Azor

Crítica de Mariana Mactas - TN - Todo Noticias

El banquero suizo Yvan de Wiel y su mujer visitan por primera vez la Argentina. Un viaje de turismo y negocios, en plena dictadura militar. Aunque transitan por los espacios del poder, en los que se mezclan empresarios con obispos, estancieros con militares, las señales de la represión están por todas partes. Y algo más, que deja servida la intriga desde el primer momento: De Wiel llega siguiendo la huella de una desaparición, la de su socio René Keys.

En su ópera prima, Andreas Fontana, suizo que ha vivido en Buenos Aires, viaja a lo siniestro, a través de la mirada de su protagonista, por los corrillos de esa sociedad civil, cómplice y aprovechadora, sobre la que vuelve a discutirse en su fecha de estreno: otro 24 de marzo. Se sabe, las situaciones de crisis, como las guerras y las dictaduras, son oportunidades de negocios para ciertos sectores, y ese es el universo en el que se sumerge esta película. Sumando con creatividad la distancia de la mirada extranjera, a los asuntos de la Argentina del momento, en lo formal y lo discursivo.
Con una caligrafía hecha de reuniones sociales en salones de la alta sociedad, palcos del hipódromo, hoteles de lujo y bellas casas de campo, hombres de traje y mujeres enjoyadas se dicen por lo bajo —o no tan bajo— los negocios que quieren lavar. Hablan de los millones que quieren sacar y de lo mejor que está el país tras “la limpieza tan necesaria”.

Azor, palabra que designa cierta funcionalidad del silencio, es una película extraña, sombría, seca como el gesto de su protagonista, estupendo Fabrizio Rongione. Un hombre gris, llegado para hacer negocios, cuyo debate interno se trasluce apenas, de la forma más sutil.

Hablada en español y francés, con un elenco estupendo, y un guión escrito en colaboración con Mariano Llinás (que tiene un pequeño papel), Azor es una película de terror bajo la forma de un thriller enrarecido. Una intriga política de acción asordinada, por momentos un poco estática, aunque nunca aburrida. Será porque, en su retrato de esos entresijos, en el gesto reprimido del diplomático De Wiel, logra captar el miedo, que mandaba aún entre aquellos que hacían como si no pasara nada, mientras fugaban millones a la banca suiza, secreta y neutral.

Así, sin salirse de ese registro contenido, Azor cierra el arco, en el dilema de su protagonista, con una secuencia estremecedora. Un inventario, la prolija y rentable burocracia de la muerte.