Avengers: Endgame

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

En la ¿última? película de esta “fase” de la saga de superhéroes de Marvel, los Avengers clásicos tienen su larga y por momentos emotiva despedida tras más de una década de aventuras intergalácticas. El film funciona mejor cuando apuesta por la relación entre los personajes y la emoción que en las usuales e interminables escenas de batallas.

Cualquier elogio que pueda hacerle a AVENGERS: ENDGAME va a sonar en realidad como una crítica. Y de las negativas. Es que todo lo que me parece celebrable en el film es lo que puede llegar a tener de poco atractivo para el público masivo. Me gusta que tenga relativamente pocas escenas de acción a lo largo de sus casi tres horas, que sea más importante la relación entre los personajes que la complejidad de la trama, que sea comprensible y fácil de seguir sin necesidad de tirar 300 villanos y subplots por ahí. Es, para los parámetros de Marvel, clara, sencilla, específica, concreta y emotiva. Y eso no es poca cosa.

De hecho, la longitud de la película (dura tres horas) no tiene tanto que ver con la complejidad de la trama ni con la extensión de las escenas de acción (salvo una, la clásica super batalla por el universo todo que ocupa buena parte de la última hora) sino con el tiempo que se le dedica a cada uno de los personajes clásicos y veteranos de la saga: Iron Man, Capitán América, Thor, Hulk y, en menor medida, Black Widow y Hawkeye. La película no reparte su tiempo entre las docenas que pulularon por INFINITY WAR. No, después de todo ya saben qué pasó con muchos de ellos. En ENDGAME, como en la selección argentina de fútbol que jugó el Mundial 2018, los protagonistas son “los históricos”, algunos de los cuales acaso se despidan al final de la faena. O eso parece, nunca se sabe en estos casos (me refiero a los futbolistas, obvio).

Buena parte de los personajes que empezaron a tomar fuerza en los últimos años tienen una participación bastante menor aquí, como si toda la película fuese una suerte de gira de despedida de un supergrupo de rock progresivo de los ’70. Todos están pasaditos de años, los trajes les quedan medio ridículos, cada uno hace un solo que la gente aplaude y al final hay media hora de fuegos artificiales. Y todos nos vamos a casa contentos. Para los nuevos superhéroes –política, racial y sexualmente adecuados a los tiempos que corren– será el futuro Marveliano de los años ’20. Los viejos se retiran haciendo lo que saben. Deconstruidos, si se quiere, pero aún haciendo los mismos viejos chistes de café de siempre, como la barra de POLEMICA EN EL BAR.

De trama no voy a hablar nada porque todo puede ser considerado SPOILER por lo que solo diré que empieza, pasan cosas y termina. Tiene muchos, demasiados finales, muchos de los cuales parecen armados digitalmente en posproducción. Pero algunos de esos cierres son, considerando las circunstancias, bastante emotivos. Hay algunos buenos chistes y otros muy rancios pero lo que prima en cierto modo es una suerte de auto-nostalgia, como si la película, siguiendo con las comparaciones con la gira de una banda de rock, tocara un par de temas de cada uno de los discos previos pero en versiones “alternativas”. En vez de ENDGAME podían haberla titulado THE DELICATE SOUND OF THUNDER y quedaba perfecto.

En ese sentido, lo más destacable es esa circularidad que va de la trama a la propia construcción del universo Marvel. Si esto les parece SPOILER pasen al párrafo de abajo, pero creo que todos imaginan que la trama de la película incluye, de algún modo, una idea de viaje en el tiempo para tratar de evitar lo que sucedió al final de la película anterior. Ese complicado sistema es aquí un buen disparador para ejercitar una nostalgia autorreferente que los que vieron todas las películas previas decenas de veces apreciarán muchísimo. Los Russo, en ese sentido, lograron inscribir la propia nostalgia en la trama y disimularla lo suficiente hasta volverla, literalmente, orgánica.

Otra vez, como nadie quiere leer nada que pueda ser considerado spoiler, esta crítica acaba acá diciendo que ENDGAME es larga –tiene más finales que EL SEÑOR DE LOS ANILLOS: EL RETORNO DEL REY— pero no se excede, salvo en la confusa batalla usual del final en la que por mucha tecnología que se aplique sí o sí hay que volver a las piñas, improbabilidades de esas que te superan por lo absurdas. Y, fundamentalmente, que es celebrable por apostar por una vez a la emoción, a la conexión humana entre los distintos personajes, dejando que la acción pase a un segundo plano. Sí, lo sé y lo dije al principio: es el peor de los elogios que seguramente un fan quiere escuchar, pero es lo que a mí más me gustó de esta larga y extraña aventura sin un verdadero final a la vista.