Avatar: el camino del agua

Crítica de Hugo Zapata - Cines Argentinos

De todas las virtudes que se pueden destacar en Avatar 2 la más relevante es que rescata la experiencia de un espectáculo cinematográfico épico en una sala de cine.

En tiempos donde las plataformas de streaming acapararon la atención del público y el propio estudio Fox desechó muchos estrenos al consumo hogareño (como la excelente Prey de la saga Depredador), el loco James Cameron ofrece un film que sólo puede ser disfrutado en la pantalla grande con el formato 3D.

Quien elijan postergar su visionado encontrarán luego una propuesta muy diferente ya que el regreso a Pandora no se puede replicar con ningún otro sistema de entretenimiento.

La particularidad de esta continuación es que propone una experiencia inmersiva sin precedentes que inserta al público dentro del universo de ficción que creó el realizador.

A través de un sistema de tres dimensiones que presenta una evolución notable en la profundidad de los espacios y una nueva tecnología (inventada exclusivamente para este film) que permitió combinar la filmación bajo el agua con la animación de captura de movimiento, la película nos transporta a un mundo de fantasía extraordinario donde todo lo que vemos se siente real.

Por momentos inclusive tenés la sensación que si extendés tu mano hacia a pantalla podés tocar y sentir a los personajes y la fauna que los rodea.

Desde los primeros minutos el film impacta con una puesta en escena abrumadora que se vuelve apasionante con el transcurso del tiempo.

Un prodigio técnico que también acarrea ciertos daños colaterales que despertarán un debate interesante en la industria de Hollywood y el público cinéfilo.

En esta continuación el director optó por desarrollar el relato con un 3D más inmersivo y el uso del HFR (High Frame Rate) en 48 fotogramas por segundo.

La estética tradicional con la que concebimos al cine se da en un formato de 24 fotogramas por segundo, Cameron la eleva a 48 para conseguir un hiperrealismo demencial en las imágenes en alta definición.

Como aspecto positivo esto genera una sensación muy especial ya que todas las criaturas y las secuencias de acción se perciben reales como si se tratara de un documental.

Sin embargo también le aporta al film una estética digital de telenovela televisiva (para ponerlo en términos sencillos) que puede resultar chocante para mucha gente.

Un extremista de la vieja escuela como Quentin Tarantino probablemente encontrará en Avatar 2 la encarnación cinematográfica del Anticristo y ahí surge un debate muy interesante.

En lo personal no odié esta elección artística de Cameron pero me quedo con el HFR tradicional. En el pasado Peter Jackson experimentó este formato en la trilogía de El Hobbit, mientras que Ang Lee hizo lo mismo con Gemini Man y no tuvieron buenas respuestas del público.

Será interesante ver si Avatar consigue una mayor aceptación del registro visual que propone.

Una debilidad que tuvo la primera entrega fue que elaboraba un plagio burdo de Una princesa de Marte, la primera novela de la saga John Carter de Edgar Rice Burroughs.

Lejos de evadir esta referencia el director levanta la apuesta y ahora lo incluye a Korak, el hijo de Tarzán, a través de un personaje bizarro cuya finalidad en el argumento no terminé de entender. Supongo que cobrará más relevancia en futuras entregas.

El punto es que la influencia de la fantasía de Burroughs es más fuerte todavía en este relato, dentro de una historia que desarrolla mejor los personajes y la dinámica de las relaciones familiares que cobran relevancia en el conflicto central.

Creo que en aspecto jugó un papel clave el hecho que Cameron contara con la ayuda de Rick Jaffa y Amanda Silver (guionistas responsables de la última saga de El planeta de los simios), quienes le aportaron un mayor contenido al film.

La introducción de los hijos de Jake Sully (Sam Worthington) está muy bien elaborada y en esta ocasión el villano (que aprovecha a Stephen Lang) cuenta con una arco argumental mejor definido.

La historia en general tiene un tono dramático más emocional e incluye un sólido comentario ecológico que se siente honesto debido al compromiso del cineasta con el tema de la protección de los océanos.

Pese a su duración de 192 minutos la narración cuenta con un ritmo muy dinámico que nos permite olvidar el paso del tiempo.

Sobre todo por la mencionada experiencia inmersiva que propone y la exploración de nuevos mundos del universo de Pandora que te dejan con ganas de conocer más sobre las nuevas civilizaciones que se introducen en esta entrega.

En resumen, James Cameron mantiene la corona del Rey de las secuelas con una película que sobresale entre los mejores espectáculos pochocleros del año.