Ave Fénix

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Hablar sobre la desolación.

En 2012 Christian Petzold ganó el Oso de Plata al mejor director en el Festival de Berlín por Bárbara, un film que hurgaba en la vida durante la Guerra Fría. Con Ave Fénix retrocede un poco más en el tiempo para centrar su mirada en el Holocausto, y en un matrimonio quebrado por acontecimientos que los exceden.
Nelly (Nina Hoss) es una cantante que fue enviada a Auschwitz y que milagrosamente escapa de la muerte, aunque regresa a Berlín con su rostro desfigurado. Acompañada por su amiga Lene (Nina Kunzedorf), Nelly le pide a un cirujano que reconstruya su cara exactamente igual a como era antes y así, inicia la búsqueda de su marido Johnny (Ronald Zehrfeld), al que finalmente encuentra, sólo para enfrentarse a la desolación de que el antiguo pianista ya no la reconoce.
Para Johnny, Nelly es una persona que con la ayuda del maquillaje, el vestuario correcto, se puede convertir en la que él cree, su esposa muerta y así acceder a una cuantiosa herencia. Entonces Nelly se entrega a Johnny para transformarse nuevamente en Nelly y así poder recuperar el pasado perdido, mientras su amiga Lene insiste en sus planes para que ambas se asienten en el naciente estado de Israel hasta que acepta su derrota al comprobar que la transformación de Nelly se lleva adelante.
Con una precisión y un distanciamiento notables del melodrama que desarrolla, el film se asienta en el eco fantástico de la inolvidable Vértigo de Alfred Hitchcock, pero este diálogo es un recurso para hablar de la desolación y la voluntad inaudita por volver a un estado de normalidad fricciona de manera definitiva con la miseria, el miedo y la traición que pesa sobre los protagonistas.