desoladas, que pareciese casi deshabitado, fantasmático.

Pero lo que comienza como una película realista, con esa radiografía de un pueblo olvidado en el mapa, muta e irrumpe con una asombrosa mezcla de géneros –y habrá que dejarse llevar por este “experimento” que construyen los directores-. Va desde el cine político (una dura crítica al actual gobierno de Bolsonaro es una lectura casi obligada, entre las tantas otras que propone con su mirada marcadamente social) a la ciencia ficción, del cine negro hasta animarse a jugar con elementos del gore, del drama al western, sin tenerle miedo a apostar al riesgo y visitar los extremos.

Esa aparente pasividad del pueblo se rompe por completo en cuanto se presentan extraños sucesos: el pueblo comienza a desaparecer de los mapas, aparecen extranjeros desconocidos montados en opulentas motos, sobrevuelan objetos que parecen una extraña cruza entre ovnis y drones, el pueblo queda completamente incomunicado y la muerte comienza a presentarse en forma mucho más tangible. A la masacre de una granja en los alrededores se suma una extraña proliferación de féretros por las inhóspitas calles del pueblo y estos elementos diversos les permiten a Kleber Mendonça y Dornelles enraízar esa idea de un ataque / invasión exterior, esa amenaza omnipresente del colonialismo, flotando siempre en el aire.

“Bacurau” en su formato de western moderno –aunque ya fue apuntado que este eléctrico trabajo imposibilita formalmente la idea de encasillarlo en algún género en particular-, referencia al “cangaço”, un movimiento de bandoleros de finales de siglo XIX y principios de siglo XX que atacaba principalmente a los terratenientes de esa zona y de esta forma, divide a sus personajes en dos grupos bien diferenciados.

Por un lado encontramos al actor alemán Udo Kier al mando de un grupo de forasteros invasores armados hasta los dientes, una célula racista y aniquiladora que parece tener como objetivo hacer desaparecer a todo el pueblo.

Por el otro, tomando la posta que dejó vacante la pérdida de Carmelita, aparece la Doctora Domingas (otra fuerte e impactante caracterización de Sonia Braga) quien junto con Lunga (Silvero Pereira), jefe de una banda de marginados que se encuentra prófugo, se opondrán ferozmente al avance de este grupo invasor dispuesto a dar rienda suelta a una verdadera cacería humana.

La lisérgica “Bacurau” se ha convertido en un verdadero fenómeno cultural a partir de su estreno, casi como un ícono de la resistencia al régimen de Bolsonaro y del proceso que atraviesa actualmente no solamente Brasil sino toda la región.

Al alzarse con el Premio del Jurado en el último Festival de Cannes, no solamente ha reforzado el prestigio que Kleber Mendonça merece y ya había cimentado con “Aquarius” sino que además ha logrado cruzar en su país de origen, la barrera de los 700 mil espectadores, todo un récord para una película de corte independiente.

Aún con una extensión que supera la dos horas y que no la favorece, la experiencia de la hibridación de géneros, la profunda mirada de denuncia de los directores sobre las clases sociales, la crueldad de la escoria política y su inmoralidad, el abandono de los ciudadanos sometidos al olvido social y cultural y la mordacidad desplegada en la mirada a los opresores de un pueblo indefenso –que es “vendido” al mejor postor mediante el servilismo político- sumado al fuerte riesgo estético que asumen los directores, hacen que para el inicio de este 2020, “Bacurau” inaugure con la vara muy alta, la temporada de estrenos internacionales.

POR QUE SI:

“Lo que comienza como una película realista, con esa radiografía de un pueblo olvidado en el mapa, muta e irrumpe con una asombrosa mezcla de géneros”