Azul el mar

Crítica de Walter Pulero - Cinergia

Fundirse con la playa

Azul el mar relata la historia de una pareja que junto a sus cuatro hijos emprenden un viaje a Mar del plata para pasar las vacaciones. Desde el viaje, en la ruta, se percibe cierta tensión en los gestos de Lola (Umbra Colombo). De a poco nos vamos introduciendo en un universo complejo como lo es la familia y el ocultamiento del dilema que resulta de mantener los propios deseos en convivencia con los roles establecidos en nuestro entorno afectivo, poco que ver con el esparcimiento y el descanso. La trama se profundiza al llegar los protagonistas a destino, donde la tensión comienza a ganar terreno.

Los siguientes días continuarán entre típicas actividades en una ciudad balnearia, donde desde el movimiento de las olas hasta la música nos reflejan la incomodidad en el ambiente, lo que finaliza con una charla íntima entre Lola y Ricardo (Beto Bernuez), y “La feliz”, como se le llama a Mar del Plata, deja de serlo para esta familia y comienzan las despedidas.

Sabrina Moreno despliega en su ópera prima un juego visual y sonoro, donde no de causalidad ubica a este matrimonio en Mar del plata: es una ciudad con sabor a nostalgia, y el fondo del mar sirve como escenario para sumergirnos en el interior de una familia donde la soledad de una mujer se ve aún más diminuta frente a tanto océano. Pero no le resta valor para romper con ese patriarcado naturalizado y decidirse por lo que ella en verdad necesita.

Fundirse con la playa y esconderse de sus pensamientos en el bosque le permitirán a Lola exponerse respecto a la relación con su pareja y la posición de la mujer en busca de otro destino. Ella no regresará de sus vacaciones de la misma forma en la que llegó cuando inició su viaje: dejarse llevar por un mar de fondo y oír el viento le permitió oírse a ella misma en medio de tanto agotamiento.