Azor

Crítica de Andrés Brandariz - Cinemarama

Azor se se presenta como una película que viene a contar una arista diferente sobre la última dictadura militar en Argentina. Por supuesto, “diferente” no es lo mismo que “interesante”. A lo largo de esta tediosa película se narra la historia de un banquero suizo que llega a nuestro país junto con su esposa para ocupar el lugar de un socio, que parece haberse esfumado misteriosamente. A lo largo de la película, cuyas escenas saltan de una reunión social a otra, de un jardín bellamente fotografiado a otro, de una charla ambigua a otra, el banquero irá entrampándose cada vez más en una trama siniestra que conecta a la banca privada con el financiamiento de crímenes de lesa humanidad.

El guion, coescrito con Mariano Llinás (que hasta se regala un ¿simpático? cameo) cree tener los elementos para un thriller implotado sobre venderle el alma al diablo, una especie de reinvención de El conformista trocando el fascismo por el terror de las Juntas. Sin embargo, el efecto conseguido es el de un cierto sonambulismo muy falto de tensión y expectativas: de tan fuera de campo, el horror de la dictadura desaparece y se reemplaza por una sucesión de escenas dialogadas -no sin pericia, cabe decir- en las cuales el entramado se hace cada vez más explícito. Un clímax, tan esperable como insatisfactorio, clausura una película que solo se conforma con transcurrir.