Atlántida

Crítica de Horacio Bilbao - Clarín

La edad de la inocencia

Colmenas, abejas, campo. Lucía salta a la pileta. Nada. Se sumerge y enajena su entorno. Entramos en este día de verano, en un lugar que sabemos es Almafuerte, Córdoba, pueblo chico con tonada.

Allí viven dos hermanas, Lucía (Melissa Romero) y Elena (Florencia Dacall). Actúan adolescentes con una soltura atrapante. Y siguen caminos distintos. “Sos una amarga, Lucía”, ataca Elena. “Vos sos una caprichosa”, retruca la hermana en este mundo de puertas abiertas a los vecinos, de ropa comprada en Miami, de miradas adolescentes, el que eligió María Inés Barrionuevo para contar su historia. La situó en el comienzo del fin del alfonsinismo, en un día tórrido que augura tormenta, o lluvia refrescante.
Y dejó fuera de campo a los adultos la directora, eludidos de esta mirada del mundo. ¿Qué quiere decirnos Barrionuevo con el título? ¿Qué todo en ese instante de la vida es inverosímil, incipiente?

Mientras se va armando, la película desgrana cotidianidad, diálogos banales de chicos que descubren el sexo, o que están a punto de hacerlo mientras se van descubriendo ellos mismos. “Sos virgen y besás mal”, se chicanean.

Lucía estudia para entrar a Arquitectura, quiere volar del pueblo. Elena es más chica y está enyesada, las pequeñas historias del lugar parecen sentarle mejor. Son
distintas. Y hay una tercera en discordia, Ana (Sol Zavala) que tampoco encaja en el pueblo, y aunque es compañera de Elena se va acercando a Lucía.

Allí las hermanas se separan. Dos travesías de un día. Lucía maneja su camioneta hacia el campo, donde hay otras historias, y un aire de western. Elena le pide a su médico que la deje acompañarlo, y también sale en auto, con muletas en un raid iniciático. Dos recorridos, divisiones. Como en esa etapa de la vida. Las chicas que estuvieron con chicos y las que no. Los pobres y los ricos en el campo. Los que les gusta el helado y los que no. Datos nimios para una historia íntima y sensual, pero sin estridencias. Un pueblo, abejas, calor, agua refrescante y tormentosa en los estertores de la inocencia adolescente.