Avengers: Endgame

Crítica de Paola Menéndez - A Sala Llena

“Una cosa… Si alguna vez ustedes tienen hijos y uno de ellos cuando tenga ocho años accidentalmente le prende fuego a la alfombra de la sala de estar, no sean tan duros con él”.

MM

“Allí donde crece el peligro crece también la salvación”

Existe un escaso número de films de ese subgénero que podríamos denominar de “superhéroes” que sobreviven el clima fanático que los rodea y trascienden fehacientemente en nuestro recuerdo. Posiblemente, éste quizás logre ser una de esas raras excepciones.

Infinity War (2018) había dejado un universo en ruinas. La devastación no abría paso a la duda y los personajes heroicos transitaban entre la desesperación, la furia y la culpa. Endgame (2019) comienza justo ahí, con el dolor a derrota en el aire, con la herida aun abierta intentando mostrar cómo -psicológicamente hablando- cada personaje tramita ese duelo acorde a lo que su personalidad le permite. En ese sentido, la película exhibe un tono muy acertado en la exposición de vulnerabilidades. El deber kantiano del buen Capi (Chris Evans) está bien contrastado con el estado de desamparo, soledad y despecho de otros personajes. A cada uno se le dedica un momento, pero no solo para ponernos en “estado de situación” o cumplir airosamente con el “fan service” sino, más bien para permitir al espectador participar de ese estado de desolación e impotencia. Para muchos personajes, lo realmente patético o doloroso, antes que la pérdida provocada por Thanos (Josh Brolin), resulta de todo ese presente que les toca vivir ahora y que no deja de conmovernos: una cartografía del vacío. Y es justamente ese abismo el que moviliza a los héroes a actuar de la forma que pueden (en franca oposición a lo que quieren/deben) con un plan que lejos está de ser original. Sin embargo, es tal el pacto con el espectador que, hasta cierto punto, se admite esa idea remanida. O mejor aún: la falta de novedad o ingenio deja de importar a la hora de contrarrestar al Mal porque lo que interesa es la eficacia. Por otro lado, la película misma acierta en la autoparodia del proyecto (se recurren a gags e intertextualidades con otros filmes) y por ello, no solo sale ilesa sino fortalecida.

El nunca-original-plan establece una potente narración en espejos: es la escena hogareña que abre Hawkeye (Jeremy Renner) y que continúa en otra casa, la de Tony Stark (Robert Downey JR). Más adelante, se encabalgarán propositivamente la escena de Thor (Chris Hemsworth) en Asgard con otra escena de Tony (esta vez la de la base militar) y la conclusión magistral a manos de la escena final del Capitán. Todas estas imágenes mencionadas responden a una misma matriz dramática que nada tiene que ver con una solemnidad distante sino con la pequeña tragedia interna dada en la imposibilidad de cambiar el destino. El ámbito de lo doméstico/lo familiar/lo privado se pone en juego con tanta intimidad y desgarro como lo harán las batallas y las escenas de acción. Los héroes se ven tentados a fundirse en un abrazo familiar e infinito que los libere de sus responsabilidades. A fin de cuentas, siempre se trató de amor. Incluso hasta el entrañable Capi se permite una transgresión que será celebrada llevándose el corazón de los fanáticos.

Infinity War tuvo como protagonista a Thanos: sus motivaciones, su proyecto, su lucha y, finalmente, su victoria. Endgame respeta a rajatabla su nombre por lo que todos los héroes son necesarios y resaltan en la lucha, aunque, como es lógico, unos se lucen más que otros. A propósito, cabe enumerar algunos detalles atendibles. La disparidad entre el Capitán y Tony ha evolucionado reflejando la madurez de los personajes. Las motivaciones de cada uno, así como la visión del mundo unilateral, han dejado el conflicto hormonal (con el que eran mostradas en los primeros filmes) y dan lugar a pareceres más respetuosos y profundos respecto al prójimo y a la vida en sí, por lejos las mejores interacciones de la película seguidas a las de Hulk (Mark Ruffalo) y Ant-Man (Paul Rudd). Otros personajes continúan recurriendo al humor para sobrellevar la tristeza, como es la esencia de Ant-Man o el cínico Rocket Racoon (Bradley Cooper). Luego tenemos el altruísmo humilde de Black Widow (Scarlett Johansson) o la violencia como respuesta frente a la derrota del Dios del Trueno.

La dignidad del Mal continúa apareciendo en esta entrega. La voz del villano está retratada de manera correcta ya que no hay inmadurez ni infantilización. Los matices aparecen en el registro adecuado, por lo que es posible llegar a una aprehensión de cierta filosofía de la destrucción enmarcada desde una elección cognoscitiva. La carencia de desmesura propicia, en cierto sentido, el enaltecimiento en la construcción del adversario. Un antagonista que puede actuar, pero también sentarse a esperar.

Las escenas de acción de Infinity War resultan bastante difíciles de superar, pero, aun así, el ritmo del film hace que las tres horas pasen sin aburrimiento. Todas las subtramas (una más entretenida que otra) se van imbricando, abren terreno hacia la resolución final con pericia y fluidez.

Endgame ofrece un cierre prolijo y sentido. Una declaración final de amor al cine de superhéroes y al mismo tiempo, un testamento con todas las letras.