Avatar: el camino del agua

Crítica de Walter Pulero - Cinergia

Un tiempo después de su precuela, Jake Sully (Sam Worthington) está establecido en el planeta de Pandora liderando tanto a los Na´vi como a su familia junto a Neytiri (Zoe Saldaña). Sin embargo, la lucha de los hombres del cielo no cesa y vuelve tanto en explotación de las riquezas naturales como venganzas personales.

Si bien ha estado metido en algún que otro proyecto más por el lado de la producción, la verdadera labor de James Cameron en esta última década fue la creación de Avatar: El camino del agua (Avatar: The Way of Water, 2022), secuela que se hizo esperar doce años luego de la película original Avatar (2009).

El trabajo minucioso del realizador ya se había notado en su predecesora, en la creación de la idiosincrasia propia del planeta como en los aspectos técnicos, que refería a nuevas capturas de movimientos y tipos de cámaras para el rodaje. Con el avance tecnológico, Cameron se tomó su tiempo para seguir desarrollando las mejores cuestiones técnicas posibles, y en un momento donde los efectos especiales están en discusión, esto no es poca cosa.

En esta nueva ocasión ya conocemos las lógicas que nos presentaron en el 2009, por lo que la interacción entre algunos humanos y los Na´Vi ya es moneda corriente, como las intenciones conquistadoras y económicas que tienen tantos otros de la primera raza. Tras una dinámica narrativa a través de la voz en off del protagonista (Sam Worthington) evidenciamos cómo fueron los años posteriores donde Jakesully –nombre adoptado entre los muchachos azules- se convirtió en líder y formó una familia junto a Neytiri (Zoe Saldana). Sin embargo, el contexto en el que se narra el primer acto, con la presentación de los cuatro hijos de la pareja protagónica y del simpático Spider (Jack Champion), es irrumpido por la vuelta de los soldados estadounidenses.

Hasta la primera mitad el film puede resultar reiterativa por lo visto anteriormente, principalmente con la vuelta de un personaje; pero haciéndole justicia al título, lo interesante de la nueva producción pasa por cómo el guionista –junto a Josh Friedman-, director y productor –con Jon Landau– decide expandir aún más Pandora, para puntualizar en esta segunda parte en el ecosistema marino.

Cuando se introducen los Metkayina y su interrelación con las “criaturas del bosque” es de los aspectos más interesantes –aunque algunos sucesos pueden resultar predecibles-, que evidencian el amplio abanico que puede ofrecer el universo de la saga. Todas las prácticas, enseñanzas y situaciones que se viven en los arrecifes, donde también coherentemente se enriquece con las diferentes especies autóctonas, gozan de su propia identidad junto a una destacadísima imagen de las zonas costeras con una nítida imagen bajo agua y todos los detalles técnicos –sumado al 3D- que no llaman la atención en la marca Cameron.

No solo el encuentro es destacable, sino que es el terreno propicio para el desarrollo tanto de los hijos de la pareja como –asimétricamente- del nuevo clan, para conocer más respecto a la acelerada introducción. Cada uno de ellos cuenta con características propias y arcos argumentativos plurales que permiten diferentes vertientes.

Sobre este último punto, y teniendo en cuenta los planes del director de Titanic (1997), algunas cuestiones que se mencionan o comienzan a problematizarse no están explotados o se quedan a mitad de camino, y parece ser por cuestión de seguir profundizando en próximas secuelas. Lo mismo sucede con personajes que desaparecen en el medio de la trama y se espera que vuelvan en el futuro.

El prolongado tiempo en el que se llevó a cabo la producción parece probarse en la sintonía del largometraje. Tanto el reparto –con nombres destacados que se suman como Kate Winslet o Edie Falco– como la musicalización –a cargo de Simon Franglen– están en perfecta afinidad con lo que se ofrece de dicha historia de ciencia ficción, junto a una fotografía –Russell Carpenter-del que sería redundante comentar.

El espectáculo visual llegó, y representa –nuevamente- una gran experiencia en la pantalla grande, donde se disfruta superlativamente. Es solo un capítulo más de la saga que tan meticulosamente ideó su director, que mejora y eleva la vara –principalmente respecto a la trama- a lo visto anteriormente.

*Review de Ignacio Pedraza