Baaria. Las puertas del viento

Crítica de Daniel Cholakian - CineramaPlus+

Impecable técnicamente y con un excelente reparto. Baaria está estructurada en escenas sueltas que terminan siendo un anecdotario vacuo, que solo se sostiene más por sus referencias a la tradición del cine que por su largo, muy largo, metraje.

Tornatore recurre para esta gran reconstrucción de escenarios históricos que es Baaria a tópicos del melodrama clásico, a referencias del cine italiano de los últimos 40 años y a un presupuesto muy abultado. Con ello hace una película larga, pretenciosa y, finalmente, poco interesante.

(Auto)biográfica o no, Baaria (nombre con el que se conoce popularmente a Bagheria, la ciudad natal del realizador), es una gran saga familiar (Ciccio, Peppino – protagonista central - y Pietro Torrenuova), que recorre 50 años de la vida política y social italiana. El pasado casi feudal de la región de Sicilia, el advenimiento de fascismo, la guerra y la modernidad anterior a Berlusconi. La película se asienta en un registro melancólico afectivo, la imagen cuidada, la música tradicional de Ennio Morriconne (con toda la carga emotiva que su sonido implica) y un trabajo actoral típico de la comedia italiana anterior a los años ochenta. Con estos elementos, desde su primer escena Baaria remite a un conjunto de códigos del cine italiano que ubican, y condicionan, rápidamente al espectador.

Impecable técnicamente y con un elenco muy bien seleccionado, el relato está basado en escenas sueltas, en anécdotas, en situaciones cerradas que, como si en cualquier caso la parte pudiera contar al todo, pretenden dar cuenta de la transformación y las luchas del pueblo italiano, especialmente en el sur, por entonces, tan alejado de la capital italiana. Así pasarán, la explotación extrema en el trabajo agrario de las primeras décadas, los prejuicios, la edad del romance, la guerra, la militancia política de izquierda de Peppino – cuyo motor vital serán su pasión comunista y el amor incondicional por Mannina - y finalmente el cine, a través del tercer hombre en la línea sucesoria. El problema central es que las escenas, aun cuando puedan ser consistentes, no son capaces de dar cuenta de los procesos históricos que intentan contar. De modo que Baaria es un anecdotario vacuo, que solo se sostiene más por sus referencias a la tradición del cine (incluso del propio Tornatore) que por su largo, muy largo, desarrollo.

Lamentablemente Tornatore no supo, o no quiso, hacer una película inteligente. Lejos, extremadamente lejos de Novecento, o incluso de la más cercana La mejor juventud de Marco Tulio Giordana, Baaria parece pura especulación, puro proyecto de realización de un producto comercial exportable a los mercados mundiales. Y se le nota en cada uno de los planos contenidos en los largos 150 minutos de duración.