Bacurau

Crítica de Fabio Albornoz - Ociopatas

El premiado director brasilero Kleber Mendonca Filho (“Aquarius”), pieza clave del Nuevo cine brasilero, unió fuerzas con Juliano Dornelles para crear “Bacurau”, una rareza total dentro de Latinoamérica.

Por estos lares, no son muchos los directores que se meten a jugar en el terreno de lo fantástico, sobre todo por una cuestión presupuestaria, pero también por una escasa tradición y formación dentro del género. Entonces, en ese sentido, lo de “Bacurau” es milagroso y valiente.

El film se sitúa en un futuro cercano (sin anclaje temporal concreto), en Bacurau, un pueblo ficticio de Brasil. Los lugareños lloran la muerte de Carmelita, una sabia mujer de 94 años. A partir de acá, los habitantes comienzan a percatarse de que Bacurau está desapareciendo del mapa, y que hay unas cámaras que sobrevuelan el cielo de este pueblo.

“Bacurau” abre con un plano del planeta Tierra y un satélite, clara línea que va a trabajar el film: el ser vigilados constantemente por agentes externos. La cámara se acerca a la Tierra y se localiza en Bacurau, donde transcurre la acción. Hay un aura de muerte alrededor del pueblo y para peor, no hay ninguna desmarca tranquilizadora que nos contextualice en un lugar muy distinto al de cualquier pueblo latinoamericano de hoy en día. Los habitantes de Bacurau sufren hambruna, no tienen acceso al agua y son acechados por un político (similar hoy en día a Jair Bolsonaro) que viene con un camión de provisiones y libros (que tira al suelo), con tal de obtener un par de votos en las próximas elecciones. Se lleva a las mujeres de Bacurau como modo de pago sexual. Para peor, posee el apoyo económico de Estados Unidos. Pero eso es solo una capa de las tantas que “Bacurau” ofrece.

La extrañeza se va adueñando del relato ya en los primeros minutos, cuando el camión va arrollando una multitud de féretros. ¿Por qué tantos? Ese es el primer indicio de lo que luego terminara siendo un festival de muertes y sangre, porque “Bacurau” no escatima en nada. La aparente tranquilidad de la trama se empieza a quebrar con la aparición de dos motoqueros, y el ingreso del gran Udo Kier fortalecerá la apuesta fantástica de la cinta.

El filme es, por un lado, un spaghetti western, “Mad Max”, una película que podría dirigir John Carpenter, y más aún, el regreso a la tradición del Cinema Novo de Glauber Rocha, con esa especie de realismo mágico, segmentos musicales, y toda una mixtura parecida a la de otro exponente extraordinario como “As Boas Maneiras” (2017).

Hay un camino fascinante que está tomando el cine brasilero, y como todo riesgo, a veces puede no funcionar de forma sólida, pero lo que triunfa es la valentía. En “Bacurau” existe un problema relacionado al punto de vista. No hay un personaje en el que la trama ponga todo su peso. Los protagonistas son los habitantes del pueblo, y eso está bien, porque la fauna de lugareños es fascinante, pero nos dificulta establecer una identificación, un lazo que haga que nos preocupemos por ellos. Ese es un típico problema que deben afrontar las cintas que apuestan por la pluralidad de puntos de vista. También el manejo de información es extraño, sabemos todo lo que ocurre, tenemos información que ninguno de los lugareños tiene, y allí el punto de vista corre con gran parte de la responsabilidad, porque vuelve a desplazarse, pero ahora del lado de los “villanos” del film.

“Bacurau” nunca tiene muy en claro de qué lado posicionarse, o, mejor dicho, sabe perfectamente donde hacerlo, pero se preocupa porque todo quede lo suficientemente claro. Con aciertos y errores, es una pieza interesante. Esperemos que el cine brasilero funcione como disparador para el resto de Latinoamérica. Se pueden hacer cosas relevantes si apostamos por el fantástico