Aventurera

Crítica de Nicolás Feldmann - Proyector Fantasma

El duro camino a la fama

La cruda competencia que existe en el ambiente artístico no es una gran novedad y tanto el cine como la televisión se ocuparon en varias ocasiones de contarlo. La motivadora historia de la actriz inexperta que llega a Hollywood con su valija semi vacía pero con muchas ganas de triunfar, es una de las más trilladas que puede dar la ficción. Pero esto no significa que sea imposible poder contar algo nuevo dentro del género de los largos caminos al éxito.

En este caso “Aventurera” vendría a ser una interpretación local y actual de este tipo relatos, que a pesar de caer predeciblemente en los lugares comunes ya conocidos, nunca pierde esa sensación de verdad tan característica del llamado neorrealismo argentino, a base de buenas actuaciones y escenas largas.

La ópera prima de Leonardo D’Antoni, ganadora del premio DAC en el 29° festival Internacional de cine de Mar del Plata, cuenta la historia de Bea (Mélanie Delloye, hija de la política Ingrid Betancourt), una actriz colombiana del teatro under de Buenos Aires que sueña con la fama popular que sólo el cine y la TV le pueden dar. Mientras tanto se gana la vida cuidando a dos ancianas, lo que le alcanza para vivir en un departamento compartido y le da la libertad suficiente de asistir a los distintos castings y audiciones del medio. Es en una de estas pruebas actorales, en donde Bea conoce a un productor televisivo (Cesar Bordón) que le asegura un papel en una novela a cambio de mantener una relación con él.

Desde ese momento la ambición y el desarraigo juegan un papel fundamental en los métodos y acciones de la protagonista, llegando incluso a debatirse hasta donde está dispuesta a llegar en nombre de la fama. Aunque sea perdiendo el respeto de sus amigos y el suyo propio en el camino.

Sin embargo la simpatía que irradia Bea se mantiene intacta a lo largo de la película y eso se debe en gran medida a su actriz principal Mélanie Delloye. Su interpretación hace querible a un personaje que a pesar de su marcada personalidad de trepadora, genera una empatía capaz de hacernos justificar algunas veces sus discutibles decisiones. Esto sumado al prolijo nivel técnico en general, hace de Aventurera una buena representación de la artificialidad que reina en el medio artístico. Algo que D’Antoni supo plasmar muy bien sin caer en el juicio de valor y la moraleja fácil.