Autómata

Crítica de Carlos Schilling - La Voz del Interior

Alma de robot

El conflicto entre los hombres y los robots ha dado las mejores películas de ciencia ficción de la historia. En la más breve de las listas no deberían faltar Metropolis, Blade Runner, Robocop y Terminator. Autómata está lejos de partenecer a esa nómina, aunque en sus buenos momentos genera una atmósfera opresiva que vuelve abrumadoramente real el mudo postapocalíptico que presentan sus imágenes.

Estamos en el año 2044, el sol ha quemado al planeta y sólo quedan 21 millones de habitantes, la mayoría de los cuales viven en condiciones deplorables. Pero el problema que se le presenta al verificador de seguros Jacq Vaucan (Antonio Banderas) puede ser mucho más grave, pues uno de los robots infringió el segundo protocolo, el que impide que se alteren a sí mismos.

La historia es una síntesis (fallida y lograda a la vez) de Yo Robot y Blade Runner. Es decir, combina el cientificismo ingenuo de Isaac Asimov con la paranoia totalitaria de Philip Dick. Mientras todo se mantiene en suspenso y asistimos a las peripecias burocráticas y existenciales de Vaucan -quien está a punto de ser padre y quiere irse a vivir frente al mar-, la película parece atravesar un estado de gracia melancólica, una belleza de fin de mundo que recuerda las novelas de J.G. Ballard.

Y si bien esa atmósfera persiste hasta el final, hay un punto en que el argumento empieza a fallar y se vuelve una especie de melodrama futurista, con maleantes extraídos del cine clase B y acciones precipitadas y previsibles, como si de repente la propia película dejara de ser humana y se volviera autómata.