Babylon

Crítica de Juan Pablo Cinelli - Página 12

"Babylon", un homenaje demasiado artificial

La película denuncia desde el principio sus intenciones de protagonizar la entrega del Oscar: un retrato de los locos años '20 en Hollywood que sobreactúa su virtuosismo técnico.

Como esa frase que afirma que si algo tiene cuatro patas, mueve la cola y dice ¡guau!, entonces es un perro, está claro que Babylon, lo nuevo de Damien Chazelle, fue pensado, escrito y filmado con la mira puesta en la entrega de los Oscar. Su elenco, multiestelar hasta en los cameos. El ostentoso despliegue de producción. La sobreactuación del virtuosismo técnico, en especial en el diseño de puestas y movimientos de cámara. Y sobre todo, una historia pensada como homenaje al cine, en especial al Hollywood clásico (recurso que ya demostró ser efectivo a la hora de cosechar nominaciones, como lo prueba el multinominado musical La La Land, trabajo anterior del propio Chazelle), todo apunta a los Oscars.

Sin embargo, Babylon está teniendo dificultades para cumplir este objetivo: recibió “apenas” cinco nominaciones a los Globos de Oro (y solo ganó el de Banda de Sonido Original, una categoría relativamente menor) y nada más que tres en los BAFTA británicos, ninguna de ellas en un rubro estelar. A juzgar por lo pretencioso que se ve en pantalla, dicho rendimiento sin dudas debe estar siendo considerado como un notorio fracaso por sus productores. Habrá que ver que pasa el próximo martes, cuando se anuncien las nominaciones de los premios de la Academia.

La película está ambientada en Hollywood al final de la alocada década de 1920, años que, aunque nadie lo sabía entonces, también marcarían la clausura del período mudo en el cine. Construida a partir del modelo coral, la narración sigue a un grupo de personajes durante aquella época, acompañando la progresión de sus historias. La aspirante a estrella que se convertirá en una; el galán exitoso; un joven inmigrante que sueña con ingresar a la fábrica de sueños; la cronista de espectáculos que observa y cuenta. Todos forman parte de un universo en el que filmar todavía era un arte precario en su faz productiva, pero que a pesar de ello ya era capaz de crear obras sublimes.

La acción empieza a puro desborde, ofreciendo una experiencia inmersiva en una de las grandes juergas que por aquellos años se daban en las mansiones de la meca del cine. Como si se tratara de una versión flappera de El lobo de Wall Street, acá también hay sexo desenfrenado, drogas en abundancia, enanos fiesteros y Margot Robbie, pero con Brad Pitt en lugar de Leo Di Caprio. Sin embargo, Chazelle lo registra todo a partir de complicados planos secuencia y cuadros en los que mandan la simetría y el orden. El resultado: el descontrol luce prolijamente controlado, revelando demasiado pronto el artificio y las intenciones del director.
Marcada por esa obsesión de mantener el orden, la primera mitad funciona como una comedia donde los protagonistas disfrutan del éxito, de su ascenso en aquel Olimpo. En cambio la segunda es puro drama, la puesta en escena de una caída anunciada. En ese sentido, Babylon no puede evitar ser moralista y de hecho lo es ya desde las connotaciones bíblicas de su título. Así, todo aquello que al comienzo es visto con ojos lúdicos y hedonistas transmuta en castigo sobre el final. Es oportuno que el quiebre lo marque la llegada del cine sonoro, que por un lado significó la decadencia de ese star system “pervertido” y por otro el surgimiento de un mundo nuevo de signo opuesto, regido por el puritanismo del Código Hays.

Ese contexto revela la influencia de Cantando bajo la lluvia, de Stanley Donen, que gira en torno al mismo drama de las estrellas silentes que debieron adaptarse a las exigencias del cine sonoro. Chazelle no esconde la relación y exhibe numerosas referencias al musical protagonizado por Gene Kelly, como la velada (pero obvia) inspiración en personajes reales. Pero la última de ellas, sobre el final, da pie a una breve escena de montaje que sí es un auténtico homenaje al cine y lo único en verdad extraordinario de Babylon. Poder ver esa escena en una sala tal vez consiga hacer que valga la pena pagar una entrada.