Baaria. Las puertas del viento

Crítica de Romina Gretter - A Sala Llena

Amor de mis amores

A menudo el cine de Giuseppe Tornatore me recuerda al cine de Leonardo Favio. Sus cosmovisiones, sus poéticas no me atrevería a decir que son diametralmente opuestas, pero si muy diferentes. Sin embargo, ambos son directores de la desmesura. Desmesura tanto para lo bueno como para lo malo. La sutileza no parece entrar en sus mundos barrocos.

Baaría, es casi sin dudas, la apuesta más arriesgada de Tornatore: contar a través del devenir de una típica familia del sur de Italia, la historia política, cultural y social de un pueblo entero (y por ende del propio país) a lo largo de 50 años.

Son muchos los que ven en esta obra una autobiografía, y si bien creo que hay elementos autobiográficos, lo que abundan en los casi 150 minutos de duración, son citas cinematográficas y autoreferenciales. Ver Baaría es atravesar (y volver a disfrutar) los momentos más importantes de su filmografía. Y no sería extraño que en más de un momento, recordáramos La Meglio Gioventù de Marco Tullio Giordana o Competencia Desleal de Ettore Scola.

La película recorre los amores, sueños, decepciones y altibajos de una pequeña comunidad de Palermo, desde 1930 a 1980, enmarcado en el período fascista. Además de la propia ciudad, los protagonistas del film son Cicco, su hijo Peppino y su nieto Pietro. El primero, es un humilde pastor, que no pierde ocasión para leer poemas épicos y novelas. El segundo, descubre desde temprana edad su afición por la política, y el más pequeño, prontamente se enamora del cine. Tres personajes entrañables traspasados por sus respectivas pasiones.

La pareja protagónica son dos ignotos actores sicilianos: Francesco Scianna y Margaret Madé. Respetar la identidad cultural y lograr así, una mayor sensación de autenticidad era fundamental para Tornatore. De allí, la decisión de contratar para muchos de los personajes, a los mismos habitantes de Baaría, y mezclarlos con actores sicilianos. Sin embargo, las figuras de renombre no faltan para interpretar personajes secundarios o realizar pequeñas participaciones: Ángela Molina, Michele Placido, Luigi Lo Cascio, Lina Sastri y Monica Belucci, entre otros.

Al comienzo decíamos que se trataba de una propuesta narrativamente hablando arriesgada, pero Baaría es además una producción ambiciosa. Con un costo de 25 millones de euros, tuvo una preproducción de 9 meses y 25 semanas de filmación. Además, contó con 210 personajes (63 actores profesionales y 147 no actores), 35.000 extras y 1.500 animales. Como si todo esto fuera poco para graficar el alcance de esta mega producción, vale aclarar que la ciudad entera fue reconstruida en Túnez, y llevó un año de preparación.

Creo que en Baaría nos encontramos con dos grandes logros de Giuseppe Tornatore: por un lado, su capacidad y talento para realizar los castings; especialmente a lo que refiere a la elección de los niños de sus películas. Construye personajes simpáticos, queribles y luminosos que necesitan de un rostro y de unos gestos que en pocos planos sepan trasmitir las más variadas emociones. Entonces ahí entra en juego el arte de Peppuccio, que con sus primeros planos a esos niños sabiamente elegidos, nos trasporta a una auténtica experiencia cinematográfica, donde las coordenadas espacio- temporales no tienen ya sentido.

Por otro lado, el segundo logro del director italiano en este film, radica en el humor y la alegría que le imprime a la historia y a sus protagonistas. Tornatore suele tener una mirada nostálgica y emocionada hacia el pasado, casi todas sus películas se sustentan en esa mirada. Aquí las risas, las travesuras y el buen humor- hasta en los momentos más dramáticos- traspasan toda la historia y hacen que nosotros podamos disfrutar del sentimentalismo tornatoreano sin culpas, ni agobios de ningún tipo.

Baaría no es solamente el homenaje que el cineasta siciliano, hace a su pueblo y a la memoria de los suyos, sino un homenaje al cine mismo, para resaltar la contribución que este arte puede tener para con los hechos históricos.

Se me vienen a la mente muchísimas escenas para ejemplificar porque se trata de una película imperdible, pero prefiero dejar a quienes la vean el deleite de constatarlo o no. Aunque puedo asegurar, que ya sólo por el final- cuando hay un cruce entre los personajes y más que nada un cruce temporal y espacial, que resignifica y revitaliza la historia- vale la pena tenerla muy en cuenta.